Ignacio Civeira, psiquiatra del Centro Integral de Prevención e Investigación en Adicciones Comportamentales del Hospital Gregorio Marañón, de Madrid, explica a
EL MÉDICO que las adicciones comportamentales son las que se derivan de un hábito o comportamiento aparentemente inofensivo, pero que puede convertirse en adictivo. Este comportamiento repetitivo y sin control interfiere en la vida familiar, laboral o educativa y social del menor. Por eso, es necesario manejarlas adecuadamente.
Hace unos meses que se puso en marcha el Centro Integral de Prevención e Investigación en Adicciones Comportamentales del
Hospital Gregorio Marañón, de Madrid, pionero para el tratamiento de las adicciones a las nuevas tecnologías y otras, como las dependencias al juego, al sexo o a la compras compulsivas; es decir, las que no tienen un consumo de sustancias. El centro está integrado por un equipo multidisciplinar que se encarga de atender a niños y adolescentes con dichas adicciones. Enfermería es la que se encarga de la primera visita y del seguimiento, y realiza las analíticas de sangre previstas en esta evaluación. Después, un psiquiatra atenderá al menor, luego un psicólogo y, según necesidades no sanitarias, tendrá una cita con Trabajo Social. A partir de aquí empieza el tratamiento de estos menores.
¿Cómo se caracterizan estas adicciones?
Por un abuso, por una dedicación excesiva de tiempo a esa conducta. Además, se traduce en una necesidad creciente de aumentar el tiempo dedicado a ese comportamiento para poder alcanzar la satisfacción deseada. El paciente también sufre la abstinencia, un gran malestar físico y psicológico si por una razón se le priva de esa conducta. Además, hay que considerar que la aparición de consecuencias negativas en su vida no es suficiente para ayudarle a abandonar la conducta adictiva.
¿Cómo se definen dichas adicciones?
Clínicamente, el término adicción se ha ido asociando a una sustancia en sí, pero se ha visto que este concepto se queda corto e incompleto, porque vemos que la sustancia no es solo el problema.
¿Por ejemplo?
El caso del alcohol, el problema no es una cerveza ni dos, sino el medio que predispone a una persona vulnerable, con unas características específicas, a generarle una enfermedad, una adicción. Es una forma de proceder del individuo la que le lleva a ser adicto.
¿Los niños y adolescentes son más vulnerables a las adicciones?
Es un sector de la población que es más vulnerable y predispuesto a hacerse adicto. De hecho, el 65 por ciento tienen lugar en menores de 20 años.
¿Qué tienen en común las adicciones en la población infanto-juvenil?
Estudiando este tipo poblacional vemos que tiene unos rasgos característicos que les hacen ser más vulnerables. La inmadurez comportamental y la dificultad que tienen a la hora de tomar decisiones, la impulsividad, la tendencia a la inmediatez en su proceder y en la necesidad de recompensas inmediatas son elementos comunes. También hay que contar con que tienen deficientes recursos de afrontamiento y la búsqueda de sensaciones.
¿Pesan los aspectos sociales?
Sí, y los culturales. También vemos que hay unos medios que dan de comer a esas adicciones y que chocan virtualmente con estas vulnerabilidades, como son las tecnologías actuales, no en formato videojuego, sino en formato redes sociales. De hecho, es lo que principalmente vemos en esta unidad y en este sector poblacional.
¿Cómo es el acceso a la atención del centro?
Tenemos un programa pionero, no hace falta que se derive al menor desde otro escalón de la asistencia. El paciente tiene su propia iniciativa y por vía telemática tiene acceso al centro. Es una herramienta de cribado, donde trabajamos con unos cuestionarios. De esta forma, distinguimos tres grupos.
¿Cuáles son?
En el primero se encuentran los que no tienen un problema, en el segundo los que dudan, porque se les hace creer que puedan tenerlo, por un uso excesivo, una mala educación o un empleo erróneo de las tecnologías, como pueden ser las redes sociales. En este grupo vemos un riesgo. El tercer grupo lo constituyen niños y adolescentes en los que intervenimos por su adicción.
¿Se puede hacer prevención en dicho grupo poblacional?
Es necesario, cuanta más prevención y promoción de la salud, mejor. Estamos yendo a los colegios para además de hablar con los alumnos, hablar con profesores y con padres. Con los alumnos queremos establecer contacto para promocionar el uso adecuado de los dispositivos y hablar de los factores protectores y de los de riesgo.
¿Cuáles son?
En Medicina la palabra multifactorial es la estrella. A eso hay que añadir el aspecto genético. No hay marcadores biológicos, pero la genética puede ser un factor a considerar. También hay que tener en cuenta los factores externos familiares, como es el ejemplo negativo: si un niño ve a sus padres enganchados a las tecnologías es posible que él haga lo mismo. Además, la falta de tiempo de calidad por parte de los padres y de supervisión son factores que intervienen en tomar decisiones y en la impulsividad. Todo esto, llevan al menor al retraimiento, al aislamiento y al fracaso escolar.
¿A partir de qué edad habría que empezar la educación para facilitar la prevención?
La prevención va unida a la educación sanitaria y hay que implantarla desde la infancia. Hay que intervenir desde el colegio, porque vemos que los riesgos llevan incluso a delinquir y a generar una vulnerabilidad. En este contexto se sitúa los abusos. Hay que informar de lo que es legal en diversas cuestiones, como compartir fotos.
