El papel de la Enfermería tiene una gran importancia para la promoción de los estilos de vida saludables en pacientes con patología crónica, sobre todo en la diabetes, donde es clave conseguir que los pacientes comprendan la importancia que tienen los cambios en los hábitos de vida y las medidas encaminadas a conseguir estos objetivos.
Por eso, los profesionales de Enfermería deben garantizar la recomendación de esos cambios y valorar su seguimiento. En este sentido, la coordinación con el equipo de salud del centro y de atención de Enfermería domiciliaria son claves. Esta atención se canaliza a través de las visitas domiciliarias, de acuerdo a los criterios de inclusión establecidos con el equipo de trabajo, priorizando las visitas a los pacientes diabéticos que no asisten a la consulta, los que han obtenido el alta hospitalaria con incapacidad para el desplazamiento, los que tienen dificultades de adherencia al tratamiento y los que presenta una situación familiar donde el anciano viva solo.
Para ofrecer información sobre la enfermedad, una opción es que los médicos y el personal de Enfermería impartan unas charlas sobre los riesgos de la mala adherencia al tratamiento, las normas higiénico-dietéticas y la realización de ejercicio físico, así como la forma de actuar en casos de hipoglucemia, de infecciones concomitantes, dosificación de la insulina y demás aspectos de la enfermedad. La educación debe comenzar desde el momento del diagnóstico y continuar sistemáticamente con consejos regulares en sesiones sucesivas.
Programas de educación
La obesidad y el sedentarismo son los factores más identificados como las causas más destacadas de DM2 por lo que los programas de educación deben de insistir en la necesidad de que los pacientes adopten una alimentación saludable y practiquen ejercicio de forma regular.
Aunque los datos varían dependiendo de las zonas geográficas, el porcentaje de pacientes con sobrepeso/obesidad que acuden a las consultas de primaria se sitúan en el 60 por ciento aproximadamente, de los que el 30 por ciento son diabéticos.
En este contexto, es necesario recordar que la obesidad moderada triplica el riesgo de padecer diabetes en las edades media de la vida. Una vez manifestada, los obesos tienen mayor riesgo de mortalidad por la diabetes que los delgados y una pérdida de peso en estos pacientes se asocia a una reducción del 25 por ciento de la mortalidad en un seguimiento posterior. Por eso, la distribución de nutrientes en la dieta debe seguir unas recomendaciones. De las 1500-2000 kcal/día entre el 10 y el 20 por ciento deben ser proteínas, entre el 50 y el 65 por ciento de hidratos de carbono y entre el 25 y el 35 por ciento lípidos.
Si los pacientes con diabetes superan un IMC superior a 30 se recomienda derivarlos al endocrinólogo para su seguimiento.
Ancianos que viven solos
Cada vez existen mas problemas para llevar a cabo las recomendaciones en pacientes ancianos con diabetes 2 que viven solos. En estos casos hay que educarles en la preparación de los alimentos adecuados, facilitando programas de ayuda que incluyan llevar a domicilio una dieta adaptada a sus necesidades. Los únicos alimentos prohibidos en un paciente con diabetes 2 son los alimentos que contienen azúcares de absorción rápida, como son el azúcar, las bebidas azucaradas, la bollería, los dulces, y las golosinas; los alimentos ricos en grasas y en alcohol. El resto de los alimentos se pueden comer, pero siempre en su justa proporción.
Por eso, los ancianos que viven solos precisan u asesoramiento mas continuado, deben estar en contacto con centros de urgencia por si tienen hipoglucemias, tener un seguimiento más exhaustivo y evitar tratamientos que puedan producir hipoglucemias. En el paciente anciano hay dos claves muy importantes: evitar el sedentarismo y adecuar unas rutinas de actividad física que como principio fundamental tengan el evitar caídas o lesiones.
