La pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de trabajar de manera coordinada y conjunta todos los servicios de salud de las comunidades autónomas, trasladando protocolos de actuación comunes a profesionales y directivos, adaptados a la idiosincrasia de cada comunidad autónoma. En la época de…
La pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de trabajar de manera coordinada y conjunta todos los servicios de salud de las comunidades autónomas, trasladando protocolos de actuación comunes a profesionales y directivos, adaptados a la idiosincrasia de cada comunidad autónoma.
En la época de pandemia que nos está tocando vivir, hacer benchmarking entre CC. AA. nos posibilita aprender de aquellas prácticas que han resultado más útiles, compartir protocolos de actuación y homogeneizar medidas sanitarias que han dado buenos resultados. Incorporar las prácticas exitosas y la experiencia aprendida en esta pandemia, se convierte en una oportunidad para reorientar el sistema sanitario cara al futuro.
Las sociedades científicas y, en este caso, la SEDAP tenemos un papel fundamental como catalizadores de la información y difusión de las experiencias de éxito de las CC. AA.
Esta pandemia nos ha enseñado que es necesario crear un modelo más resiliente, que afiance la Sanidad Pública en el estado de bienestar y contribuya al desarrollo social del país. Hemos visualizado la imperiosa necesidad de incorporar estrategias sociosanitarias, de integrar políticas sanitarias y sociales. Lo sucedido en las residencias de ancianos supone asumir un serio compromiso por parte de gobiernos y de las administraciones públicas para que estén incluidas estas residencias en el radar del sistema sanitario, fundamentalmente desde el ámbito de la Atención Primaria.
De ahí la necesidad de reforzar los servicios de Atención Primaria y de Salud Pública, por el papel fundamental que deben tener en el futuro, en la respuesta y control de la pandemia y de posibles pandemias que pudieran venir. Su esencia comunitaria y preventiva tenemos que potenciarla adecuándola a los nuevos tiempos y escenarios.
Los gobiernos tienen que ser conscientes de la importancia de invertir en el sistema sanitario, especialmente, en el ámbito de la Atención Primaria y la Salud Pública, que se vea reflejado en los presupuestos del Estado y de las comunidades autónomas. Ahora bien, esta mayor inversión tiene que ir unida a cambios culturales, organizativos y asistenciales que aporten valor.
Nos enfrentamos a la pirámide de población española: población envejecida, paciente mayor y, por tanto, con un mayor escenario de cronicidad, pluripatología, fragilidad y aumento de la esperanza de vida.
Esto supone un cambio de paradigma cultural en la atención sanitaria para dar respuesta a este perfil mayoritario de pacientes, pasando de la atención de lo agudo a la atención al paciente con enfermedades crónicas; de la atención puntual y a demanda, a la atención continuada, enfocándolos más en la prevención de la enfermedad, en la promoción de la salud y en el alivio del dolor y el sufrimiento.
Seguimiento proactivo de pacientes con enfermedades crónicas con el fin de que no se agraven sus patologías. Esto se ha puesto de relevancia en la pandemia y estamos asistiendo a otra epidemia invisible, que está aflorando en pacientes no COVID aumentando las tasas de morbimortalidad de manera inquietante. Una enseñanza para el futuro que ponga en marcha los mecanismos necesarios para compatibilizar la atención a pacientes COVID, con la atención al resto de pacientes con otras patologías crónicas y/o urgentes.
Potenciar todas las políticas de envejecimiento activo para retrasar la dependencia asociada a la cronicidad con actividades de salud comunitaria, fomentando entornos y estilos de vida saludables que faciliten el seguimiento de pacientes con dolencias crónicas y les permita alcanzar su máximo nivel funcional.
Vivimos en la época de la tecnología digital y la telemedicina aporta nuevas posibilidades en la atención sanitaria. Para potenciar esta modalidad de atención no presencial, hay que invertir en tecnología, en formación de profesionales y directivos y hay que dotar de competencias digitales a pacientes y cuidadores.
