La diabetes y la obesidad son dos factores de riesgo que suelen presentarse de forma conjunta. El paciente con ambas condiciones tiene que saber que su esperanza de vida es menor y además tiene mermada su calidad de vida, según señala José Javier Calvo García, quien añade que por eso tiene que realizar un esfuerzo y ser consciente de las posibles repercusiones renales, visuales, infartos y amputaciones.
Y es que la obesidad y la diabetes constituyen un problema de Salud Pública de primera magnitud. La estrecha relación entre la obesidad, la diabetes y sus complicaciones está bien demostrada y tiene claras implicaciones con el tratamiento de estos pacientes. De hecho, tal y como apunta María José Gil Tebar, la obesidad y el sobrepeso son responsables del 44 por ciento de carga de diabetes y, por tanto, constituyen el principal factor de riesgo modificable de esta enfermedad.
En este contexto, la implicación del paciente y de su familia es fundamental para el abordaje del tratamiento. 'El adecuado tratamiento de la diabetes 2 requiere un abordaje simultáneo de sobrepeso, obesidad y el resto de los factores de riesgo cardiovasculares como hipertensión, dislipemia o tabaquismo', asegura la especialista, quien asegura que 'los programas destinados a la reducción de peso han demostrado que adelgazar con modificación del estilo de vida se asocia a una reducción marcada del desarrollo de diabetes, incluso superando a las medidas farmacológicas'.
Base del tratamiento
Así, la modificación del estilo de vida debe ser la base del tratamiento de la diabetes tipo 2, por lo que es importante aconsejar a los pacientes como conseguir objetivos realistas de pérdida de peso evitando crear expectativas irreales que generan ansiedad al paciente. Además, se debe contar con la introducción de programas estandarizados que incluyen cambios en el comportamiento, dieta y ejercicio. Solo la implantación de estas medidas son capaces de reducir el peso y mejorar los objetivos metabólicos en pacientes con diabetes 2. 'Estas intervenciones no solo son importantes al comienzo de la enfermedad, sino que deben mantenerse e intensificarse oportunamente a lo largo de la misma en pacientes que no consiguen un control glucémico adecuado', detalla María José Gil Tebar.
Por su parte, Alicia Taboada Duró propone dos frentes para abordar los factores de riesgo cardiovascular. Antes de que se desarrollen, centrándose en la educación en la población general, y una vez que ya están presentes en el paciente, a través de la modificación del estilo de vida y del tratamiento médico, ya sea farmacológico y/o quirúrgico. 'En mi opinión, afirma la especialista, para implicar al paciente hay que dedicar tiempo en la entrevista clínica a explicar el riesgo cardiovascular que conllevan ambas enfermedades, la relevancia que tiene el propio enfermo en modificar sus hábitos higiénico-dietéticos e instruirle en para qué sirve y cómo debe tomar la medicación'.
Implicación del paciente en su autocuidado
No hay que olvidar que es necesaria la colaboración del paciente y de su entorno en su autocuidado. 'Hay que implicar al enfermo en la responsabilidad del cuidado de su salud. En definitiva, empoderar a la persona y a su entorno para que tengan la capacidad de modificar la expectativa y calidad de vida'.
En esta misma línea se manifiesta Isabel Lledó Fillol al afirmar que se puede hacer frente a los factores de riesgo, haciendo que el paciente tome conciencia de su problema y sus consecuencias y, por supuesto, tratándolo con medidas higiénicas y tratamiento médico. Al paciente se le debe implicar en su enfermedad explicándole las consecuencias tanto a él como a su familia para que puedan implicarse en el control de su enfermedad.
Por su parte, Antonio Pose Reino reitera que la diabetes de tipo 2 y la obesidad están íntimamente relacionadas, de forma que para que en algunos pacientes se manifieste la diabetes desde el punto de vista clínico, éste tiene que hacerse obeso. La obesidad abdominal conlleva un aumento de la resistencia a la insulina y esto hace que un páncreas ya parcialmente agotado fracase en el control metabólico. Por eso, 'la forma de luchar contra esta situación que condiciona un especial riesgo por su asociación con la diabetes pero también con la hipertensión arterial es con una dieta restrictiva, buscando una restricción en el consumo de hidratos de carbono, pero también del total de calorías, adaptado a su edad y al peso. La disminución en la ingesta calórica tiene que ir acompañada de un mayor desgaste calórico y esto se consigue con ejercicio físico. Ambas medidas son complementarias y con un efecto aditivo y siempre se deben abordar en conjunto', puntualiza el experto.
Efectos a controlar
Para Antonio Pose Reino, el problema surge con que muchas de las estrategias terapéuticas utilizadas en el tratamiento de la diabetes conllevan un aumento de peso progresivo, como son las sulfonilureas, los secretagogos y la insulina. Mientras que otros como la metformina tienen un efecto neutro o incluso beneficioso para la pérdida de peso. En la actualidad, 'se dispone también de fármacos con diferente mecanismo de acción como la terapia basada en incretinas, especialmente los agonistas del GLP1 y los inhibidores de la reabsorción tubular renal de glucosa, que tienen un importante efecto sobre la reducción de peso, centrándose en la masa grasa. Además provocan un descenso de la presión arterial, que siempre beneficioso en el paciente diabético. Estos efectos beneficiosos a corto plazo se han mostrado especialmente útiles a largo plazo en morbilidad y mortalidad', indica el especialista.