Según los datos de la última Encuesta Domiciliaria sobre Alcohol y otras Drogas 2011/2012 (EDADES), informe incluido dentro de los estudios periódicos que desde 1995 realiza la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, con el fin de conocer la evolución del consumo de sustancias psicoactivas en nuestro país, el consumo de la mayoría de las drogas -en especial el tabaco, el alcohol, el cannabis y la cocaína- ha descendido entre 1 y 2 puntos porcentuales, respecto a la encuesta anterior, excepto el de hipnosedantes. En cifras, la encuesta, aplicada a una muestra de la población española de 15-64 años no institucionalizada, recoge, además, que las drogas de mayor consumo son, por este orden, el alcohol (el 76,6 por ciento lo ha consumido en los últimos doce meses); el tabaco (40,2 por ciento); los hipnosedantes (11,4 por ciento), una proporción de personas que, por primera vez, supera a la de los consumidores de cannabis, que suponen un 9,6 por ciento; seguido del 2,3 por ciento que consumen cocaína, y menos de un 1 por ciento de la población para el consumo del resto de las drogas, tal y como ha explicado Francisco de Asís Babín, delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas.
Actualmente, el consumo de alcohol es uno de los principales factores que se relacionan con la salud de los individuos y de las poblaciones y sus consecuencias tienen un gran impacto tanto en términos sanitarios como en términos sociales. 'El impacto del consumo de alcohol y drogas en los sistemas sanitarios es muy alto, tanto en términos de asistencia, en la actualidad en torno al 8 por ciento de las consultas en Salud Mental vienen motivadas por el uso, abuso o adicción al alcohol y otras drogas, como en términos de discapacidad, ya que esta dependencia es una de las razones clínicas que más discapacidad produce en nuestro país, tanto social como laboral', expresaba, por su parte, el profesor Julio Bobes, presidente de la Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y las otras Toxicomanías (Socidrogalcohol).
Además, el consumo nocivo de alcohol es uno de los principales factores de riesgo evitables de enfermedades no transmisibles, y en particular, de los trastornos cardiovasculares, la cirrosis hepática y diversos cánceres, y también está relacionado con varias enfermedades infecciosas como el VIH/sida y la tuberculosis, así como con los accidentes de tráfico, laborales y domésticos. Concretamente, cada año, el uso nocivo del alcohol causa 2,5 millones de muertes, incluidos 320.000 jóvenes de 15 a 29 años, y ocupa el octavo lugar entre los principales factores de riesgo de muerte a nivel mundial.
Por esta razón, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido de la magnitud de los problemas de salud pública asociados al consumo de alcohol y ha enfatizado su preocupación ante las tendencias de consumo que se observan entre las capas más jóvenes de la sociedad.
Por lo que respecta a España, somos uno de los primeros países productores y consumidores, y ocupamos el sexto lugar en el ranking de consumo mundial de alcohol. Concretamente, según un estudio del EAE Business School, si se analiza en volumen, España ocupa la zona media a nivel mundial, mostrando un consumo de alcohol por habitante de 108 litros, una cifra superada por República Checa, Alemania, Austria y Reino Unido. Asimismo, prácticamente, toda la población española ha probado alguna vez en su vida alguna bebida alcohólica; más de las tres cuartas partes ha bebido alcohol en el último año; casi el 65 por ciento lo había hecho en el último mes; y el 15 por ciento lo hace diariamente.
Y es que, aunque el consumo de alcohol en España se ha caracterizado tradicionalmente por lo que se denomina el 'patrón de consumo mediterráneo', es decir, un consumo moderado continuo, principalmente asociado a las comidas, celebraciones y eventos sociales, en los últimos años, este patrón está cambiando hacia modelos de consumo más abusivo, asociado al concepto de intoxicación, relacionado con los momentos de ocio y cada vez más habitual en edades muy tempranas, próximas a los trece años.
