La inteligencia artificial nos ha demostrado que si bien las máquinas aun no pueden pensar como tal, sino pueden aprender y generar información por si mismas, como si realmente tuvieran cerebro. En apenas un par de años el cambio ha sido tan vertiginoso que todavía no nos hacemos una idea de todas las puertas que se abren en este camino. No solo para cambiar la forma de “pensar” de las máquinas, sino también de los humanos. Porque la inteligencia artificial también va a impactar en nuestro cerebro.
Esta idea centraba gran parte del debate de la
sesión ‘Inteligencia artificial en neurología y psiquiatría’ organizada por la Real Academia Nacional de Medicina de España (
RANME) y varias entidades con motivo de la
Semana del Cerebro. A modo de presentación del tema, María Trinidad Herrero, académica de número de la RANME y catedrática de Anatomía y Embriología Humana de la Universidad de Murcia exponía que la inteligencia artificial no es algo nuevo, lleva décadas en nuestras vidas. Sin embargo, en los últimos años está permitiendo extraordinarias oportunidades en los modelos sanitarios y de investigación científica. Todo ello puede suponer mejoras en la detección precoz, la prevención, el diagnóstico y tratamiento de diferentes de enfermedades. Siempre y cuando se haga un buen uso de la misma.
Un camino por recorrer
Aunque
en inteligencia artificial, en realidad, todo está por llegar. Como matizaba David Ezpeleta, vicepresidente y responsable del Área de Neurotecnología e Inteligencia Artificial de la Sociedad Española de Neurología, “en Neurología Clínica todo lo relacionado con IA está por hacer, de manera que es el momento para hacer bien las cosas”. No obstante aseguraba que “no conozco
ningún servicio que utilice una aplicación de IA de manera validada, es decir, fuera de una tesis o de un proyecto de investigación'.
Y la pregunta es qué pasa cuando ese modelo entrenado sale a otra realidad con datos reales. Aquí el experto señalaba que los datos de eficiencia en vida real todavía son escasos y no tan buenos como los estudios publicados, pero es un camino por recorrer. “Una cosa es la teoría y otra es la práctica”.
Según David Expeleta
las opciones de lo que la suma de la IA y la neurobiotecnología puede crear son casi infinitas, aunque el cambio de paradigma traerá muchos conflictos. “Estamos pasando
de lo invasivo a lo portátil, de la experimentación o clínica a la población general, de la rigurosas bioética a la laxitud comercial, de lo
humano a lo superhumano, de leer el cerebro a escribir en él”.
Un sinfín de posibilidades
En esta línea intervenía Mara Dierssen, presidenta del Consejo Español del Cerebro, presidenta de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia y neurobióloga del Centro de Regulación Genómica. Tal y como aportaba la misma, “la convergencia entre tecnologías digitales está cambiando la forma en la que percibimos el mundo, cómo se hace la salud y cómo se abordan también las enfermedades cerebrales”.
Como ejemplo de algunas de las innovaciones en las que ya se trabaja, destacaba las
tecnologías neuroprotésicas. “Ya permiten
indagar en cómo nuestro cerebro recuerda como formular palabras”, aunque no pueda hacerlo por alguna enfermedad o parálisis, De esta forma es posible traducir ese pensamiento en un texto o una asistente virtual que permite comunicarse a esa persona. Más allá de la IA, la experta hablaba también de la
inteligencia organoide. Se trata de neuronas cultivadas en laboratorio a través de células de la piel que
se unen a robots y les enseñan dirigirse para a moverse sin chocarse.
La experta, explica para El Médico que “la neurotecnología hoy en día está avanzando de forma muy importante, y con múltiples aplicaciones, desde la modulación del dolor hasta la rehabilitación tanto física como cognitive y del comportamiento. Se han desarrollado
técnicas como los interfaces cerebro ordenador, la estimulación magnética transcraneal (EMT) o la estimulación cerebral profunda (DBS) para modular la actividad cerebral y tratar trastornos neurológicos, con resultados prometedores para aliviar los síntomas de afecciones complejas como, por ejemplo, la depresión, o los trastornos alimentarios. Asimismo, se están utilizando sistemas inmersivos de realidad virtual para el tratamiento de trastornos de ansiedad o trastornos psiquiátricos. Además, la
neurotecnología puede ser la clave también para tratar enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson, a la vez que los exoesqueletos y dispositivos mecánicos portátiles están ayudando a los pacientes en la rehabilitación o compensación de discapacidades motoras”.
Sin embargo, estas tecnologías también traerán nuevos debates, como el de proteger nuestro pensamiento. Es lo que se conoce como
neuroderechos y que engloban: privacidad mental, identidad personal, libre albedrio, acceso justo y equitativo al aumento cognitivo, protección contra sesgos.
La IA y el impacto en nuestro cerebro
Precisamente, al respecto de los riesgos, la experta también citaba que
reducir el esfuerzo neurológico disminuye nuestra capacidad para pensar críticamente y resolver problemas de manera independiente”. Es por ello que el uso de la IA, como de otras tecnologías, también debe entenderse desde la moderación. “En sí misma no afecta a la capacidad de pensar, excepto si se hace un mal uso. Es decir, si se utiliza para sustituirnos en tareas que per se desarrollan nuestras capacidades cognitivas”.
Aunque esta es una lucha que ya se está librando. La del impacto en negativo del mal uso de las tecnologías en nuestro cerebro. Como recuerda Dierssen, “estudios recientes han sugerido que, en función del tiempo de
exposición a las pantallas, los niños pueden experimentar retrasos en las habilidades de comunicación y de motricidad fina”. Igualmente, diversas sociedades pediátricas y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han recomendado no exponer a los bebés a pantallas durante su primer año de vida y limitar el consumo de televisión, móviles y otros dispositivos electrónicos a los niños de entre dos y cuatro años. Pero la existencia de pantallas es algo ya
tan inevitable como la entrada de la IA en nuestras vidas y en las consultas de Neurología.