La Asociación Europea de Bioindustrias (EuropaBio) y la Asociación Española de Bioempresas (AseBio) han sido los anfitriones de la Cumbre Anual de la Presidencia del Consejo Nacional de Asociaciones (NAC) de EuropaBio. Este punto de encuentro tuvo lugar en el marco de la
próxima presidencia española del Consejo de la Unión Europea, entre el 1 de julio y el 31 de diciembre de 2023. De hecho, esta presidencia supone un momento clave para la industria biotecnológica. No obstante, España liderará el diálogo sobre la
propuesta de la Comisión Europea sobre nuevas técnicas genómicas (NGT) y la revisión de la Estrategia Farmacéutica para Europa: políticas críticas para los pacientes europeos, la seguridad alimentaria de Europa y la transición verde.
En este contexto,
Ana Polanco, presidenta de AseBio, ha puesto en valor el ecosistema biotecnológico español y su fortaleza. Dos elementos clave que en este nuevo escenario “lo hacen atractivo para las farmacéuticas y biotecnológicas innovadoras”. En este sentido, ha compartido los
avances en materia de regulación que se han producido en países como Estados Unidos y China con la vista puesta en atraer precisamente el interés de las compañías farmacéuticas y ‘biotech’.
Retos para la industria biotecnológica
En cuanto a los retos que España deberá abordar en lo que respecta a la industria biotecnológica, Polanco insiste en que “necesitamos crear un mejor entorno que posibilite aumentar la competitividad y autonomía de Europa”. De esta forma, la experta recalcaba que es necesario encontrar el camino que garantice el acceso de todos los pacientes a los medicamentos y que
reduzca los tiempos de espera.
“Nos encontramos en momento crítico en Europa.
Necesitamos crear el entorno adecuado para invertir en Europa”, ha expresado Polanco, aludiendo no sólo al reto planteado por la regulación farmacéutica, sino también ante otros desafíos como el Pacto Verde Europeo.
Respecto a regulaciones concretas, Ion Arocena, director general de AseBio señalaba por su parte que Europa necesita
definir un marco regulatorio predecible para las nuevas técnicas de edición del genoma. Sólo así podremos aprovechar nuestras fortalezas científicas, humanas, de infraestructuras y de acceso a materias primas para construir un ecosistema competitivo en biotecnología industrial.