Soy médico de familia del Servicio de Urgencias de un hospital del Sermas. Paralelamente, cuando terminé la residencia, inicié mi actividad como voluntario-colaborador en una ONG llamada
ImaginaMÁS (Madrid), enfocada a la atención de personas que viven con VIH en cuestiones relativas a cómo abordar el diagnóstico reciente. Nuestro trabajo consiste en mostrarles las ventajas de una
buena adherencia al tratamiento antirretroviral, que considero una herramienta fundamental para mantener la pandemia controlada, ya que las personas con carga viral de VIH indetectable es sinónimo de intransmisible, es decir, no transmiten el VIH durante las relaciones sexuales sin protección.
Por otro lado, también trabajamos en la prevención del resto de ITS, enseñando cuáles son las lesiones fundamentales y
fomentando el uso de preservativo, además de la realización de pruebas rápidas (sífilis y VIH) todo ello para personas dentro del colectivo LGTBIQ+, aunque también se realiza atención a personas de orientación heterosexual.
En 2016, durante las charlas al grupo de apoyo de personas diagnosticadas de VIH, se reiteraba la cuestión de consumo de sustancias con interacciones con el tratamiento antirretroviral y, desde la ONG, llegaban casos de un
uso abusivo de sustancias psicoactivas con el objetivo de potenciar las relaciones sexuales, hacerlas más duraderas y placenteras, favoreciendo la desinhibición para la realización de prácticas sexuales. A este fenómeno sele denominó y se le denomina
chemsex.
Una noche durante la guardia, ingresó en Urgencias un paciente intoxicado con
chorri o
bote, según me comentó uno de sus acompañantes, sin añadir mucha más información. Afortunadamente, la evolución del paciente fue favorable, a pesar de una estancia en UCI.
Este caso me despertó más interés, sobre todo por la asociación entre el consumo de sustancias y las relaciones sexuales desprotegidas, una combinación peligrosa para el aumento de casos en VIH y del resto de ITS, que transforma el problema del
chemsex en una cuestión de Salud Pública. Sin olvidar el riesgo de adicciones que presentan estas sustancias.
Conocer las drogas de uso recreativo, una labor compleja pero necesaria
En este campo, además, hay una dificultad añadida: el conocimiento de drogas de uso recreativo se complica debido a la
gran cantidad de nombres que presenta una misma sustancia, algunos de ellos incluso contradictorio respecto al efecto que produce. A esto se une, la creciente aparición de nuevas sustancias psicoactivas de manera casi exponencial, sobre todo dentro del grupo de las catinonas como la mefedrona o la clofedrona, o una de las nuevas sustancias que están apareciendo desde hace algo mas de un año, como 2CB o
cocaína rosa,
tussi o
tussibí, como se le denomina coloquialmente. Esta aparición de nuevas sustancias hace que su distribución a través de internet u otras redes sea sencilla ya que no se consideran ilegales dentro del marco legislativo, lo que se denomina a estas sustancias como
legal highs.
Algunas de estas sustancias tienen un
poder muy adictivo, como la metanfetamina, y en otras el riesgo de sobredosis es muy alto, como ocurre con GHB/GBL (
chorri o
bote, antes mencionada), ya que tienen un margen terapéutico muy estrecho, motivo por el cual, suele ser la causa principal de fallecimiento de hombres que practican
chemsex, como nos ocurrió con algunos usuarios en la ONG. El uso creciente de esta forma de consumo hizo necesario adaptar la atención, ampliándola a consultas de psicología y sexología.
El perfil de usuario de
chemsex es totalmente diferente al que estamos acostumbrados, si lo comparamos con el perfil de consumo de heroína. Suelen ser hombres que practican sexo con hombres, de mediana edad en torno 25-30 hasta 45-50 años (en su gran mayoría) con un nivel adquisitivo medio/medio alto y con estudios universitarios o cualificados para sus trabajos. Suelen consumir una media de 3 a 4 sustancias diferentes y de distintos efectos.
No hay que olvidar que
esta práctica se asocia a un mal uso del preservativo, a olvidos en el tratamiento antirretroviral y/o uso irregular de la PreP, lo que aumenta el numero de casos de ITS, cuestión que se vio marcadamente acentuada durante el confinamiento en la pandemia de COVID-19 además del aumento en el consumo de las sustancias psicoactivas.
Desafortunadamente, asociado al consumo de sustancias, ha reaparecido la
vía de administración intravenosa, lo único que cambia es la sustancia utilizada, siendo la mayoría de las veces Metanfetamina (
tina,
T o
ice) o Mefedrona (
mefe o
miau-miau). Esta práctica se conoce como
slam o
slamming y las consecuencias infecciosas añadidas como celulitis, abscesos o endocarditis de cavidades derechas ya son conocidas en Medicina por el consumo de heroína en los años 80 y esto se debe principalmente a la falta de asepsia durante la venopunción.
Por otro lado, desde la ONG, vimos la necesidad que existía en el ámbito sanitario de dar conocimiento de las consecuencias que tiene la práctica del
chemsex, dar a conocer las nuevas sustancias, cuáles son los efectos que pueden producir, sus tratamientos tanto de forma aguda como saber cuales son las posibles circuitos de atención crónica a la drogodependencia que existen en la Comunidad de Madrid, los desconocidos CADs (Centros de Atención a Drogodependencia) u otras entidades como las ONG, que, a día de hoy, están especializados en
chemsex con un abordaje muy completo y multidisciplinar.
Inicialmente puede ser un tema difícil de tratar, que ya combina los temas tabús del sexo y del consumo de sustancias lo que hace, tanto por parte de los profesionales de la salud como por parte del paciente, una cuestión difícil de abordar a la hora de realizar una buena historia clínica por el sentimiento de enjuiciamiento o vergüenza. Sin embargo, no podemos olvidar que se trata de una situación que cuesta vidas, hay que
centrarse en la detección precoz del consumo problemático, prevención de ITS y disminución de riesgos.
En conclusión, los profesionales de la sanidad debemos tener conciencia de que el
chemsex se trata de
un problema de Salud Pública, que implica aumento de incidencia de VIH, ITS y de adicción a sustancias, que debemos tener conocimiento de las sustancias que se usan, saber prevenirlo y detectarlo precozmente y, sobre todo, tratar a los pacientes con las necesidades y el respeto que se merecen.
Desde ImaginaMÁS, con el propósito de acercar este problema a la población general se apoyan proyectos como la obra de teatro El Ge, un monólogo en el que Avelino Piedad se pierde en el laberinto del
chemsex y que puede contribuir a la concienciación sobre este problema social.