En esta línea, tal y como demuestran los datos de la encuesta EDADES, se confirma el elevado número de personas que hacen 'atracones' ('binge drinking') de bebida, es decir, que toman 5 o más consumiciones en poco tiempo, unas 2 horas, 4 en el caso de las mujeres, y en los que se produce algún grado de pérdida de control. Concretamente, un 40 por ciento de los hombres y un 20 por ciento de las mujeres, entre 15 y 34 años de edad, se han emborrachado alguna vez, en los últimos 12 meses y, casi uno de cada tres hombres y una de cada seis mujeres, entre 15 y 44 años de edad, hacen 'atracones' de bebida alcohólica, la droga que más impacto negativo causa en el entorno de la persona que bebe. En este sentido, estos atracones de alcohol, como han señalado los expertos, producen intoxicación alcohólica aguda y los efectos a largo plazo, mucho menos conocidos en este patrón de consumo, se relacionan con un incremento del riesgo de mortalidad general y cardiovascular en particular. Además, pueden dar lugar a accidentes, agresiones y alteraciones agresivas de la conducta, lo que se traduce en gasto a los servicios sociales, sanitarios, policiales y penitenciarios.
En esta línea, otro dato relevante, y una de las principales conclusiones que recoge el estudio, es que la mayoría de las personas que consumen drogas ilegales consumen también alcohol, de hecho, el alcohol está presente en el 90 por ciento de los policonsumos de drogas. Además, este poliabuso o policonsumo de drogas más el alcohol acostumbra a coincidir en las personas que consumen en forma de intensiva ('atracones'), y, en esta línea, los atracones de bebida asociados al consumo de drogas causan aún más daños: mayor riesgo de accidentes (caídas, lesiones); mayor gravedad de las lesiones; mortalidad por sobredosis aguda de drogas; desinhibición de impulsos sexuales o agresivos y, por tanto, mayor riesgo de contagio de enfermedades de transmisión sexual; dificultad de tratamiento de dichas enfermedades, relacionadas con el consumo de drogas... Así, por ejemplo, el consumo de cannabis y cocaína se observa en el 23,2 por ciento y el 5,9 por ciento respectivamente de los sujetos que realizan consumo intensivo, mientras que tan sólo aparece en el 4,1 por ciento y 0,3 por ciento de los que no lo hacen.
Así pues, es una realidad que estos nuevos patrones de abuso de sustancias agravan la posibilidad de accidentes, violencia y victimización de quien consume y, en consecuencia, se convierten en un grave problema de salud pública y de seguridad. No en vano, las instituciones públicas, preocupadas por este hecho del consumo abusivo de alcohol, llevan años tomando todo tipo de medidas: legislativas, educativas, etc. todas ellas basadas principalmente en la prevención.
Dependencia alcohólica: un problema de Salud Pública
Por otra parte, dentro del ámbito del consumo de alcohol, existe un problema al que no se le presta la suficiente atención, que es la dependencia del alcohol, una enfermedad que afecta al Sistema Nervioso Central, con muchas posibilidades de convertirse en crónica, y que está provocada no sólo por el consumo de alcohol, sino por otros factores, genéticos, personales y ambientales, que debe ser diagnosticada, para la que existen diferentes alternativas de tratamiento y que, además, tiene consecuencias sanitarias, económicas y sociales muy negativas.
Según datos de la Encuesta Mundial sobre Salud Mental de la OMS del año 2001 -último año del que se tiene este dato-, en España hay 200.000 personas, entre los 18 y los 64 años, concretamente, 173.600 hombres y 28.410 mujeres, con dependencia del alcohol.
Concretamente, para el profesor Bobes, 'la adicción al alcohol es una enfermedad del cerebro, en la actualidad conocemos cuáles son los núcleos y los circuitos neuronales involucrados en la conducta y comportamiento de las personas que abusan de esta sustancia. Por tanto, hay que ser conscientes del alto riesgo que supone el consumo durante el periodo de neurodesarrollo cerebral que finaliza en torno a los 21 años'.
