La dieta mediterránea puede beneficiar la tasa de gestación y la salud del bebé en camino en mujeres menores de 35 años. Así lo pone de manifiesto un estudio llevado a cabo por la Universidad de Monash, la Universidad de Sunshine Coast y la Universidad del Sur de Australia, y publicado en el medio especializado
Nutrients. En concreto, establece que mantener
una dieta saludable, variada y equilibrada como la dieta mediterránea puede mejorar la fertilidad femenina y masculina.
A este respecto se pronuncia Pascual Sánchez, cofundador y director médico de Ginemed. El expertoasegura que “
lo que comemos durante la búsqueda de un embarazo o un tratamiento de reproducción asistida es igual de importante que otros factores externos que impactan en nuestra fertilidad”.
En relación a la dieta mediterránea, Pascual explica que el consumo de carne roja es suplantado por carnes blancas y huevo. Asimismo, se debe agregar la ingesta de productos lácteos, enriquecidos con vitamina D y preferentemente desnatados. Igualmente, las grasas naturales serán aportadas en forma de aceite de oliva, frutos secos y semillas.
Mejorar la fertilidad
En España, se estima que la infertilidad afecta al 15-20 por ciento de las parejas. En la última década estas cifras han ido creciendo. Especialmente, debido, además de al retraso de la maternidad y al contexto socioeconómico. Pero también a factores relacionados con hábitos de vida poco saludables, como el consumo de tabaco y alcohol y la mala alimentación.
Así, al respecto de cómo la dieta mediterránea puede mejorar la fertilidad, los datos apuntan a que los
antioxidantes pueden mejorar la calidad espermática del varón. Igualmente, los alimentos ricos en antioxidantes pueden contribuir a la
ralentización del envejecimiento ovárico.
Cabe recordar que las propiedades antioxidantes se encuentran principalmente en vitaminas de los grupos A (leche, hígado, mantequilla y huevos), C (papayas, fresas, naranjas y kiwi) y E (nueces y semillas, espinaca y la col rizada); betacarotenos (naranjas, zanahoria, mangos, calabaza, brócoli, boniato y calabacín); zinc (carnes rojas, carnes de ave, ostras y otros mariscos, y el cereal fortificado); y selenio (cereales, leguminosas, pescado, pan integral y frutos secos).