Cada día existe una mayor evidencia científica entre el deterioro cognitivo de las personas mayores y su salud cardiovascular. Varios estudios han identificado el papel de las enfermedades cardiovasculares (ECV) como causantes de síndromes cognitivos, incluidos el deterioro cognitivo y la demencia. Asimismo, se conoce el papel coadyuvante que juegan los factores de riesgo cardiovascular, como la diabetes y la hipertensión, principalmente en la manifestación de la
enfermedad de Alzheimer.
Estos hallazgos subrayan la importancia de los factores de riesgo cardiovascular, incluso en fases subclínicas, como
impulsores significativos del deterioro cognitivo. La interacción entre estos factores durante las fases preclínicas del deterioro cognitivo y demencia aún no se comprende completamente, a pesar de su creciente impacto debido al envejecimiento demográfico y la carga creciente de estos factores.
La doctora María Ángeles Moro, del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (
CNIC), resaltó recientemente en la ‘CNIC Conference 2024’ que “la demencia, particularmente, el alzhéimer, no solo es una enfermedad cerebral, sino que también está fuertemente influenciada por la salud vascular”. E incidió en la necesidad de reconocer
las alteraciones vasculares como factores principales en el estudio de la demencia.
En ese contexto, subrayó que urge profundizar en la investigación de los mecanismos subyacentes y las interacciones entre salud cardiovascular y deterioro cognitivo. De ese modo, se podrán
desarrollar estrategias preventivas efectivas ante este creciente desafío, destacó la especialista.
Enfermedades interrelacionadas
La relación entre enfermedades cardiovasculares y la demencia en las personas de más edad ha sido objeto de diversos estudios y análisis. Se ha demostrado que
la salud vascular cerebral es fundamental para mantener la función cognitiva adecuada. Una alteraciones en estos vasos pueden contribuir a la aparición y progresión de enfermedades neurodegenerativas.
En la mencionada conferencia, expertos de renombre mundial como
el doctor Valentín Fuster y la doctora Marta Cortés Canteli compartieron sus investigaciones al respecto.
La doctora Cortés Canteli, del CNIC y del
Instituto de Investigación Sanitaria-FJD, enfatizó que “las enfermedades neurodegenerativas tradicionalmente vistas como cerebrales están demostrando tener un fuerte componente vascular”.
Explicó que las alteraciones crónicas en los vasos sanguíneos cerebrales pueden jugar un papel fundamental en la salud cerebral, afectando directamente a los
sustratos neurales responsables de la cognición. “Tenemos más de 500 kilómetros de capilares cerebrales y cualquier alteración crónica en estos vasos puede tener un impacto considerable en nuestra salud cerebral”, añadió.
“Es esencial reconocer la
naturaleza multifactorial de estas enfermedades”, advirtió la doctora Cortés, señalando que los procesos vasculares y neurobiológicos no solo coexisten, sino que pueden estar interrelacionados. “En algunos pacientes, el daño vascular puede preceder al deterioro cerebral, mientras que en otros puede ser al revés”.
Factores de riesgo cardiovascular
Por su parte, el doctor Fuster, director general del CNIC, se centró en el hecho de que los factores de riesgo cardiovascular pueden
predisponer y potenciar el deterioro cognitivo en las personas mayores.
Algunos estudios han demostrado que las enfermedades cardiovasculares pueden afectar directamente a la estructura y función del cerebro. Por ejemplo,
la aterosclerosis puede reducir el flujo sanguíneo al cerebro, lo que puede llevar a daño cerebral y pérdida de funciones cognitivas.
El doctor Fuster subrayó la necesidad urgente de abordar los factores de riesgo cardiovascular para prevenir el deterioro cognitivo. Según su criterio, “el control adecuado de estos factores es esencial y representa una oportunidad crucial para
prevenir la demencia”.
Como conclusión, los expertos coincidieron en que la identificación temprana y el control de los factores de riesgo cardiovascular pueden ofrecer una ventana para prevenir o retrasar el desarrollo de la demencia. “El conocimiento actual nos proporciona herramientas efectivas para
intervenir y preservar la salud cerebral”, concluyó el doctor Fuster.