¿Qué papel tiene la exposición a las pantallas?
La exposición a las pantallas es claramente perjudicial, pero hay que tener en cuenta que no hay dos personas iguales. Lo que está claro es que la tecnología no es mala, es buena y tiene que pertenecer a la vida del individuo, pero no tiene que ser una necesidad ni un foco único de entretenimiento. La tecnología no puede ir rellenando huecos, porque una vida sin deporte, sin esfuerzo, sin hábitos y sin autocuidado es una vida no saludable.
¿Cuál es el perfil del menor adicto a los dispositivos?
Suelen ser solitarios que dan de comer a esas sensaciones y a su riesgo. Pero no se puede generalizar, hay que buscar las características de cada individuo.
¿Estos comportamientos son más frecuentes en niñas o en niños?
Nuestro nivel intervención empieza a partir de los 12 años, ya se le presupone una mayor capacidad de cambio y, sobre todo, una mayor empoderamiento no para poderla llevar a cabo. El varón es más impulsivo por naturaleza. Por eso, el comportamiento y la vulnerabilidad le lleva que usar los videojuegos. A eso hay que sumar que son más competitivos. Sin embargo, el patrón femenino se ve más en el uso de las redes sociales, con unas posiciones que buscan la gratificación y que las encuentran por un tipo de contenido para reforzar la autoestima, una identidad que no encuentran directamente en realidad a corto plazo. Por eso, la buscan y la generan en las redes sociales. Las que optan por los videojuegos eligen juegos un poco más elaborados y menos competitivos.
¿Esos tipos de comportamientos están asociados a una patología psiquiátrica de base?
Estamos trabajando en este sentido. Ahora mismo podíamos aventurarnos a que sí, que, por ejemplo, hay un perfil de persona impulsiva, que tiene problemas para regular las emociones incluso algún TDAH, que no se relaciona con dificultades de aprendizaje sino más bien con cuestiones de socialización. Sí, creemos que la adicción comportamental no viene sola, se asocia a muchos problemas de ansiedad, de depresión y de otro tipo de adicciones que ya tenían que ver con sustancias.
¿Qué aspectos hay que considerar para hacer el diagnóstico de las adicciones?
Hay que recordar que este grupo de población se encuentra en una época en la que el desarrollo es un cambio constante, son personas que se están formando, que están conformando su personalidad y su forma de proceder. Por eso, hay que valorar la presencia de desregulación emocional, cambios de humor… son señales que nos ayudan a dilucidar un poco el problema de las adicciones sin sustancia.
Entre estas, ¿cuáles son las más frecuentes?
Ahora mismo solo está admitidas las relacionadas con internet, las adicciones a los videojuegos.
¿Cuáles son las adicciones sin sustancias más frecuentes?
En la adicción al sexo hay un tema de la legalidad, de acceso. Hay ciertas prácticas sexuales que están muy normalizadas y, sin embargo, las considero totalmente dañinas. Además, vemos que en patologías como el TDAH, una de las consecuencias más frecuentes son los embarazos no deseados. También hemos atendido a menores con adicción a las compras y a los juegos. En estas últimas también hay un tema legal porque la edad mínima para tener una tarjeta son 15 años.
¿Qué porcentaje de la población infanto-juvenil tiene problemas de adicción comportamental?
Consideramos que el porcentaje de personas que realmente tengan una adicción es muy bajo, entre el 4 y el 7 por ciento. Nosotros somos su primer contacto, estamos viendo gente con un cuadro depresivo que ha podido abusar de las tecnologías, pero que no es un adicto, lo que sí tiene es un abuso negativo. Todavía estamos en una fase inicial por lo que esta estadística refleja solo el tiempo que llevamos en marcha.
¿Qué abordaje terapéutico hay que establecer en estos pacientes?
Somos un equipo multidisciplinar. La trabajadora social es la que analiza el caso, habla con los padres y valora la situación general del individuo. El psicólogo es la primera fuente de contacto con el menor y su familia. Se establece terapia individual o grupal dependiendo de cada caso y del grupo. Es clave trabajar de forma coordinada con el colegio para seguir metodologías específicas, el acompañamiento y la adaptación en el medio escolar. Por su parte, los pacientes que por sus características tengan dificultades concretas pueden necesitar tratamientos farmacológicos.
¿Qué papel tiene la familia en el abordaje de estos menores?
Fundamental. Se ha visto desde la evidencia que por mucho que tratemos al menor por mucho que tenga disposición si no hay una implicación con la familia es complicado el abordaje. La familia es parte de la solución, tiene que haber un acompañamiento, una supervisión y una implicación. La eficacia depende de la atención integral.
¿Qué respaldo hay por parte de la Administración?
Todos los mensajes apuntan a la necesidad de actuar ya, pero los recursos son los que son y estamos trabajando en formar a los propios compañeros porque por mucho que nosotros hagamos no podemos llegar a todo.
¿Se trabaja con otros centros similares?
Estamos todavía en fase de conocer y que nos conozcan. Este año vamos a una reunión con una unidad parecida, no igual, que hay en Barcelona. Queremos ver qué está haciendo para aprender. Estamos digitalizando los datos, aunque hay que mejorar la herramienta que se ha activado, vamos avanzando para mejorar la asistencia de estos menores.