Es este contexto, uno de los grandes escollos es la falta conciencia sobre el riesgo asociado al consumo excesivo de alcohol, de hecho, la sociedad española no está concienciada del riesgo que entraña el consumo nocivo de alcohol. Es más, tal y como recoge la encuesta EDADES, los ciudadanos incluso banalizan el riesgo potencial de tomar 5-6 consumiciones alcohólicas el fin de semana. 'Hay una percepción baja del daño porque somos un país vitivinícola, al igual que Portugal, Francia e Italia, y, en este sentido, estamos más acostumbrados a percibir los beneficios, sobre todo, en cuanto a la euforia y la exaltación, que siempre es apetecible para la población, y, sin embargo, somos los que menos apreciamos los daños y la 'cara b', entre otros muchos, los accidentes, los trasplantes que hay que realizar cada año, de hecho, más de la mitad de los trasplantes de hígado que se hacen en la actualidad en España son en personas que 'quemaron' su hígado por el uso y abuso de alcohol. Se trata de un problema de Salud Pública de primer nivel', ha asegurado el profesor Bobes, quien, además, ha argumentado que 'nos ha costado entender que un comportamiento adictivo, como es fumar, tenía complicaciones suficientes como para restringir su consumo, pero en el alcohol nos faltan pasos por dar en este sentido, si bien hay que alabar la actitud del Gobierno de restringir el uso y consumo en menores'.
Entonces, en este punto, es conveniente definir dónde se sitúa el consumo de riesgo, un concepto que no es clínico sino epidemiológico, obtenido por consenso, de manera que su validez es orientativa, y el consumo perjudicial que puede llevar a la dependencia del alcohol. Así pues, la OMS ha establecido unos criterios de consumo de riesgo, que se sitúan entre los 40-60 gramos de alcohol puro al día en el caso de los hombres, y en 20-40 gramos en las mujeres. Para hacer estas cifras más comprensibles conviene saber que una copa de vino o una caña o botellín de cerveza contiene 10 gramos de alcohol puro mientras que un combinado -mezcla de una bebida espirituosa con un refresco- contiene 20 gramos. 'La OMS ha establecido estos criterios pero son meramente orientativos porque hay población que tomando por debajo de las dosis establecidas -cinco unidades de bebida estándar- ya tiene problemas por el uso y abuso del alcohol y, por el contrario, hay población que las ha tomado una o varias veces de manera esporádica, y eso no quiere decir que tenga dependencia del alcohol. Aquí entran en juego también otros factores como la genética, de modo que las personas que metabolizan rápido, podrán consumir con menos efectos, y al contrario', reconocía Bobes.
Por otra parte, para explicar el consumo perjudicial hay que hacer referencia a las clasificaciones que, tradicionalmente, permitían distinguir entre individuos que abusaban del alcohol e individuos que dependían del alcohol. En este sentido, los conceptos de 'abuso' y de 'dependencia', utilizados en el ámbito de la Psiquiatría americana, han pasado a denominarse, recientemente, trastornos adictivos por alcohol, concretamente, 'adicción leve', que tenía su equivalente en lo que hasta hace unos meses se denominaba 'abuso', y 'adicción moderada o grave', para lo que antes se conocía como 'dependencia'. Por su parte, la OMS, en lugar de utilizar en concepto de 'abuso' y de 'dependencia, empleaba el de 'consumo perjudicial' y el de 'dependencia', y es en este contexto, en el que, hasta hace unos meses, había una cierta equiparación entre el abuso de alcohol, utilizado por la psiquiatría americana, y el consumo perjudicial de alcohol, utilizado por la OMS. Así pues, el consumo perjudicial de alcohol es todo aquel consumo que al individuo le genera problemas físicos y psicológicos, incluso también familiares, legales o laborales, pero que no alcanza criterios de dependencia. Asimismo, el concepto de abuso es el equivalente al de uso perjudicial y, por último, la complicación más importante es la de dependencia por alcohol.
