Las enfermedades cardiovasculares (ECV) son actualmente la primera causa de morbilidad y muerte y de incapacidad parcial o completa en los países occidentales y está aumentando su prevalencia en todo el mundo. En la Unión Europea (UE) provoca más de 1,5 millones de muertes, siendo la primera causa de años de vida perdidos por enfermedad prematura.
El impacto económico de las ECV es enorme y los estudios encaminados a evaluar su dimensión se basan no sólo en la estimación de recursos consumidos en la prevención, detección y tratamiento de la enfermedad, sino también en la influencia que provoca la invalidez laboral o la muerte prematura.
De ahí que todos los profesionales sanitarios que trabajan en este ámbito demanden a las Administraciones sanitarias españolas, aunque cada vez adquieren un mayor protagonismo, que jueguen un papel todavía más activo en la prevención de estas dolencias y en la reducción del gasto sanitario a largo plazo,
Existen varios tipos y modos de prevención cardiovascular. La primordial que son las medidas encaminadas a disminuir la prevalencia de los factores de riesgo cardiovascular, y a promocionar los denominados factores protectores. Esta táctica es fundamentalmente poblacional, centrada sobre todo en la infancia y la adolescencia, potenciando los hábitos saludables, para evitar la aparición de los factores de riesgo cardiovascular.
La prevención primaria consiste en poner en marcha medidas dirigidas a controlar los factores de riesgo cardiovascular, una vez ya presentes, para disminuir la incidencia de la enfermedad. Esta estrategia es tanto poblacional como individual, fundamentalmente desde las consultas de atención primaria, ya que es ése el ámbito en el que se detectan y siguen los pacientes con factores de riesgo cardiovascular.
Y por último, la prevención secundaria que consiste en iniciativas dirigidas a disminuir la progresión de la enfermedad cardiovascular, incluso desde los estadios iniciales asintomáticos, con el fin de prolongar y mejorar la calidad de vida de los pacientes con patología cardiovascular.
La preocupación de la Administración por la reducción del gasto farmacéutico suele impedir, a juicio de sanitarios de centros de salud, que se pueda hacer una buena labor preventiva, tanto en los pacientes que ya han tenido un evento previo como en los que aún no han debutado en la enfermedad pero que están sometidos a un alto riesgo cardiovascular.
El papel de la Administración pública
Pero no solo la Administración Pública tiene un papel coadyuvante en la prevención de las enfermedades cardiovasculares y en la promoción de la salud dirigida al control de los factores que determinan la salud. La sociedad civil debe de implicarse por lo que es importante tener en cuenta los intereses específicos de los grupos destinatarios de las medidas que puedan tomarse, su nivel de educación y el contexto sociocultural. Porque las enfermedades cardiovasculares en gran medida son el resultado de un estilo de vida determinado por la influencia de aspectos socioeconómicos y culturales en el que las personas más vulnerables son las que tienen un menor nivel educacional, menor renta y además se hallan en una situación de mayor déficit en el acceso a los servicios sanitarios. La mala alimentación, el sedentarismo y la exposición al tabaco, representan tres importantes factores directos que influyen en la producción de este tipo de patologías.
Los pacientes, directamente o a través de sus asociaciones, demandan cada vez con mayor claridad intervenir en las decisiones que se toman sobre su salud. En eso juegan un papel central los grupos de pacientes como informadores del enfermo para que éste pueda tener criterio en algunas decisiones que se toman sobre su salud y para que se implique activamente en su cura. Desde esas Asociaciones se aconseja, se reivindica y se promueve el acceso a los mejores tratamientos posibles y dispuestos por el avance científico. Solo con esa implicación el sistema puede mejorar su eficacia y transformarse a medida que las necesidades de la sociedad evolucionen.
Las estrategias dirigidas al fomento de la alimentación saludable, de la práctica de ejercicio físico regular y de las medidas que disminuyan el consumo del tabaco, exceden el marco puramente sanitario, ya que involucran a todos los agentes sociales siendo esencial la incorporación de políticas sectoriales e intersectoriales, en las que se impliquen tanto la administración estatal como las autonómicas y locales (agricultura, urbanismo, educación, sanidad, ayuntamientos, etc), así como las sociedades científicas y las asociaciones de la sociedad civil y organizaciones no gubernamentales (ONG,s).
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina de Familia Javier Ruiz Soria, Imanol Sanz Angulo, Gregorio Mediavilla del (C.S. Haro, La Rioja); Joseba Koldo Aso Mendialdea, Jesús Sarria Ferradas, Juan Aitor Thalamas Atienza y Alberto Albors Vals del (C.S. Villabona, Gipuzkoa).Y con José Ramón Pérez Pesquera, Juan María Irigoyen Rodríguez-Benavides, Estibaliz Urizar Landeta y Cristina Padro Díaz de Durana, de Bilbao.
La implicación de la sociedad civil es fundamental en la prevención de las enfermedades cardiovasculares
N.Garay
21 de noviembre 2017. 9:29 am