La adherencia al tratamiento suele ser uno de los grandes retos en el abordaje de la esquizofrenia, según han explicado en una entrevista Miriam Celdrán Hernández, titular del Servicio de Farmacia del Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Alicante, y Miguel Vázquez Real, facultativo especialista de área…
La adherencia al tratamiento suele ser uno de los grandes retos en el abordaje de la esquizofrenia, según han explicado en una entrevista Miriam Celdrán Hernández, titular del Servicio de Farmacia del Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Alicante, y Miguel Vázquez Real, facultativo especialista de área (FEA) de Farmacia Hospitalaria del Hospital Santa Bárbara de Puertollano. Ambos pertenecen al Grupo Coordinador de Farmacia Neuropsiquiátrica de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH).
¿Qué cualidades destacarían en el tratamiento de la esquizofrenia?
En una aproximación general, podríamos decir que existen tres tipos de complicaciones: las derivadas de la falta de insight [percepción o conocimiento] del paciente, tanto en esta patología como en el resto de las enfermedades mentales; las derivadas de la propia terapia antipsicótica y las relacionadas con el estigma social que esta y otras patologías mentales llevan aparejado.
¿Qué problemas se producen en relación con la propia terapia?
Las complicaciones relacionadas con la propia terapia suelen ser las interacciones, tanto farmacocinéticas como farmacodinámicas, cuando se ensaya la polifarmacia, así como los efectos secundarios de cada antipsicótico cuando se utiliza en monoterapia (extrapiramidalismos, sedación, ganancia de peso, síndrome metabólico, hiperprolactinemia, riesgo de ictus, alargamiento del intervalo QTc y efectos anticolinérgicos, entre otros).
¿Es imprescindible hacer un tratamiento individualizado?
Así es, resulta imperativa la elección de un antipsicótico en función de las características de cada paciente en particular y teniendo en cuenta, además, sus preferencias y el balance beneficio/riesgo.
¿Cómo se produce el estigma social?
Debemos ser conscientes de que la enfermedad mental conlleva el estigma social, que se traduce en situaciones discriminatorias en diversos ámbitos de la vida diaria que afectan gravemente a la integración social y calidad de vida del paciente.
¿Cómo se puede evitar esta discriminación?
Las estrategias educativas dirigidas tanto a los equipos multidisciplinares dedicados a la salud mental como a los pacientes, la humanización de la asistencia sanitaria en salud mental y el empoderamiento de nuestros pacientes son pilares básicos a la hora de minimizar las complicaciones inherentes al manejo de la esquizofrenia.
Han dicho que la adherencia al tratamiento es uno de los grandes retos de la esquizofrenia.
En este sentido, encontramos dos problemas destacados: el primero es que en muchos casos el paciente no es o no quiere ser consciente de que padece una enfermedad mental. Esa falta de insight condiciona la toma de medicación, la asistencia a citas médicas de revisión o administración de tratamiento inyectable (si es el caso), así como la relación con el clínico y el resto del equipo sanitario.
El segundo problema es que, en función del paciente y el fármaco, los efectos secundarios pueden condicionar la aceptación o no del tratamiento, con el consiguiente fallo terapéutico por abandono. Esto último es difícil de evaluar, y podemos encontrarnos en situaciones en las que el paciente no es resistente o ha fallado a un tratamiento, sino que los efectos secundarios a esa dosis y pauta concretas le son intolerables.
¿Cuáles son las formas farmacéuticas más recomendables?
Tendemos a pensar que los inyectables mejorarán, a priori, la adherencia terapéutica en comparación con la vía oral; sin embargo, no está demostrado. La elección de una u otra vía de administración dependerá de las características concretas del paciente y su situación sociofamiliar.
¿Cuáles son los principales beneficios que supone para el paciente un control adecuado de su patología?
Los beneficios más evidentes son el control de la sintomatología tanto positiva (alucinaciones, delirios, agitación) como negativa (apatía, abulia, anhedonia), aunque no siempre se consigue eliminar totalmente la sintomatología. Grosso modo, los síntomas negativos suelen responder peor al tratamiento, por lo que hay que emplear estrategias no farmacológicas con frecuencia.
¿Qué supone el mal control de los síntomas?
Está claramente demostrado que tras cada recaída se produce un deterioro cognitivo y funcional del sistema nervioso central en el paciente esquizofrénico, por lo que si conseguimos disminuir el número de recidivas estaremos atenuando dichos efectos deletéreos. Por otro lado, si conseguimos que el paciente se estabilice, se abre una oportunidad para que sea autónomo, pueda desarrollarse laboralmente y se integre en la sociedad de forma efectiva.
¿Hacia dónde se dirigen las investigaciones en este ámbito?
En esquizofrenia, con el conocimiento que tenemos hoy en día, parece que la investigación farmacológica va encaminada a encontrar fármacos que en lugar de producir bloqueos completos de diferentes receptores (tipos dopaminérgico, serotoninérgico, etc.), se comporten como agonistas parciales, es decir, compitiendo por el receptor en mayor o menor medida en función de las concentraciones circundantes del neurotransmisor sobre el que queramos actuar. Esto parece que facilita la modulación al alza o a la baja de la actividad neuronal, pudiendo controlar diferentes síntomas con un mismo fármaco. La dificultad radica en la selectividad de los fármacos a los diferentes receptores.
Como complemento, siempre se trabaja para sintetizar fármacos que tengan un mejor perfil de efectos secundarios, ya que como hemos comentado previamente, esto puede condicionar un fallo terapéutico por abandono del tratamiento o intolerancia.