En esta línea, como ha explicado el presidente de Socidrogalcohol, 'hay que tener en cuenta que el trastorno por abuso del alcohol abarca desde el consumo perjudicial, el consumo de riesgo y la dependencia. Además, el alcohol es una sustancia tóxica capaz de contribuir a la aparición de enfermedades, con lo cual es necesario generar una reflexión social sobre los daños derivados del consumo de alcohol'.
Este consumo abusivo de alcohol representa, por tanto, una seria amenaza para la Salud Pública, no sólo entre los jóvenes y adolescentes, sino también entre otros grupos de población adulta. Por ejemplo, en Europa, el consumo de alcohol es el segundo factor de riesgo para la salud. En España, según datos de la OMS, el 11 por ciento de las muertes de hombres y el 6,5 por ciento de las muertes de mujeres son directamente atribuibles al consumo de alcohol.
Es por ello que, desde entidades como Socidrogalcohol, se ha alertado, en repetidas ocasiones, de los daños secundarios del consumo excesivo de alcohol, concretamente, hasta 60 enfermedades distintas, agudas y crónicas, entre ellas, varios tipos de cáncer, enfermedades cardiovasculares, cirrosis o enfermedades infecciosas; además de la desadaptación social-familiar y laboral; accidentes; y consecuencias económicas negativas. Entre otras, según recogen no pocos informes, que los grandes bebedores ocasionan al sistema sanitario un coste de un 32 por ciento más que los abstemios, así como un 50 por ciento más de ingresos hospitalarios. Por otra parte, están los costes directos de la dependencia del alcohol, concretamente, en España, se estimaron en 864 millones de euros, en 2006, incluidos tanto los costes de visitas médicas, hospitalización y urgencias, como los costes farmacológicos, según un estudio elaborado en 2010 (Mohapatra S, Patra J, Popova S, Duhig A, Rehm J. Social cost of heavy drinking and alcohol dependence in high-income countries). Ese mismo estudio indica también que los costes indirectos, que incluyen tanto las pérdidas de productividad por mortalidad prematura, morbilidad u otro tipo de incapacidad, ascendieron en España a 1.996 millones de euros en 2006.
'Es muy difícil evaluar cuál es el impacto del consumo de drogas en los sistemas sanitarios, estudios como el llevado a cabo en Galicia en el año 2006, por Oliva J., Rivera B., que bien podría hacerse extensible al conjunto, apuntan a que la suma de costes directos, tanto sanitarios como no sanitarios suponen sólo un tercio del total del coste social del consumo de drogas. En este estudio, ya sólo la productividad laboral reducida supera en mucho, sobre un 40 por ciento, a los costes sanitarios y multiplica por diez a los costes de prevención, reinserción y coordinación. Por tanto, está fuera de toda duda que lo más eficiente es realizar labores de prevención, tratamiento, reinserción y reducción del riesgo efectivas', subrayaba el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas.
En ente sentido, otros muchos estudios internacionales corroboran estos datos. Por ejemplo, Alcohol, The Neglected Addiction, llevado a cabo por el proyecto Alice Rap, que aglutina centenares de científicos y entidades de la Unión Europea, que evidencia que el alcohol causa 1 de cada 8 muertes entre personas europeas de 18 a 64 años de edad, y que 1 de cada 14 casos de cáncer son provocados por el alcohol. O también un estudio del Centre for Addictions and Mental Health, dirigido por el Dr. Rehm, en 2012, que refleja que el coste económico de los daños tangibles atribuidos al consumo de alcohol en Europa es de 155.800 millones de euros anuales.
En el ámbito laboral, la dependencia también produce pérdida de productividad, absentismo laboral y accidentes laborales, principalmente. Esto puede estar relacionado directamente con los efectos del alcohol sobre el individuo, con pérdida de rendimiento, fatiga y paradas repetidas, o deberse a razones indirectas, al interferir el trabajo de los demás con sus cambios de carácter y conflictos dentro del propio lugar de trabajo. En este sentido, según un estudio del sindicato UGT, el 50 por ciento de las empresas españolas han tenido que enfrentarse a problemas derivados del consumo de alcohol por parte de sus trabajadores. Asimismo, el alcohol está detrás del 20 por ciento de los accidentes laborales, multiplica por tres la incapacidad y el absentismo laboral y es la causa del 20 por ciento al 40 por ciento de los expedientes disciplinarios tramitados.
