Cuando hablamos del suicidio la conversación se centra en las personas que comenten en mismo, cuando en realidad, es un acto que afecta también a todo su entorno. Es por ello, que esta última entrevista realizada por EL MÉDICO, con el apoyo de ORGANON, hablamos con
Marina Díaz Marsá, jefa de la Unidad de TCA en Hospital Clínico San Carlos y vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEPSM), sobre qué pasa después de un intento de suicidio y de qué ocurre con el entorno tras un
suicidio consumado, los llamados supervivientes del suicidio.
Para empezar, la experta define a los supervivientes del suicido como “aquellas personas a la que el suicidio le ha supuesto un
gran impacto emocional en su vida. Muchas veces no tienen por qué ser familiares, sino personas que tenían vínculos muy importantes con la persona que se ha suicidado”. De esta forma, no hay que confundirlo con alguien que sobrevive a un intento de suicidio, “ahí está estaríamos hablando de una persona que está en riesgo de cometer un suicidio”, aclara la experta.
Riesgo de suicidio tras una tentativa
Estas personas se denominan así, precisamente porque por cada suicidio consumado, hay unas 20 tentativas de suicidio; y generalmente el 90 por ciento de las personas que tienen una tentativa tienen una patología mental. “En general son personas que tienen trastornos depresivos de ansiedad. Algunos son trastornos bipolares. Se dan también en muchos trastornos de personalidad”. En cambio, matiza que en adolescentes se relaciona con
trastornos de conducta, por ejemplo, en negativistas desafiantes e incluso en pacientes que tienen trastornos de conducta alimentaria. “Lo más importante para la evolución es hacer un diagnóstico para dar con el tratamiento adecuado”.
Dado que se precisa de una atención muy concreta, es necesario tener este perfil de paciente definido y localizado. Es por ello que, la atención que requiere este perfil es diferente así, Díaz Marsá recuerda que en España se puso en marcha el ‘Estudio Survive’, en el que participan diferentes centros de investigación y hospitales y que está destinado a estudiar las conductas y los reintentos de suicidio. Además, desde la
Fundación ANAR se realizó un análisis de las conductas suicidas producidas entre los años 2020 y 2022 en adolescentes y se vio que se había triplicado el número de intentos y de ideación suicida. “El aumento de la conducta suicida se está dando en población joven y eso nos habla de desesperanza, de impulsividad, de falta de expectativas de futuro y muchas veces nos habla de aislamiento y de soledad”.
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Un seguimiento estrecho e inmediato
En estos supervivientes a un primer intento de suicidio, lo que hay que hacer es “un seguimiento muy estrecho inmediato. Se recomienda que tengan una visita al psiquiatra en los siete días posteriores a intentar el suicidio. Luego hay que hacer un
plan personalizado de apoyo, no dejar sola a la persona, evitar que haya medios al alcance que puedan facilitar la conducta suicida y también informarles de los teléfonos de información y de ayuda para esta conducta de riesgo”. No obstante, “el intento de suicidio es el marcador de riesgo más importante para otra tentativa”.
Al respecto de estos perfiles, también hay otros rasgos a tener en cuenta. Así, por ejemplo, la experta aclara que un intento de suicidio grave sería que el que es
altamente letal. Es decir, que tiene un método más violento, como la precipitación. También el que tiene consecuencias físicas importantes derivadas de esa conducta suicida y que no tiene una alta rescatabilidad, es decir, no hay nadie que pueda darse cuenta de esa tentativa para detenerla. “Estos casos requieren de mayor atención, de ingreso hospitalario y de un seguimiento más estrecho”, apunta la vicepresidenta de la SEPSM.
El papel de la familia y el entorno
Volviendo a esos supervivientes de suicidio, tras una tentativa, el papel del entorno del paciente es fundamental, como insiste la experta. “El papel de la familia y el entorno es fundamental porque tienen que entender que
nadie hace un intento de suicidio para llamar la atención. Al final se trata de buscar los medios de apoyo, apoyar, acompañar, entender y buscar ayuda especializada”.
Pero a veces esa ayuda no es suficiente y la persona acaba ejecutando el suicidio. Y es aquí cuando de nuevo la situación en la que queda esa familia o ese entorno también precisa de atención, como explica Marina Díaz Marsá. No obstante, se trata de un duelo que puede ser complicado. “Cuando la pérdida es por un suicidio primero hay una cierta
incredulidad, luego está la
rabia, pero esa rabia tiene que dar paso a la
tristeza que conlleva la pérdida”. Sin embargo, en los supervivientes de un suicidio hay dos factores claramente diferenciadores, que son la
culpa y la
vergüenza.
“Estas personas siempre se preguntan qué podían haber hecho y la culpa muchas veces hace que el duelo se complique”, matiza la jefa de la
Unidad de TCA en el Hospital Clínico San Carlos. Luego está el tema de la vergüenza, que es el estigma relacionado con la salud mental. “Especialmente el no hablar de que la persona que ha fallecido se ha suicidado, por el miedo a ese estigma asociado”. A este respecto, la experta responde que “el suicidio es una tragedia de una persona que ha tenido una dificultad para afrontar la vida y no hay que tener vergüenza por ello”.
Asimismo, sobre la culpa reflexiona que “tenemos que prevenir, tenemos que informar y tenemos que intentar poner las medidas necesarias para prevenir los suicidios, pero hay situaciones que simplemente no se han podido evitar. Ahí tenemos como sociedad un trabajo importante”.
Supervivientes de suicidio y duelo complicado
Todos estos factores hacen que muchas de estas personas caigan en lo que se denomina duelo complicado, que se entiende como tal cuando la sintomatología dura más de 12 meses y limita la vida de las personas. En estos casos,
hay que pedir ayuda, tanto a nivel de atención especializada, como en grupos de autoayuda. Y es que “contar con otros supervivientes de suicidio supone compartir la experiencia con otras personas que han pasado por la misma situación que tú y eso ayuda a poner encima de la mesa las emociones, ayuda a trabajar la culpa, el estigma y la vergüenza y suelen ser muy útiles”, apunta la psiquiatra. Por ello, conocer estos recursos es importante también desde Atención Primaria para tomar medidas, para que este duelo complicado no acabe por ser un duelo patológico.
“Hay que hablar del trauma, no hablar de ello, no lo mejora, sino todo lo contrario. Hay que hablar de lo que ha pasado, llorar lo que ha pasado y de alguna manera también rescatar los momentos buenos y las experiencias vividas. Parece que todo queda en el suicidio y antes del suicidio ha habido una vida”, reflexiona la entrevistada.
Cuidar la salud mental de los supervivientes
Todo ello para
evitar que este duelo se convierta en un trastorno depresivo, en un trastorno de ansiedad o en otro tipo de trastorno mental. Además, cabe tener en cuenta que “si tú tienes un familiar que se ha suicidado, la vulnerabilidad para la depresión y la ansiedad probablemente esté genéticamente determinada y tú también tengas más riesgo”.
No obstante, “es habitual que en una familia que haya habido un suicidio, haya
antecedentes de otros suicidios en la familia”. Por último, la experta no olvida que también hay que prestar atención a las situaciones sociales que muchas veces pueden condicionar estas conductas.