La insulina mejora la calidad de vida, al ayudar a mantener un control glucémico más estable, disminuir el riesgo de hipoglucemias y tener flexibilidad en el horario de administración
27 de junio 2023. 11:28 am
La insulina glargina es una insulina de acción prolongada, cuyo efecto dura unas 24 horas y su mecanismo de acción es similar al de esta hormona natural que produce el páncreas. Tiene un perfil farmacodinámico y farmacocinético plano que evita el riesgo de hipoglucemias. La…
La insulina glargina es una insulina de acción prolongada, cuyo efecto dura unas 24 horas y su mecanismo de acción es similar al de esta hormona natural que produce el páncreas. Tiene un perfil farmacodinámico y farmacocinético plano que evita el riesgo de hipoglucemias.
La insulina glargina tiene varios beneficios en el tratamiento de la diabetes, en comparación con otros tipos de insulina basal. Consigue una estabilidad del control glucémico. Su farmacocinética permite mantener un control glucémico más estable a lo largo del día, manteniendo unas cifras de glucemia en niveles adecuados y disminuyendo las oscilaciones de la misma a lo largo del día.
El riesgo de hipoglucemia es menor. Al presentar un perfil más estable y plano a lo largo del día, la insulina glargina ofrece unas menores tasas de hipoglucemias en comparación con otras insulinas de acción intermedia (insulina humana NPH) o insulinas de acción rápida (regular, análogos ultrarrápidos). Esto ayuda a reducir el riesgo de hipoglucemia cuando se administra de manera adecuada y se va ajustando la dosis correctamente.
Pauta de administración
A diferencia de otras insulinas basales que precisan de 2 o 3 inyecciones al día, la insulina glargina se administra una sola vez al día, siempre a la misma hora aproximadamente. Esto permite una mayor flexibilidad la administración, pudiendo elegir el paciente la hora del día que prefiera, interrumpiendo lo menos posible con sus actividades diarias. Esta flexibilidad redunda a su vez en una mayor adherencia al tratamiento.
Calidad de vida
También la insulina mejora de la calidad de vida, al ayudar a mantener un control glucémico más estable, disminuir el riesgo de hipoglucemias y tener flexibilidad en el horario de administración. Esto permite que la persona con diabetes no se vea limitada en su día a día para desempeñar su trabajo y sus actividades diarias.
La insulina glargina se puede administrar en pacientes con diabetes mellitus tipo 1 o 2. Se utiliza habitualmente como insulina basal sola o en combinación con una insulina de acción rápida administrada en las comidas.
En pacientes con diabetes tipo 2, teniendo en cuenta los objetivos terapéuticos individualizados, tras el fracaso con triple o cuádruple terapia con antidiabéticos no insulínicos se debe iniciar tratamiento con una dosis de insulina basal. Se pueden mantener los otros antidiabéticos no insulínicos, salvo las sulfonilureas, por el riesgo de hipoglucemia. Por otro lado, si el paciente en el inicio tiene una HbA1c>9 % y está muy sintomático o si hay pérdida de peso reciente es preferible comenzar con una dosis de insulina basal asociada a metformina.
La manera más sencilla de comenzar con la insulinización es añadir insulina basal. Las necesidades de insulina dependen de cada persona y varían en función del peso corporal, actividad física, función renal… Se puede optar por añadir una dosis de insulina basal antes de acostarse de 10 U o 0,2 U/kg e ir ajustando la dosis paulatinamente.
Ajuste de dosis
El ajuste de la dosis se realiza en función de las glucemias basales. Se debe aumentar 2 U cada 3 días hasta alcanzar una glucemia basal < 130 mg/dl. Si el paciente tiene hipoglucemias y la glucemia basal es <80 mg/dl, se deberá disminuir 2 U la dosis de insulina. El profesional sanitario supervisará periódicamente los perfiles de glucemia y los cambios en la dosis de insulina realizados por el propio paciente, reforzando y promoviendo el autocuidado. El objetivo es que la glucemia basal en ayunas esté entre 80-130 mg/dl.
La insulinización está indicada en los pacientes con diabetes en el momento del diagnóstico si existen síntomas cardinales (pérdida de peso, poliuria, polidipsia y cetonuria) o muy mal control glucémico con HbA1c > 9-10 %. A lo largo de la enfermedad, se puede emplear de forma transitoria en determinadas situaciones, como enfermedades intercurrentes, tratamiento con corticoides, embarazo, y de forma definitiva en los pacientes en los que el control glucémico no es el adecuado a pesar de la utilización de tres fármacos antihiperglucemiantes en combinación.
La pauta que más se utiliza en la actualidad para comenzar con la insulinización basal es la insulina glargina.
La insulina glargina se administra una vez al día, a cualquier hora del día. La dosis inicial suelen ser 10 U o bien calculado en función del peso 0,2 U/kg peso/día.
Una vez que se decide iniciar tratamiento con insulina, se debe revisar el resto del tratamiento. Se recomienda mantener el tratamiento con metformina, IDPP4, arGLP1 o iSGLT2 y disminuir o retirar la sulfolniureas y repaglinida para evitar el riesgo de hipoglucemia.
Perfil de pacientes
Así, el perfil de pacientes que pueden beneficiarse del uso de insulina glargina son las personas con diabetes mellitus tipo 1, diabetes LADA (Latent Autoimmune Diabetes of Adults), diabetes debidas a enfermedades del páncreas exocrino. Estos tipos de diabetes precisan de la administración de una insulina basal para cubrir los requerimientos diarios, además de asociar insulina rápida para las comidas principales del día (terapia bolo-basal).
En las personas con diabetes mellitus tipo 2 el tratamiento con insulina queda reservado para los casos en los que no se consigue un adecuado control glucémico pese al tratamiento con hipoglucemiantes no insulínicos.
Recomendaciones
De hecho, las principales guías nacionales e internacionales de manejo de diabetes, abogan por valorar insulinoterapia en las situaciones en la que exista una hiperglucemia por encima de 300 mg/dL, una HbA1c superior a 9-10 % y/o sintomatología cardinal acompañante (poliuria, polidipsia, pérdida de peso).
También hay que comentar que cada vez más se tiende a evitar una pauta correctora aislada con insulina rápida como único tratamiento, pues se ha asociado a peor control glucémico durante el ingreso hospitalario, mayores comorbilidades y mayor duración de estancia hospitalaria. En su lugar, en los casos con hiperglucemias más leves puede optarse por insulina basal más pauta correctora o en los casos más graves, un tratamiento con insulina basal, junto con insulina rápida y pauta oral.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Atención Primaria Mª Paz Pérez Unanua y Pablo Daniel Ghiglione, y el endocrinólogo Oscar Moreno Domínguez, del Hospital de Móstoles.