Una de las afirmaciones más recurrentes en relación con la osteoporosis es que es una enfermedad silenciosa, lo que no deja de ser una realidad incontestable. Esto propicia que en la mayoría de casos se descubra el problema cuando se produce una primera fractura, que provoca un dolor muy agudo, aunque en ocasiones también cursa de manera asintomática. Todo ello da una idea de la complejidad del diagnóstico de esta patología y su importancia, la única manera de poder actuar con la suficiente antelación para minimizar su impacto.
La doctora María José Miranda, de la Unidad de Osteoporosis y Metabolismo Óseo del Servicio de Gestión Clínica de Medicina Interna del Hospital Virgen Macarena de Sevilla, resalta la paradoja que se produce en relación con el dolor con esta enfermedad. “La osteoporosis pura no se asocia con dolor, primariamente no duele, pero socialmente se ha instalado la sensación de que sí. La gente va al médico porque tiene dolor y dice que es por osteoporosis, existe bastante confusión en este sentido”, señala. En realidad, la osteoporosis lo que propicia es la fractura, que es la que provoca el dolor, “ahí es cuando la mayoría toma conciencia real de la enfermedad”.
Por ello, cree que los profesionales tienen el reto de hacer llegar a la ciudadanía más información sobre la osteoporosis, y es que esta paradoja tiene otro efecto colateral: la baja adherencia terapéutica. “El paciente que tiene molestias está más concienciado, pero el que no nota nada dice que se encuentra bien y que para qué va a tomar ese tratamiento. Es frustrante, porque se evitarían muchas fracturas”.
Así que, si no media una densitometría (“que cada vez más mujeres postmenopáusicas piden a su médico de Atención Primaria”), no suele haber señales de alarma hasta que se produce una fractura. El desencadenante puede ser hasta nimio, “hay pacientes que dicen que se apoyaron en una mesa y notaron un crack”: acababan de sufrir una fractura de muñeca.
La paradoja del dolor en la osteoporosis
El reto profesional está en concienciar sobre su peligro, ya que la falta de dolor provoca una baja adherencia terapéutica que a su vez dispara el riesgo de una fractura que puede ser muy dolorosa
Antonio Morente
11 de diciembre 2020. 2:03 pm