Diagnóstico y tratamiento de la dependencia del alcohol
La dependencia del alcohol es una enfermedad poco diagnosticada y poco tratada y, aún hoy, sigue siendo un reto para los profesionales sanitarios. Esto se debe, en gran medida, al estigma asociado a este trastorno, que se oculta o minimiza y se mantiene en la más estricta intimidad. 'La formación de los médicos de Atención Primaria en este ámbito es razonable, pero aspiramos a que, a través de las guías clínicas basadas en la evidencia, conozcan en profundidad el tema para que sean capaces de diagnosticar precozmente a estas personas que tienen problemas con el uso y abuso de sustancias', señalaba el presidente de Socidrogalcohol.
En el conjunto de la Unión Europea, sólo el 10 por ciento de las personas con dependencia reciben tratamiento y el informe 'Intervenciones para la dependencia del alcohol en Europa' pone de manifiesto que las políticas europeas sobre prevención del consumo de alcohol deberían ser completadas con medidas para extender el tratamiento a los dependientes del alcohol. En este sentido, algunos estudios recogen que si se extendiera la cobertura del tratamiento con fármacos la reducción de muertes durante el primer año sería de casi 12.000.
Hasta ahora, en el diagnóstico de la dependencia del alcohol se han seguido criterios de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) de la OMS o del DSM-4 de la Asociación Americana de Psiquiatría, pero el nuevo Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales, DSM-5 plantea nuevos escenarios.
Así pues, en el DSM-5, ya no se habla de dependencia, sino de trastorno por consumo de alcohol, y el cuadro clínico o el trastorno que antes se denominaba abuso de alcohol ha desaparecido, por lo que, ahora, un individuo o no tiene ningún diagnóstico o si lo tiene ya es de adicción al alcohol.
'El DSM-5 aporta una cosa importante y es la ampliación del paradigma que teníamos. Antes, lo que se identificaba era a personas que tenían una adicción clara y notoria, ahora, lo que se pretende es incorporar personas que ya empiezan a tener daño como consecuencia de los consumos, y que muchos de ellos no acudían al médico, y no esperar a estadíos muy avanzados y terminales. Ahora tenemos la oportunidad de tratar a los más graves y a los que son moderados y leves, si cabe, y, por tanto, también se modifican los criterios de tratamiento, puesto que les ayudamos a aminorar los consumos, no sólo de plantearles la abstinencia total, que es el paradigma tradicional, un abordaje a menudo rechazado por los pacientes', ha reconocido Bobes.
Por lo que respecta al abordaje, tradicionalmente ligado a la abstinencia total, los expertos han planteado que una reducción del consumo de alcohol puede ser una estrategia eficaz para controlar la dependencia del alcohol y sus consecuencias médicas, sociales y también económicas. 'Ahora buscamos un abordaje más dimensional, donde caben los pacientes leves y moderados, y donde se trabaja no sólo con el objetivo de la abstinencia total, a menudo rechazado por los pacientes, concretamente, a la mitad de los pacientes no conseguíamos introducirlos en este tipo de tratamientos, sino con el objetivo de aminorar los consumos', ha manifestado Bobes.
En este sentido, cabe señalar que los niveles más bajos de consumo de alcohol están relacionados con un riesgo reducido de padecer enfermedades relacionadas con el alcohol, como la hipertensión, la depresión y el cáncer. Además, reducir el consumo de alcohol disminuye en un 60 por ciento el número de días de hospitalización debidos a enfermedades relacionadas con el alcohol, comparado con los sujetos cuyo objetivo terapéutico no es la reducción del consumo. En la línea, según recogen algunos estudios, una disminución sustancial del consumo de alcohol per cápita de 10 litros a algo más de 2 litros va acompañada de una reducción del 97 por ciento en las muertes debidas a psicosis alcohólica y una reducción del 48 por ciento en las muertes debidas a cirrosis hepática.
