La gestión clínica es y constituye un proceso de rediseño organizativo que incorpora a los profesionales sanitarios en la gestión de los recursos utilizados en su propia práctica clínica. Supone otorgar a estos profesionales la responsabilidad sanitaria y social que le corresponde a su capacidad de decisión junto al paciente.
Conforme a la LOPS y el Estatuto Marco (tras la reforma que ha supuesto la modificación de ambas normas para incorporar la regulación básica de la gestión clínica, a través de la Ley 10/2013 de 24 de julio) podrán acceder a este modelo de gestión que se plasmará en nuevas Unidades de Gestión Clínica), los profesionales que prestan servicios o están en condiciones de prestarlo, en los centros e instituciones del Sistema Nacional de Salud, siempre con carácter voluntario. Las administraciones sanitarias, los servicios de salud o los órganos de gobierno de los centros y establecimientos sanitarios, según corresponda, establecerán los medios y sistemas de acceso a las funciones de gestión clínica. El ejercicio de funciones de gestión clínica estará sometido a la evaluación del desempeño y de los resultados. Tal evaluación tendrá carácter periódico y podrá determinar, en su caso, la confirmación, replanteamiento o revisión de cada unidad y de algunos profesionales en el desarrollo de las funciones de gestión clínica, teniendo también efectos en la evaluación del desarrollo profesional individual y continuo alcanzado por cada profesional.
La reactivación de la gestión clínica se corresponde con el deseo profundo de los profesionales sanitarios de intervenir activamente en la organización de los servicios, la utilización de los recursos y la aplicación del conocimiento clínico y la satisfacción de las necesidades del paciente. Esta disciplina es entendida como una estrategia de mejora imprescindible dirigida a:
' conseguir resultados asistenciales óptimos, bajo criterios de eficiencia,
' proporcionar a los profesionales una formación de calidad para el correcto desarrollo de las unidades de gestión clínica,
' integrar la cultura clínica con la cultura de la gestión.
La gestión clínica ha surgido con fuerza como un concepto capaz de resolver, por su aplicación en la práctica clínica cotidiana, el problema de la dimensión social de la calidad, es decir, de la adecuada toma de decisiones clínicas entre varias opciones alternativas, para la consecución de resultados seguros, buenos y liberadores de recursos para su utilización en otras funciones de atención a los pacientes y sus problemas de salud. Se revela por tanto, como un factor de sostenibilidad adecuado del sistema que afianza los pilares que le inspiran, asigna de manera más eficiente los recursos, posibilita la corresponsabilidad del profesional que se convierte en protagonista del proceso de toma de decisiones, supone una herramienta para su mayor motivación e implica una asistencia al paciente con mayor integración, dónde el usuario es el eje del sistema sanitario y, esto es más evidente si cabe, en el abordaje de procesos crónicos que en el de agudos, ya que la gestión de casos es más viable, al integrarse mejor la interdisciplinariedad y la transversalidad en la gestión de casos en su abordaje y enfoque.
Troncalidad y ACEs
Otra importante apuesta del Ministerio de Sanidad es la troncalidad que, al determinar competencias nucleares y comunes a diversas especialidades que comparten tramos comunes de formación, favorecerá la multidisciplinariedad y la interdisciplinariedad como un eje fundamental de nuestro sistema sanitario. Implica una evolución del sistema formativo y una adaptación de las estructuras docentes a nuevos programas formativos y a los correspondientes requisitos de acreditación de centros y unidades docentes, en consonancia a los dos periodos, troncal y específico, que integrarán la formación completa de las especialidades en ciencias de la salud.
Con la troncalidad se pretende también, que los profesionales sanitarios, a través de las competencias adquiridas en el periodo de formación troncal aprendan a abordar desde las primeras etapas de su formación especializada, los problemas de salud de una manera integral y a trabajar de la forma más adecuada para poder proporcionar una atención sanitaria orientada a la eficaz resolución de los procesos de los pacientes, con el enfoque interdisciplinar y pluridisciplinar que el estado actual de la ciencia requiere.
Además se persigue, la flexibilización del catálogo de especialidades en ciencias de la salud, que en muchos casos se han configurado como compartimentos estancos aislados entre sí, derivando en un encasillamiento excesivo de los profesionales y en dificultades para el abordaje de los problemas de salud en equipos pluridisciplinares de especialistas.
Por su parte, el proceso de creación de ACEs debe estar vinculado no solo a la aparición de nuevos procedimientos asistenciales y/o hallazgos científicos o en su caso incorporación de nuevas técnicas o procedimientos terapéuticos, algunos de los factores que intervienen tienen que ver con la existencia de una verdadera sobreespecialización de los profesionales demandada por los servicios de salud para satisfacer las necesidades asistenciales de la población dentro de la cartera de servicios del SNS.
Por tanto no se trata solo de satisfacer las necesidades detectadas y requeridas por los profesionales para su avance y desarrollo profesional, sino que estas han de vincularse con la viabilidad del sistema para formarles, hay que tener en cuenta que el PRD contempla la vía de formación vinculada al modelo de residencia, sino también a su aplicabilidad real en la atención a la población y sus posibilidad de implantación en las instituciones sanitarias.
Otras fórmulas que contempla la normativa como son los diplomas de acreditación y de acreditación avanzada pueden dar respuesta a las necesidades de adquirir un nivel de experto en determinadas áreas como pueden ser la que nos ocupa máxime si en dicha actividad van a participar otros profesionales sanitarios que pueden beneficiarse de esta fórmula de certificación de su nivel competencial.