El informe de la
Organización Mundial de la Salud de 2017 estimaba que más de 300 millones las personas que sufrían depresión en el mundo, dando a entender que estos datos suponían un incremento de más del 18% entre 2005 y 2015.
En su informe de marzo del 2022, la OMS informaba que durante el primer año de la pandemia de COVID-19 la prevalencia de la ansiedad y la depresión aumentó drásticamente un 25% en todo el mundo.
Ese mismo informe también señala a la población infantojuvenil y a las mujeres como los grupos más afectados, subrayando el incremento en el riesgo de suicidio o comportamientos autodestructivos en las personas más jóvenes.
Cifras en España
La última encuesta europea de salud en España, en 2020 cifraba en 2,1 millones los españoles que tuvieron algún tipo de depresión, de los que, al menos, 230.000 tenían una sintomatología depresiva grave (INE 2020).
El grupo más afectado de edad son los hombres y las mujeres de entre 45 y 64 años y en todas las edades las mujeres presentan mayor prevalencia.
Teniendo en cuenta la Base de Datos Clínicos de Atención Primaria
“Salud Mental en datos, diciembre 2020, del ministerio de Sanidad”, la incidencia de la depresión se sitúa en torno al 10%.
Se trata de un trastorno tres veces más prevalente en la mujer que en el hombre y se observan diferencias entre los niveles más altos y los más bajos de renta.
Alta prevalencia
En los últimos años, por la COVID-19, se han dado dos factores que son importantes para la epidemiología: por un lado, una cierta dificultad para acceder a los centros asistenciales y por otro, un aumento de la patología psiquiátrica por la modificación de las condiciones de convivencia a nivel general.
De hecho, en la práctica clínica diaria se observa no solo una gran prevalencia del trastorno depresivo en todas sus formas de presentación, sino que también se ve asociado a numerosas entidades patológicas de tipo psiquiátrico, como comorbilidad diagnóstica y también a patologías de tipo somático.
La frecuencia de presentación de un síndrome depresivo en trastornos mentales como la esquizofrenia, el trastorno delirante y otros trastornos psicóticos relacionados es elevada. También en el TOC, en el TDAH, en el trastorno por uso de sustancias o asociado a los trastornos de ansiedad.
La asociación de síntomas depresivos o trastorno depresivo mayor en los pacientes con patología del espectro metabólico o cardiovascular o en los pacientes con dolor crónico es muy significativa. En enfermedades neurodegenerativas y en las propias demencias, la presencia de depresión también es muy frecuente.
En adolescentes, un estudio europeo estima una prevalencia de depresión del 8,6% en España. Sin embargo, el motivo de consulta suele ser otro como conductas de riesgo, aumento de la agresividad y de la violencia, conductas delictivas, trastornos del sueño o de la conducta alimentaria… todos síntomas frecuentes de trastornos afectivos en la infancia y adolescencia.
Consumo de antidepresivos
Otro dato importante es el aumento del consumo de antidepresivos. En España, los datos de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) muestran una tendencia creciente en el uso de antidepresivos y ansiolíticos en los últimos años. En los últimos 11 años el consumo medio de antidepresivos ha subido un 50% y los ansiolíticos un 15%.
La sociedad actual cada vez tiene más dificultad para tolerar el malestar y busca la inmediatez, lo que hace que se busquen soluciones más rápidas al malestar vital.
Se está ante un aumento de prevalencia de síntomas depresivos y ansiosos, y malestar vital. La exigencia laboral, el menor contacto real con iguales, las redes sociales, la exigencia de tener que ser felices y muchos otros factores hacen que la prevalencia no sea igual en países desarrollados que en otros menos desarrollados.
Infradiagnóstico
Pese a que en los últimos tiempos se está poniendo más foco en la Salud Mental, la depresión mayor sigue estando infradiagnosticada ya que, a menudo, la gente con sintomatología más grave no consulta al médico, por el propio aislamiento y la apatía que generan.
No obstante, se está tendiendo a sobrediagnosticar síntomas depresivos reactivos que, en muchas ocasiones, son completamente normales ante estresores personales, ambientales y sociales. Así, la depresión mayor o endógena sigue estando infradiagnosticada, pero se está tendiendo a psiquiatrizar el malestar normal.
Muchos pacientes con depresión no consultan con su médico de Familia por una cuestión de desconocimiento o por el propio estigma, autoestigma, o por las actitudes del entorno de paciente que no favorecen que este pida ayuda.
En paciente mayores el infradiagnóstico suele ser más pronunciado, ya que el malestar emocional en este grupo se suele achacar a problemas típicos de la edad. Además, el paciente de edad avanzada cuenta con un mayor espectro de síndromes depresivos que en numerosas ocasiones pasa desapercibido en contexto de otras enfermedades, como es el caso de las neurodegenerativas (Parkinson, Alzheimer, enfermedad por cuerpos de Lewy), la depresión vascular...
Por su parte, la depresión en el adolescente puede pasar desapercibida, ya que muchas veces la presentación no es la habitual del adulto, sino que, a menudo, predomina la disforia (irritabilidad) o alteraciones de conducta disruptivas y que se atribuyen, erróneamente, a los problemas propios de la edad adolescente.
Asistencia diaria
En la clínica diaria la sintomatología depresiva es cada día más frecuente, no solo en trastornos depresivos, sino también en otras patologías mentales que presentan síntomas afectivos de corte depresivo, como son los trastornos de adaptación con sintomatología depresiva o síntomas depresivos comórbidos con trastornos de personalidad que no cumplen criterios diagnósticos mínimos para el diagnóstico de depresión mayor…
Se tendrían que reforzar los sistemas de detección y generación de bases de datos a nivel autonómico o nacional, por parte de los profesionales sanitarios y la Administración responsable, para disponer de datos epidemiológicos actualizados que permitan implementar medidas de prevención y tratamiento de las patologías mentales con mayor celeridad.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Psiquiatría Pablo Luis Moreno Flores, de la Clínica Padre Menni de Pamplona; Marisa Herraiz Serrano, del Centro de Salud Mental El Ferial, Guadalajara; Anna Horta Llobet, del Centro de Salud Mental de Adultos Consorci Sanitari del Maresme, Hospital de Mataró; Alfonso García Carballal, Clínica ASSISTENS; José Manuel Herrero Marfil, de la Clínica Santa Elena, Hospital Sagrado Corazón, PsicoAbreu; Julio Santiago Costa Airos, del Centro de Salud Mental de Dénia, Departamento de Salud de Dénia, Alicante; María Carmen Natividad Hernández, jefe de Servicio de Psiquiatría de Adultos del Hospital Universitario Mutua Terrassa, Terrassa- Barcelona, y Nieves Gómez-Coronado Suárez de Venegas Hospital Fátima, Centro PSYCO.