La
enfermedad renal crónica es frecuente y se suele asociar a la presencia de enfermedad coronaria, insuficiencia cardiaca, arritmias, ictus y una mayor incidencia de muerte súbita.
La principal complicación de la
enfermedad renal crónica es la enfermedad cardiovascular. Por tanto, hay un aumento de eventos cardiovasculares y mortalidad relacionada con la
enfermedad renal crónica. Fundamentalmente, esto se debe al
perfil lipídico que presentan los pacientes con
enfermedad renal crónica, que conlleva un aumento del
riesgo cardiovascular.
En la
enfermedad renal crónica la dislipemia se asocia a un incremento del
riesgo cardiovascular, tanto en las primeras fases como en fase terminal, posiblemente debido a la disminución de su catabolismo renal.
La aterosclerosis en los pacientes con
enfermedad renal crónica, tanto preexistente como de nueva aparición, presenta una progresión acelerada, lo que hace que aumente la aparición de episodios cardiovasculares precoces.
Dislipemia
La
dislipidemia es un factor de progresión tanto de la
enfermedad renal crónica como de la
enfermedad cardiovascular y es uno de los principales factores de riesgo de cardiopatía isquémica, la cual constituye la primera causa de mortalidad en el mundo.
La prevalencia de
dislipemia en pacientes con
insuficiencia renal crónica puede llegar al 40%, lo que refuerza la idea de que la
dislipemia es frecuente en pacientes con
enfermedad renal crónica.
La aparición y evolución de la
enfermedad renal crónica favorece los cambios en el perfil lipídico: en los niveles de cLDL normales o discretamente elevados, cHDL bajo, triglicéridos elevados, mayor proporción de partículas de cLDL pequeñas y densas, y aumento de lipoproteína (a).
Además, los niveles de colesterol en
enfermedad renal crónica no siempre presentan una relación lineal con los eventos cardiovasculares, como ocurre en la población general.
Prevención cardiovascular
Ante esta situación, la
prevención cardiovascular en los pacientes de alto y muy alto
riesgo cardiovascular, incluidos los pacientes con
enfermedad renal crónica, es clave y la pauta con
estatinas es esencial.
En estudios de análisis de subgrupos con
estatinas, que incluyeron pacientes con
enfermedad renal crónica, se demostró beneficios similares en ambos grupos.
No obstante, hay discrepancias en los resultados obtenidos en relación al tratamiento con estatinas en función al estadio de progresión de la
enfermedad renal crónica. Un metaanálisis que incluyó a 21.295 participantes de 11 estudios clínicos concluyó que el tratamiento con
estatinas reduce la mortalidad total (p<0,0001) y los episodios cardio y cerebrovasculares (p=0,0001 y p=0,0022, respectivamente) en los pacientes con
enfermedad renal crónica que no requieren diálisis.
En cambio, el uso de
estatinas en pacientes con
enfermedad renal crónica en diálisis redujo la mortalidad cardiaca y los episodios cardiovasculares (p<0,05 en ambos), pero con un efecto no significativo sobre la mortalidad total y sobre los episodios cerebrovasculares.
Aumento del riesgo
Dado que la presencia de
enfermedad renal crónica implica un incremento significativo del
riesgo cardiovascular global, situando a los pacientes en riesgo alto o muy alto, las
estatinas juegan un papel fundamental en la prevención de la enfermedad aterosclerótica, por lo que son necesarias en la mayoría de los casos para lograr reducciones significativas de los niveles de cLDL, con objetivos en función del filtrado glomerular.
La continuidad del tratamiento con
estatinas está recomendada en los pacientes que inicien diálisis y que además tengan enfermedad cardiovascular arteriosclerótica.
Pacientes en diálisis
La evidencia para considerar su inicio en aquellos pacientes en programa de diálisis, principalmente sin enfermedad aterosclerótica establecida, es menor y no se ha demostrado un claro beneficio. En caso de enfermedad coronaria asociada, las
estatinas sí parecen ser predictor independiente de reducción del riesgo de muerte cardiovascular.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Cardiología José Miguel Chopo Alcubilla, David Brun Guinda y Enrique Castillo Lueña, del Hospital Miguel Servet, de Zaragoza.