Los factores de riesgo cardiovascular en el paciente joven son múltiples y diferentes a los encontrados en el adulto. La mayoría corresponden a factores modificables asociados con el estilo de vida. La falta de ejercicio, el sedentarismo y la alimentación son sin duda factores a tener en cuenta. Con una buena disciplina y hábitos adecuados se reduce el riesgo cardiovascular. Este tipo de pacientes normalmente no acuden al médico, salvo casos excepcionales en los que se detecta algún problema o riesgo cardiovascular.
De hecho, hay un aumento de eventos cardiovasculares precoces en pacientes con edad pico de 40 años y de éstos un 50-60% presentan antecedentes de cardiopatía isquémica precoz. Ahora eso sí, en ambos grupos con o sin antecedentes familiares prevalecen los factores de riesgo cardiovascular con frecuencia no conocidos o no controlados, siendo los más frecuentes tabaquismo, dislipemia e hipertensión.
Debido a un incremento en la población joven del sedentarismo, por las nuevas tecnologías, el mayor IMC, el consumo de tabaco en los adolescentes y el aumento en el consumo de comida basura, así como la ansiedad o nerviosismo que puede generar la situación actual, se ve aumentado el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiaca o un accidente cerebrovascular.
Conocer el riesgo
Este tipo de pacientes, por norma general, no son conscientes de su riesgo. Ser activo en la juventud puede ayudar a reducir el riesgo cardiovascular en la mediana edad. En este sentido existen estudios clínicos que lo avalan, una buena forma física entre 20 y 29 años se relaciona con un menor riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular. En cuanto al cumplimiento, el paciente joven no es consciente a veces de la enfermedad con lo cual no sigue las pautas del médico. Salvo en casos en los que la propia enfermedad haga que merme el día a día del paciente y que no tenga más remedio que afrontar el tratamiento.
Muchos problemas de riesgo se pueden controlar en la infancia, disminuyendo así el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares en la edad adulta. Hay factores que se transmiten de padres a hijos, son hereditarios o son consecuencia de otra enfermedad, por lo que la prevención es la mejor forma de evitar que en un futuro se padezcan enfermedades cardiovasculares.
Detección del riesgo
La valoración inicial debe realizarse en la consulta de Atención Primaria. Aquellos pacientes que tengan un riesgo muy elevado o que hayan presentado algún evento cardiovascular deberían derivarse a una consulta más específica.
Así, se considera que una persona es hipertensa cuando presenta unos niveles de tensión arterial por encima de 140/90 mmHg. El problema es que la HTA no da síntomas. Por eso, hay muchos hipertensos que desconocen que lo son. En torno al 10% de los hipertensos no están diagnosticados, por tanto, es muy importante la detección precoz de la HTA porque es el factor de riesgo cardiovascular de mayor impacto, por encima del colesterol, la obesidad, el tabaquismo o la diabetes.
No hay que esperar a tener síntomas para tomar la presión arterial, ya que en general no los hay. Se recomienda tomarse la tensión una vez al año antes de los 35 años e incluso con mayor frecuencia si existen antecedentes familiares. A partir de esa edad, debe hacerse de forma semestral y pasados los 50 años, cada dos meses.
Abordaje terapéutico
Como tratamiento inicial para este tipo de pacientes, en primer lugar hay que cambiar los hábitos de vida diarios. Hacer ejercicio de forma regular y controlada, buena alimentación y revisiones periódicas contribuyen a que estas personas de mayor no padezcan enfermedad o corran riesgo cardiovascular. Hipertensión, diabetes, dislipemia son sin duda factores que se pueden controlar desde temprana edad.
Así, el primer escalón lo constituye siempre los cambios de dieta y hábitos de vida, y posteriormente tratamiento farmacológico que habría que individualizar. Hacer actividad física, controlar los kilos, huir del estrés, reducir el consumo de sal, limitar las grasas, aumentar la ingesta de frutas y verduras y no fumar son los principales consejos que podemos dar al principio para atajar la HTA.