También hay que considerar los casos de los ancianos que viven solos sin ayuda de sus familiares ni de la ley de la Dependencia. En estos casos, para su control se aconseja el ingreso en residencia de ancianos, hogares de pensionistas e incluso centros de día, en los que tengan garantizados unos mínimos de alimentación reglada y apropiada a su problema de salud.
Ejercicio físico
Estos son los casos extremos. En líneas generales, hay que hacerles ver que el ejercicio mejora el control glucémico e influye positivamente en la hipertensión, la dislipemia y el sobrepeso. Por eso, se recomienda un mínimo de 150 minutos semanales de actividad física aeróbica repartidos en tres días a la semana, aunque su prescripción debe hacerse de forma individualizada teniendo en cuenta las características del paciente.
Es necesario destacar que es bueno que el paciente vea al ejercicio como algo imprescindible para su supervivencia. Una ventaja es que a medida que va haciendo más ejercicio, se va a encontrar mejor y él solo lo va considerar como algo imprescindible, ya que las endorfinas cumplen bien su cometido.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores de Atención Primaria Josefina Aparicio Velasco, Isabel Gómez Martínez, Teresa Barrio de Miguel y Mónica Yolanda Jara Peñacoba, de Móstoles; Mª Sol Araujo Luis, Belén Herranz Zamorano, Ana Belén López Herranz, Mª Teresa Pancorbo Pérez y Sofía Iglesias Papadopoulou, del Centro de Salud Los Ángeles, de Madrid; Luis Pablo De Benito Cordón, especialista en Medicina Interna; Sergio Abán Alique, cardiólogo, y Cipriano Gascón Cuesta y Javier Minuesa Cortijo, médicos de Familia, de Cuenca; Nuria Carnero Naharro, Carmen Díaz Casado de Amezúa, José Fernández Millán, Pablo Estrada Ortiz y José Alberto Alameda Díaz, médicos de Familia en el Centro de Salud de Arroyo de la Miel; Rodrigo Mayo Cabeza, Mónica Krag Jiménez, José Antonio de la Vega Garía y Manuel David Torres Villalón, del Centro de Salud Fuengirola Oeste; Fernando Villena Martín, Luis Carlos Abajo Quintana, Juan Melguizo Rodríguez, José Luis Espinosa Martínez y Rafael Tercero Padial, Granada;
Y también los médicos de Atención Primaria Manuel Baena Jiménez, del Centro de Salud Poniente; Luis Latorre Rus, del Consultorio La Guijarrosa, y José Miguel Marín Pérez, del Centro de Salud Castilla del Pino, todos en Córdoba; Francisco Sánchez Jimena, José Rodríguez Serrano, Enrique Quesada Quesada, Luis Gallart Cervi, Juan Bautista Hernández Liébanas, Joaquín Rosa Jiménez, de Alcalá la Real; Juan Carlos Martí Canales, Manuel Ramírez Sampedro, Alejandro David Durán Saez y Justo Cabrera Iboleón; los médicos de Familia del Centro de Salud de la Zona Centro Isabel Garrido Acero, Rafael García Pérez, Bartolomé Leal Correa, Joaquín Corrales Haba y Javier Álvarez Domínguez, y Gloria Arredondo Corzo, Alfonso Segovia Martínez, Eduardo Arcalá Campillo, Juan Ignacio Chacón Mateos, Jesús Pegalajar Martínez y José Ignacio Martínez Campos, del Centro de Salud de Úbeda. Norma Alejandra Doria Carlin, María Ángeles Navarro Arranz, Encarnación Santos Montelaegre; José María Calatayud Velasco, Sara García de Francisco, Magdalena Muro Pradillo, Santiago Fernández García, Luis Espinosa Barrientos, María Ángeles Atance Romero, Francisco Vicente Herranza Catalán, Pilar Cecilia Cermeño, Francisco Vázquez García, Marcos Pardo Fernández, Pedro Ángel Barba Gálvez y Pablo Ruiz Gervas.