La exploración complementaria básica para el diagnóstico y seguimiento de cardiopatía congénita en general es la ecocardiografía con doppler color. Dicha técnica permite explorar la morfología cardiaca y su funcionamiento, tanto muscular como valvular, pudiendo medir disfunciones y diferenciales de presión entre cavidades. Como máximo…
La exploración complementaria básica para el diagnóstico y seguimiento de cardiopatía congénita en general es la ecocardiografía con doppler color. Dicha técnica permite explorar la morfología cardiaca y su funcionamiento, tanto muscular como valvular, pudiendo medir disfunciones y diferenciales de presión entre cavidades. Como máximo exponente de esta técnica existe la Angio Power 3D o ecografía tridimensional de alta resolución, que es capaz de visualizar malformaciones cardiovasculares doblando la sensibilidad de la ecografía bidimensional hasta alcanzar el 95%. Entre otras exploraciones que se utilizan, destaca la Resonancia Magnética Cardiaca, que permite también el estudio detallado de las estructuras del corazón y vasculares, disponiendo de la posibilidad de administrar contraste endovenoso para el estudio de los flujos valvulares y en comunicaciones entre cavidades.
Si lo que se pretende estudiar es el funcionamiento eléctrico del corazón, se realizarán electrocardiogramas y/o holter-ECG de 24h para su seguimiento. Todas estas pruebas son inocuas para el paciente y no requieren de preparación específica para su realización, los que las hace idóneas para el estudio de patologías pediátricas.
Clasificación
El seguimiento del niño con cardiopatía congénita dependerá de su gravedad. Así, cardiopatías leves sin repercusión hemodinámica, como pequeñas comunicaciones izquierda-derecha, estenosis pulmonar leve, válvula aórtica bicúspide poco estenótica y el prolapso mitral sin insuficiencia valvular, no requerirán controles extraordinarios una vez diagnosticados por un cardiólogo, ya que no repercutirán en la salud del niño ni en su pronóstico vital.
Por su parte, las cardiopatías asintomáticas pero potencialmente progresivas, como comunicaciones interventriculares más grandes, deberán llevar un seguimiento más estricto por el cardiólogo pediátrico, puesto que en algunos casos es necesaria cirugía o cateterismo intervencionista en la primera infancia. En los casos más graves de cardiopatía congénita que presenten sintomatología en las primeras semanas necesitarán cirugía temprana para su corrección. Los controles por el cardiólogo se programarán en función de la gravedad y evolución de los síntomas e irán dirigidos a determinar el momento idóneo de la intervención y el aceptable crecimiento ponderal del niño.
Controles específicos
Los niños con cardiopatías congénitas leves y crecimiento ponderal normal no requieren controles especiales, por lo que deben seguir el programa habitual de visitas pediátricas y la alimentación recomendada para su edad. En los niños con cardiopatías más graves, sobre todo las que condicionan aumento de la presión pulmonar o causan cianosis cutánea, hay que tener en cuenta que pueden aparecer problemas de desnutrición causados por la hipoxemia tisular. En estos niños, se recomienda una dieta hipercalórica fraccionada, adaptada a la edad, en pequeñas cantidades varias veces al día, dado el mayor gasto energético que sufren por esta patología.
También hay que tener en cuenta que la anemia suele ser habitual y precisará de suplementos de hierro. En los casos más graves con insuficiencia cardiaca, la ingesta de sal se reducirá para evitar sobre ingesta compensatoria de agua.
Deporte
A la hora de hablar de deporte, hay que recordar que puede mejorar el estado físico de un niño con cardiopatía congénita además de ser una herramienta de integración. Pero antes de iniciar una actividad deportiva, es necesario realizar una valoración completa de la situación cardiovascular con el objetivo de disponer de toda la información posible de la situación del paciente.
En general, en el niño con cardiopatía benigna no es necesario restringir la actividad física ni el deporte de competición. En los niños con cardiopatías leves están permitidas las actividades recreativas y hacer deportes de competición poco o moderadamente intensos, aunque hay que tener en cuenta que hay que dejar al niño descansar si se encuentra cansado. Los niños con cardiopatía moderada pueden seguir actividades recreativas poco o moderadamente intensas y también la competición poco o moderadamente intensa si tras una prueba de esfuerzo se objetiva que no existen riesgos para el corazón. En los pacientes con cardiopatía grave se debe prohibir la actividad recreativa intensa y solo se recomiendan las poco intensas.
En los niños portadores de conductos artificiales y en los que llevan válvulas y toman medicación anticoagulante se desaconseja la práctica deportiva con riesgo de colisión, como puede ser el rugby. Por último, en las cardiopatías con posibilidad de hipertensión arterial se recomienda un estudio previo para comprobar los niveles de HTA durante el ejercicio y aquellos pacientes con riesgo de síncope no deben practicar deportes que supongan un riesgo adicional a la pérdida súbita de conciencia (como motociclismo o alpinismo).
Crecimiento
Las cardiopatías congénitas pueden tener impacto tanto en el crecimiento como en el desarrollo. El trastorno del crecimiento tiene que ver con la desnutrición, causada por la repercusión hemodinámica. Los portadores de una cardiopatía congénita con flujo pulmonar aumentado son los más afectados. La afectación sistémica y digestiva en la disminución de la ingesta se produce como respuesta a la taquipnea, infecciones respiratorias, fatiga a la alimentación, perfusión intestinal y esplénica disminuida ya la hipoxia.
Además, el desarrollo intelectual puede estar comprometido desde los dos meses. La incapacidad funcional en el SNC y el deterioro en el desarrollo cognitivo aparece, sobre todo, con lesiones cianógenas y con flujo pulmonar disminuido, ya que los niños pueden desarrollar una situación de crisis de hipoxia o crisis hipercianótica.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina de Familia Ramón Noguera Rodríguez, Ana Guarch Ibañez, Antoni Vericat Roure y el endocrinólogo Abelardo De Unzueta Merino, de Barcelona.