En primer lugar, cuidar la alimentación, aumentando el consumo de frutas, verduras frescas, proteínas de alto valor biológico, legumbres y cereales integrales, reducir los alimentos procesados por el exceso de grasas de mala calidad y sal, limitar el consumo de alimentos ricos en grasas saturadas y azúcar.
Abandonar el hábito tabáquico y realizar actividad física regularmente, según nivel de preparación física, y prefiriendo siempre actividades aeróbicas frente a ejercicio isométrico. Para los pacientes con obesidad importante o problemas de movilidad, se recomiendan ejercicios en piscina si es posible. Se debe tomar más como un cambio progresivo y duradero en el tiempo, tan duradero que tiene que ser para toda a vida.
De esa forma, el médico puede contribuir a que se mantengan dichos cambios educando al paciente cada vez que acude a la consulta, insistiendo en la importancia de un estilo de vida saludable, y suele ser más efectivo cuando se enfoca de una manera positiva y colaboradora que si se tiene una actitud 'paternalista' o de reproche.
Es importante hacer ver que la participación del paciente es tan importante o más que el buen cumplimiento terapéutico, y que incluso tomar el fármaco más novedoso del mercado no sustituye a las medidas higiénico-dietéticas.
Existe una gran variabilidad en cuanto al cumplimiento terapéutico. Si bien hay pacientes que rápidamente toman conciencia de la entidad del problema y ponen todo lo posible de su parte para corregirlo, hay otros que le restan importancia o rápidamente se olvidan y les resulta difícil mantener las medidas recomendadas a lo largo del tiempo. Se tiende a retomar el estilo de vida previo y abandonar el tratamiento, porque en este grupo de pacientes es frecuente que la enfermedad cardiovascular aún no se haya manifestado y se tiene la falsa sensación de que se encuentran perfectamente.
Pauta farmacológica
En cuanto al tratamiento farmacológico, los primeros candidatos suelen ser los IECA o ARA ll. Si el paciente es mujer y con palpitaciones de inicio puede ser mejor un beta bloqueante. Si el paciente es obeso, retiene liquido o presenta cifras de tensión elevadas, se opta por la terapia simple o doble terapia con diuréticos, con frecuencia tiazida, pero si existe insuficiencia renal o cardiaca, más usado diuréticos de asa. Para segundo y tercer escalón, antagonistas del calcio, dihidropiridinicos en asociación, o diltiazem/verapamilo, e igualmente de inicio se plantean sobre todo en pacientes jóvenes con funciones conservadas, EPOC/SAHOS o varones con problemas de impotencia en relación o no a uso de beta bloqueantes. En pacientes diabéticos, de difícil control, tos como efecto secundario a IECA o más añosos con sistólicas elevadas aisladas, se puede plantear de inicio o sustitución un ARA lI.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Alfonso Vivas García, Mariano Renedo Cava, Elías Rodríguez Rodríguez y Jesús Peralta Mateos, del Hospital de Jerez; Jorge Manuel Romero Requena, Juan Lucio Ramos Salado, Nicolás Roberto Robles Pérez y Joaquín Corrales Haba, del Hospital Infanta Cristina, de Badajoz; los cardiólogos Patricia Fernández García, Francisca Francisco Aparicio y Héctor Oswaldo Pereyra Rico, y el médico de Familia Fernando Roquette Castro, del Hospital La Línea de la Concepción; Salvador Martín Muñoz y Pedro Gerez Clemente, del Centro de Salud Huelin; Guillermo Villanueva Budia, del Centro de Salud Nera, y la médico General Pilar Linares de Castro, del Centro de Salud El Cónsul; José Ramón Buenavida Villar, Fernando Muñoz Diaz, Daniel Pardo Capilla, Manuel Guisado Cuintana y Felipe Sánchez Gahete, de Llerena, y Antonio Palomino García, Andrés Plaza Ramírez, Luis Rosa Gil y Félix Narbona Carrión, del Centro de Salud Alameda.
La obesidad y el sedentarismo marcan el riesgo cardiovascular en población joven
Clara Simón
15 de enero 2018. 10:25 am