A la luz de estos datos, la reducción del consumo del alcohol está siendo progresivamente integrada en las estrategias de control y tratamiento efectivo de la enfermedad, y es reconocida como un objetivo terapéutico aceptable para pacientes con dependencia del alcohol, ocupando un lugar destacado en diversas guías terapéuticas de países de la UE y organismos internacionales. Por ejemplo, la guía del NICE recomienda la reducción del consumo de alcohol como objetivo terapéutico para algunos pacientes, y, por su parte, la OMS, en relación a la reducción del daño, enfatiza la implementación de políticas o programas centrados directamente en reducir los daños individuales y sociales resultantes del consumo de alcohol, como objetivo que no necesariamente se alcanza utilizando únicamente un enfoque basado en la abstinencia. Sin embargo, como han evidenciado los expertos, por el momento, la mayoría de las personas que presentan dependencia del alcohol no se han sometido nunca a un tratamiento especializado y los que solicitan ayuda suelen hacerlo porque padecen otros trastornos médicos asociados.
Comorbilidad médica y psiquiátrica
Por otra parte, hay que señalar también la elevada comorbilidad médica y psiquiátrica que presentan los pacientes con dependencia, de forma general, y de manera más prevalente en el caso de la dependencia de alcohol, un tema que se ha abordado en profundidad en el III Congreso Internacional de Patología Dual de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD), celebrado recientemente en Barcelona. En este sentido, los expertos han evidenciado que la comorbilidad de un trastorno adictivo con otra patología psiquiátrica tiene especiales implicaciones, ya que conlleva un peor pronóstico para ambas patologías que si ambos trastornos se presentaran de forma separada, y, además, implica un peor curso evolutivo, síntomas más graves, peor respuesta a los tratamientos, mayor tasa de recaídas, y consecuencias más graves en general.
Así pues, el Dr. Nestor Szerman, presidente de la SEPD, explicaba que a diferencia de hace 20 años, hoy se sabe que 'la vulnerabilidad a ser adicto viene de 'fábrica', provocada por una deficiencia genética, y que la adicción se produce cuando se entra en contacto con las drogas'. Además, el experto ha querido subrayar que 'la mayoría de los adictos presenta una patología dual', es decir, un trastorno mental además de su adicción, porque 'la adicción es un trastorno mental', según sus propias palabras.
En este sentido, dado que el consumo problemático de alcohol puede causar o agravar enfermedades médicas o psiquiátricas, la mayoría de los expertos coinciden en que todos los hospitales generales deberían tener un espacio especializado en el diagnóstico y tratamiento de la dependencia del alcohol y programas específicos para el abordaje comprensivo de los pacientes comórbidos.
Estrategias de prevención
Otro de los grandes ejes en el abordaje del consumo del alcohol y otras drogas es la prevención. De hecho, en el Plan de Acción sobre Drogas 2013-2016, aprobado en el primer trimestre de 2013, una de sus principales estrategias en relación al alcohol se basa, principalmente, en la prevención del consumo y, además, está muy centrada en los menores de 18 años. En este contexto, en menores de 18 años, las sustancias más consumidas son las legales: tabaco y alcohol, y el cannabis. Concretamente, en el consumo de alcohol, las cifras revelan que, en escolares, de 15 a 16 años, el consumo de alcohol se eleva al 35,5 por ciento, siendo ligeramente más frecuente en los varones que en las mujeres (38,8 por ciento frente al 32,1 por ciento). Y, por lo que respecta al consumo de cannabis en menores de 18 años, éste supera en 3,9 puntos porcentuales el de los mayores de esa edad, 'posiblemente debido a la banalización que se está haciendo por ciertos sectores de la sociedad sobre los efectos de esta sustancia, que son especialmente graves en la población adolescente, por lo que debemos de redoblar los esfuerzos en la implantación de programas de prevención de eficacia probada y fomento de la investigación sobre el cannabis', ha reconocido el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas.
