Los estados mentales de riesgo son los que están presentes en la población que se encuentra en la máxima vulnerabilidad de desarrollar un trastorno psicótico. Suelen cursar con alteraciones del funcionamiento y síntomas prodrómicos.
La esquizofrenia y otros trastornos psicóticos suelen tener una fase prodómica o prepsicótica del trastorno en la que se produce un cambio en el funcionamiento pre-mórbido.
Esencialmente, el término estados mentales de riesgo se refiere a un periodo de perturbación prepsicótica que representa una desviación de la experiencia previa y del comportamiento de la persona. Por lo general, se define como el periodo desde los primeros síntomas perceptibles a los primeros síntomas psicóticos prominentes.
Este periodo puede ser prolongado, con una duración media de entre uno y cinco años, y suele asociarse con niveles sustanciales de deterioro y discapacidad psicosocial.
Pacientes en riesgo
De hecho, los pacientes de riesgo son los que no presentan síntomas agudos de psicosis, pero se aprecian claros cambios de conducta que se desvían de lo normal y que progresivamente se van incrementando.
Así, suelen presentar mayor irritabilidad, agresividad verbal, ánimo subdepresivo, apatía, pensamientos de autoreferencialidad, alteraciones perceptivas. No obstante, los síntomas no suelen estar claramente definidos.
Entre los criterios clínicos cabe destacar la presencia de síntomas psicóticos positivos atenuados más de una vez a la semana; es decir, alteraciones sensoperceptivas, ideas autorreferencialidad, alteraciones conductuales…
También pueden aparecer síntomas psicóticos agudos con duración menor a una semana y presentar otro diagnóstico de riesgo asociado, como trastorno esquizoide o paranoide de la personalidad.
Estados prepsicóticos
Hay que recordar que los estados prepsicóticos no implican necesariamente psicosis, pero hay riesgo elevado de que se pase a ella. En ocasiones, llevan a psicosis, en otras a TOC, a trastorno bipolar, a depresión mayor o a nada.
Pero en el estado de alto riesgo de paso a psicosis, aún no se está en el estado psicótico y no ha habido ruptura biográfica o primer brote.
En este contexto, hay que tener en cuenta los familiares de primer rango de paciente con trastorno mental grave, como esquizofrenia u otro tipo de trastorno psicótico, trastorno bipolar o trastorno depresivo mayor.
Además, no se puede dejar pasar por alto la aparición en edades tempranas de sintomatología prepsicótica como autorreferencialidad, pérdida de autonomía y abandono de actividades, mayor aislamiento social, descuido aseo y rutinas... (presíntomas positivos, negativos, afectivos, cognitivos).
Subtipos
Los subtipos conocidos se dividen en función de los criterios diagnósticos antes citados. Así, están los síntomas psicóticos breves (BLIPS, de sus siglas en inglés), los síntomas psicóticos atenuados (APS) y la vulnerabilidad genética y pérdida de funcionalidad psicosocial.
A este respecto, hay que comentar que no hay una clara definición de subgrupos. Existen síntomas inespecíficos que podrían corresponder a otros trastornos o diagnósticos que se manifestarán según la evolución clínica del paciente. Esto dificulta el diagnóstico. Pero, sí existen criterios de síntomas de riesgo de desarrollo que tendrán que tenerse en cuenta para clasificar a pacientes que están en riesgo de transición.
Entre estos se encuentran los que no han desarrollado síntomas, pero son familiares de primer grado, los que presentan BLIPS, que predicen psicosis con probabilidad alta (80- 90%) y los que tienen sintomatología prepsicótica.
Un porcentaje nada desdeñable de población sana (más de 30%) desarrollan síntomas prepsicóticos de forma puntual sin que posteriormente desarrollen una entidad diagnóstica.
Intertervenciones
La intervención en el estado mental de riesgo tiene como objetivo principal evitar la transición a psicosis. Además, existen otros beneficios potenciales, como prevenir o atenuar la discapacidad social, que se puede desarrollar en este estadio.
Entre las intervenciones efectivas cabe destacar la precoz o temprana y la reducción de la DUP (tiempo de psicosis sin tratamiento) y atención en periodo crítico (cinco años).
Se puede atenuar el trauma y el estigma porque hay menos riesgo de alteraciones de conducta y menos necesidad de hospitalización.
Además, con este tipo de intervenciones se puede reconocer rápidamente el primer episodio psicótico y reducir la DUP en individuos bien vinculados.
Para poder llevar a cabo esta estrategia es necesaria una intervención multidisciplinar y coordinada entre distintos ámbitos, especialmente, la Atención Especializada en Salud Mental, la Atención Primaria y el ámbito educativo.
Pautas psicosociales
Las intervenciones dirigidas a este estado son principalmente psicosociales y están dirigidas a mejorar la resiliencia, la función cognitiva, la prevención del consumo de tóxicos, el entrenamiento de las habilidades sociales, combatir el
bullying y la exclusión social. También está la terapia cognitivo-conductual centrada en la ansiedad/depresión.
En España, una de cada cuatro personas tiene o tendrá algún problema de salud mental a lo largo de su vida. Entre el 2,5% y el 3% de la población adulta presenta un trastorno mental grave. Por eso, las intervenciones psicosociales deben ofrecerse desde el principio tras la detección del estado mental de riesgo.
Se recomiendan los
antipsicóticos a dosis bajas en pacientes con síntomas psicóticos atenuados con
insight mínimo o decreciente y los que presentan síntomas psicóticos breves, intermitentes y limitados de frecuencia creciente.
Se debe intervenir en los primeros 12 meses de desarrollo de síntomas, ya que se consigue una disminución de la transición a psicosis en un 54% de pacientes.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Ruth Landera Rodríguez, Eva María Romero Gómez, Nicolás Martin Navarro, Mónica Florido Rodríguez, Silvia Cañas Jiménez, Santiago Navarro Pérez, Javier Herrera, Julia Aznar Carbone y Leire Izaguirre Gamir.