Los ancianos son una población vulnerable que presenta una alta comorbilidad asociada a la polimedicación y a unas condiciones fisiopatológicas que hacen más probable la aparición de reacciones adversas a medicamentos, interacciones, olvidos y confusiones. Se calcula que los mayores de 65 años consumen el…
Los ancianos son una población vulnerable que presenta una alta comorbilidad asociada a la polimedicación y a unas condiciones fisiopatológicas que hacen más probable la aparición de reacciones adversas a medicamentos, interacciones, olvidos y confusiones. Se calcula que los mayores de 65 años consumen el 30 por ciento de los fármacos. Aunque es un grupo heterogéneo, la soledad, que les hace dependientes, el aislamiento social, la disminución de la capacidad intelectual, la pérdida de memoria, los problemas nutricionales y los cambios de composición corporal caracterizan a este tipo de pacientes.
Todo esto hace que puedan aparecer interacciones farmacológicas, que unido a la complejidad de la pauta posológica, a la presencia de síndromes geriátricos, como depresión, caídas, incontinencia urinaria, trastornos del sueño, dolor persistente, y al deterioro cognitivo son factores que dificultan la adherencia al tratamiento.
Y es que los los ancianos representan el 70 por ciento del gasto farmacéutico y representan el 17 por ciento de la población. Un número importante de estudios apuntan a que existe un consumo excesivo de fármacos en este grupo poblacional, con una media diaria de entre 4,5- 8 fármacos por persona y día.
Interacciones
En este entorno, no es infrecuente que los pacientes polimedicados tengan interacciones en sus tratamientos. Uno de los problemas principales, que la informatización de la Sanidad está paliando, son las visitas al especialista en las que cada facultativo prescribe un tratamiento, lo que provoca duplicidades. En otros casos, el paciente refiere a su médico un efecto secundario de un determinado fármaco, que se intenta solucionar cambiándolo, lo que provoca una cascada de medicamentos.
Con respecto al objetivo de HbA1c, los especialistas coinciden al señalar que debe individualizarse y consensuarse con el paciente y sus cuidadores para poder llevar a cabo un análisis del riesgo/beneficio del tratamiento antidiabético, teniendo en cuenta el estado general del paciente, sus comorbilidades, el riesgo de hipoglucemias, su capacidad de autocuidado y su expectativa y calidad de vida.
Variabilidad de objetivos
No obstante, hay que tener en cuenta que el objetivo varía según las características del paciente. Así, para ancianos diabéticos menores de 65 años y sin comorbilidad asociada, se fija en una HbA1c entre 6,5-7,5 por ciento. Por su parte, para pacientes frágiles, dependientes, con enfermedad multisistémica, institucionalizados y/o con demencia, donde el riesgo de hipoglucemia es alto, el control de los síntomas y evitar una descompensación metabólica debe ser lo primordial y el objetivo de HbA1c será 7,5-8,5 por ciento.
En el grupo de pacientes entre 65 y 75 años con más de 15 años de evolución de diabetes que no presenten complicaciones ni comorbilidades graves se fija el objetivo de HbA1c entre un 7-8 por ciento.
A la hora de prescribir el tratamiento se deben tener en cuenta varios aspectos, como la función física, afectiva y cognitiva. La evaluación clínica del anciano con DM2 debe ser la base principal para establecer los objetivos terapéuticos. En primer lugar se deben centrar en las recomendaciones de cambios en el estilo de vida, donde deben evitarse las dietas restrictivas. En la medida de lo posible, se debe fomentar el ejercicio físico regular.
Prescripción
El tratamiento para la diabetes 2 debe ser personalizado y en función de cada paciente. Por eso, el objetivo del tratamiento puede variar desde perseguir aliviar los síntomas debidos a hiperglucemia en el anciano muy frágil a evitar las complicaciones agudas, así como la prevención primaria y secundaria de complicaciones crónicas.
Hay que tener en cuenta que entre un 30 y 40 por ciento de los mayores polimedicados no cumple total o parcialmente los tratamientos prescritos. Para mejorar la adherencia, los especialistas recomiendan unas pautas entre las que se encuentran prescribir el menor número de fármacos posible, dosis terapéuticas apropiadas, control de la repetición de tratamiento, valorar los posibles efectos indeseables y las interacciones medicamentosas, intentar el menor número de tomas diarias, explicar claramente como se debe administrar un tratamiento y asegurarse que el paciente/cuidador lo ha entendido correctamente. En este sentido, es recomendable que el paciente/cuidador acuda a la consulta con toda la medicación que está tomando para poderla revisar y también hay que tener cuidado con la automedicación, sobre todo con analgésicos, laxantes y ansiolíticos.
Para asegurar el cumplimiento terapéutico, la estructura familiar y el apoyo social son claves. Por ese motivo, es importante que los familiares cuidadores tengan la mayor información y conocimiento sobre la patología.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina General Ángel Rodríguez Baelo, César López Álvarez, Emilio González Afonso, Juan Gago Prada, Camila Fraga González y Manuel González Vázquez, del Centro de Salud O Barco, en Barco de Valdeorras, Ourense; Tomás Dalama González, José María Pardo Hortal, Pedro Blanco Iglesias y Alfonso Patricio Novoa, del Centro de Salud de Verin, Ourense; Ramón Suárez Prado, Jaime Escofet Comas, Francisco Bujalance Cañete, César Antonio Romero García, Florencio Martín Hernández y Gerardo Iglesias Lobejón, del Centro de Salud San Roque, Vilagarcía de Arousa, en Pontevedra. Cristina Díaz Grandío, Pilar Prieto Castro, Isidro Álvarez Choren,Javier Gómez Garbana, José Manuel Rodríguez Macia, Francisco Bacariza Piñón, Alberto Bravo Pereiro y Manuel Francisco Tarrio Tobar.