'El reto es que nuestros jóvenes no estén expuestos a sustancias que tienen neurotoxicidad y que, por lo tanto, interfieren en el normal desarrollo de su sistema nervioso, fundamentalmente del cerebro. El consumo de alcohol y otras drogas hace que una persona pierda oportunidad de desarrollar su potencial patrimonio cerebral, ya que estas sustancias producen alteraciones desde los primeros estadíos. La sociedad tiene que darse cuenta del problema y el impacto que supone 'podar' a los jóvenes su sistema neuronal', reconocía Bobes. De la misma opinión es Babín para quien 'el camino a seguir en el ámbito de la prevención no puede ser otro que el de mejorar la educación sanitaria de nuestra población (padres e hijos) y el de avanzar en la eficiencia de nuestros programas de prevención utilizando sólo aquellos que hayan sido contrastados como eficaces'.
Así pues, desde Socidrogalcohol están totalmente de acuerdo con que se desarrolle legislación antialcohólica específica, con carácter preventivo, para menores y jóvenes. 'El sistema social oye pero no reacciona, a pesar de que se han hecho esfuerzos en el sentido de proteger a los menores del alcohol y otras drogas, pero hay más permisividad que en el pasado', señalaba el profesor Bobes. Al hilo de este tema, el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas comentaba que, 'tal y como anunció en abril la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, estamos trabajando en un nuevo proyecto de Ley para la prevención del consumo de bebidas alcohólicas en menores de edad y de sus efectos con la intención de retrasar la edad media de inicio en el consumo del alcohol, que se sitúa en nuestro país en 13,7 años; de dificultar el acceso de los menores a éste; y de armonizar la legislación existente en materia de alcohol y menores, homogeneizando de manera estatal la edad mínima de acceso al consumo de alcohol en 18 años'.
Por lo que se refiere a las nuevas sustancias emergentes, un tema que también les preocupa, a pesar de que nuestro país tiene un porcentaje de consumo 'bajo', no llegando al uno por ciento, una de las dificultades reside en el control de las mismas ya que, en ocasiones, se trata de productos que están legalizados y comercializados y que se usan para otros fines. 'Su popularidad y accesibilidad han aumentado en los últimos años, sobre todo, a través de Internet, tanto en Europa como en el resto del mundo, pues se trata de un fenómeno global. Aunque debemos prestar atención a este tipo de drogas, los datos nos indican que no es un fenómeno que en estos momentos sea alarmante, si bien en lo que hay que tener una especial vigilancia es en la aparición de nuevas sustancias y en las adulteraciones de éstas. Para ello tenemos un Sistema de Alerta Temprana, incardinado a nivel europeo para dar avisos sobre la proliferación de estas sustancias', ha manifestado Babín.
En otro orden de cosas, como han definido los expertos, existe una clara conexión entre el consumo de alcohol y drogas y determinados trastornos psiquiátricos (depresión, ansiedad, insomnio), que suelen ser la consecuencia del abuso de sustancias más que su causa. En este sentido, los expertos han señalado que, aunque hay cifras dispares, el riesgo de sufrir patologías psicóticas se multiplica por tres en los adolescentes que consumen alcohol y sustancias como el cannabis, en los que además se adelanta hasta en siete años el inicio de empezar a sufrir enfermedades mentales.
Por otro lado, está sobre la mesa la propuesta de distintas organizaciones para que la Unión Europea legisle sobre un etiquetado para el alcohol único en toda Europa. En este contexto, si bien que hay consenso en lo referente a las advertencias en el etiquetado sobre sus efectos sobre la conducción y los riesgos para menores y embarazadas, hay algo más de discrepancia en lo referente a los valores nutricionales. 'Los parlamentarios europeos están reclamando un etiquetado único para el alcohol en toda Europa, de nada sirve que haya restricciones en un país, si en otro se es más permisivo', concluía al respecto Bobes.