Pero en esta apuesta por la telemedicina, no podemos olvidar aspectos fundamentales de la calidad en la atención como la preservación de la intimidad, la confidencialidad, la accesibilidad, la ética y la equidad y, de nuevo, tenemos que poner en el foco en el paciente mayor, ya que no todos disponen de habilidades en el manejo de las nuevas tecnologías de comunicación. La atención a distancia debe estar consensuada con paciente/cuidador y no ser la única opción de atención para no abrir una brecha digital con pacientes y población. Debemos tener feedback de la satisfacción percibida por pacientes/cuidadores ante esta modalidad de atención.
La asistencia con medios telemáticos tiene que ser complementaria a la asistencia presencial buscando el equilibrio necesario entre ambas modalidades de atención, con protocolos que definan los criterios de inclusión, conjugando la estandarización con la asistencia sanitaria personalizada y con una valoración previa de riesgos y beneficios en función de las necesidades de cada paciente y su entorno.
En España no existe regulación de la telemedicina y resulta imprescindible, para continuar con su implementación, sentar las bases legales y establecer los límites de su utilización a través de guías de buenas prácticas telemáticas. De nuevo, quiero destacar la importancia del consenso entre CC. AA. para no crear más desequilibrios territoriales, garantizar la equidad, salvaguardando los derechos de ciudadanos y con las máximas garantías de seguridad de los datos de pacientes y profesionales.
En este escenario, la formación en competencias digitales de profesionales sanitarios es una prioridad y las sociedades científicas deben jugar un importante papel colaborativo. Desde la SEDAP, hemos puesto a disposición de los profesionales y gestores un curso para adquirir y mejorar las competencias digitales.
Todos los cambios necesarios tenemos que abordarlos manteniendo los estándares de calidad y, para ello, hay que primar aquellas actividades que generan valor en salud. Esto se viene trabajando desde hace tiempo desde diferentes sociedades científicas de distintas especialidades, tanto del ámbito de la Atención Primaria como del ámbito hospitalario, con posicionamientos en cuanto a las llamadas “recomendaciones de no hacer”. Es hora de ponerlas en marcha en su totalidad y seguir trabajando en este sentido.
Incorporar los cambios exige adoptar alianzas entre los agentes implicados en la salud, políticos, gestores, profesionales, pacientes y ciudadanía. La transformación es responsabilidad de todos los actores involucrados.
- Políticos comprometidos con un sistema sanitario que apueste por la excelencia, aplicando políticas sanitarias basadas en la evidencia científica y con una planificación estratégica no cortoplacista, sino a medio-largo plazo.
- Directivos y gestores formados, facilitadores del cambio, con capacidad de liderazgo y comprometidos con la ciudadanía, pero ese compromiso tiene que ir de la mano del conocimiento. La gestión es una profesión que necesita reconocimiento y desde las sociedades científicas apostamos por la profesionalización de la gestión sanitaria.
- Participación e implicación de los profesionales de la salud, para unir la excelencia clínica y el manejo de los procesos de gestión, facilitando, desde el ámbito directivo, estrategias que favorezcan un entorno para la participación de los profesionales en la toma de decisiones sobre la gestión sanitaria. Es necesario desarrollar las competencias profesionales; los nuevos roles profesionales; desarrollar sistemas de reconocimiento profesional; modelos retributivos orientados a resultados. Cuidar al profesional para generar motivación e ilusión en la transformación del modelo asistencial y que se sienta también parte responsable de ese cambio.
- Pacientes empoderados, informados y comprometidos, implicados en el cuidado de su salud, pero con acompañamiento continuo del profesional sanitario, con un papel activo en la toma de decisiones terapéuticas que le permita organizarse y desplegar todas sus capacidades para vivir más tiempo con un mayor grado de bienestar y calidad de vida en base a sus valores, deseos y convicciones.
- Ciudadanos que asumen sus responsabilidades cívicas. Difícilmente un sistema sanitario será sostenible si no consigue un nivel mínimo de compromiso de la ciudadanía, de ahí la importancia de trasladarles una información veraz, clara y fidedigna para poder exigir la asunción de la responsabilidad que le corresponde como ciudadano. Aprovechemos que vivimos en la época de la comunicación y las redes sociales para hacer educación sanitaria, especialmente, dirigida a población joven.