Doctor Gonzalo Pin Arboledas, coordinador del Grupo de Sueño y Cronobiología de la AEP, miembro del Grupo Sanitario de la Alianza por el Sueño y miembro de la Junta de la Fesmes
17 de abril 2024. 11:29 am
El sueño es un proceso evolutivo y activo que se inicia prenatalmente como resultado de un equilibrio biopsicosocial inestable y dinámico; su evolución depende de la armonía entre estos tres factores. Desde la infancia el sueño es necesario para un correcto desarrollo y una salud…
El sueño es un proceso evolutivo y activo que se inicia prenatalmente como resultado de un equilibrio biopsicosocial inestable y dinámico; su evolución depende de la armonía entre estos tres factores. Desde la infancia el sueño es necesario para un correcto desarrollo y una salud adecuada en los más pequeños.
Podemos definir el insomnio infantil como un retraso en el inicio del sueño (latencia del sueño) de más de 30 minutos de media por noche, tres o mas despertares nocturnos prolongados que ocasionan un deterioro del funcionamiento diurno y consecuencias diurnas en el niño y/o su entorno familiar al menos tres veces por semana, y al menos durante tres meses.
Entre los 12 y los 23 meses, más de dos despertares por noche que precisen intervención paterna que generen más de 60 minutos de vigilia en toda la noche puede ser indicativo de la presencia de problemas o de un trastorno del sueño. A partir de los 23 meses uno o más despertares de ese tipo se considera que debería ser evaluado.
El insomnio infantil se puede presentar como una dificultad para iniciar o mantener el sueño, un despertar antes de lo deseado o por la presencia de despertares nocturnos que requieran intervención y/o generen más de 60 minutos de vigilia durante le tiempo de sueño.
Entre las consecuencias diurnas de esta situación los padres refieren en el pequeño fatiga o malestar; deterioro de la atención, concentración o memoria; deterioro del rendimiento con la familia o los amigos; perturbación del humor o irritabilidad; somnolencia diurna; o problemas de conducta como la hiperactividad, la impulsividad o la agresividad.
Cifras preocupantes de insomnio infantil en España
En España, cuatro de cada diez menores de entre los 8 y 16 años no cumplen con las recomendaciones de horas de sueño de lunes a viernes exponiendo a niños y niñas a un mayor riesgo de padecer enfermedades mentales, como ansiedad, depresión, o abuso de sustancia.
En lo que se refiere a la población adolescente, la mitad de ellos duerme menos horas de las recomendadas. Con esta cifra, el 52,4% de los adolescentes van a clase con menos de 8 horas de sueño, lo que repercute en su rendimiento académico y en su capacidad de gestión afectiva y/o emocional.
Con la edad, el porcentaje de niños y adolescentes que duermen menos de lo recomendado va aumentando: de tercero de primaria a cuarto de la ESO se dedican 2 horas menos a dormir entre semana. Esto desencadena en el denominado Jetlag escolar, que hace que uno de cada tres escolares pueda presentar síntomas de somnolencia diurna y un cansancio que le impide desarrollar sus tareas y actividades con normalidad y en plenas condiciones
En una encuesta realizada por el Hospital Quirónsalud Valencia en la Comunidad Valenciana el 18.6 % de los menores de 6 años presentaban despertares por noche al menos 3 noches por semana y un 11.3% presentaban una latencia de sueño mayor de 30 minutos. En esa misma encuesta, el 52.8 % de los adolescentes valencianos de 14-15 años de edad acudían a clase habiendo dormido menos de 8 horas y un 17% mostraban síntomas de excesiva somnolencia diurna. El 34.5 % de los niños de 13 años opinaban que de manera habitual (al menos 5 días a la semana) dormían menos de lo necesario y el 24 % de ellos no se sentían descansados al levantarse.
Consecuencias de la falta de sueño
La población infanto-juvenil necesita dormir más horas porque se encuentran en una época de crecimiento físico, intelectual y emocional. El déficit crónico de sueño en esta población favorece una importante huella en su salud cuando son adultos y en su desarrollo mental.
El déficit de sueño y un sueño de mala calidad afecta a cada uno de los aspectos del desarrollo del niño y el adolescente desde una disminución de sus funciones cognitivas (inatención, problemas de concentración…), alteraciones del rendimiento escolar, dificultades en el control emocional y de los impulsos, así como una mayor incidencia de problemas conductuales y alteraciones psicológicas. También se afectan funciones como el sistema inmune, el área cardiovascular y diferentes sistemas metabólicos.
Entre los riesgos asociados a la falta de sueño con esta población es el aumento de probabilidades de sufrir obesidad, presentando 2,23 veces más de riesgo de presentar sobrepeso u obesidad.
El déficit crónico de sueño unido a su irregularidad horaria es un factor de riesgo para la salud mental del niño y del adolescente potenciando la presencia de ansiedad, depresión, o abuso de sustancias.
Riesgos en función de la edad y de la etapa del desarrollo
Si analizamos el sueño en las distintas edades, podemos ver cómo los riesgos y consecuencias son diferentes.
En la primera infancia el sueño, crucial para el crecimiento y desarrollo adecuados es esta etapa tan plástica del desarrollo. La hormona del crecimiento y el gran parte del sistema inmunitario precisan un tiempo de sueño adecuado y de calidad para su expresión fisiológica.
En le etapa preescolar los niños el déficit de sueño puede manifestarse por irritabilidad, cambios de humor y dificultades para concentrarse durante el día. También pueden tener un mayor riesgo de desarrollar problemas de comportamiento, como la hiperactividad y la impulsividad. En lo que se refiere a salud física, la falta de sueño se ha asociado con un mayor riesgo de obesidad, problemas cardiovasculares y diabetes tipo 2.
Por su parte, en edad escolar, el porcentaje de niños y adolescentes que duermen menos de lo recomendado va aumentando. Con ello crecen también los riesgos de un desarrollo irregular de la capacidad emocional, del crecimiento e incluso del sistema cognitivo del niño. El sueño inadecuado e insuficiente puede ocasionar otros problemas de salud como la hiperactividad, la impulsividad e incluso el bajo rendimiento académico, entre otros.
Por último, en la adolescencia, los problemas de sueño tienen un mayor riesgo de desarrollar trastornos del estado de ánimo, como la depresión y la ansiedad. También pueden experimentar un mayor riesgo de suicidio si el ambiente que les rodea lo condiciona. La mitad de los adolescentes duerme menos horas de las recomendadas.
Esta situación de falta de sueño puede afectar negativamente el rendimiento académico de los adolescentes, así como su capacidad para concentrarse, recordar información y tomar decisiones. En lo que se refiere a salud física, los adolescentes con problemas de sueño tienen un mayor riesgo de desarrollar obesidad, problemas cardiovasculares, diabetes tipo 2 y otras condiciones de salud física.