Un alto porcentaje de pacientes diagnosticados de diabetes mellitus tipo 2 (DM2) presenta comorbilidades cardiovasculares mayores, entre las que destacan la cardiopatía hipertensiva, la cardiopatía isquémica, la insuficiencia cardiaca y el accidente cerebrovascular (ACV). La hipertensión arterial (HTA) es otra de las comorbilidades más habituales…
Un alto porcentaje de pacientes diagnosticados de diabetes mellitus tipo 2 (DM2) presenta comorbilidades cardiovasculares mayores, entre las que destacan la cardiopatía hipertensiva, la cardiopatía isquémica, la insuficiencia cardiaca y el accidente cerebrovascular (ACV). La hipertensión arterial (HTA) es otra de las comorbilidades más habituales en el paciente diabético, con una prevalencia superior al 50 por ciento. La HTA aumenta la mortalidad cardiovascular por cardiopatía isquémica y ACV, y acelera la microangiopatía, especialmente la nefropatía.
La dislipemia afecta al 48-54 por ciento de los diabéticos tipo 2. Las alteraciones de las lipoproteínas más características son el aumento de triglicéridos y VLDL, el descenso del cHDL y el aumento de las LDL (pequeñas y densas). La hipertrigliceridemia en los diabéticos guarda una estrecha relación con la presencia de macroangiopatía.
La obesidad es el factor de riesgo más importante para desarrollar DM2. También se ha comprobado que el mayor tiempo de evolución de la obesidad y el momento de aparición (edad adulta) influye en la probabilidad de desarrollar esta patología. La asociación de obesidad abdominal, hipertensión, disminución de la tolerancia a la glucosa o dislipemia conlleva un aumento del riesgo cardiovascular y constituye el llamado síndrome plurimetabólico. El origen de este síndrome posiblemente sea la existencia de una resistencia a la insulina en tejido adiposo, hepático y muscular.
Suficiente evidencia, pero escasez de concienciación
Los profesionales consideran que existe evidencia, pero no la suficiente concienciación sobre la necesidad de controlar de forma adecuada las complicaciones. Sería útil pasar más tiempo con el paciente, no solo para proporcionarle información y que pueda controlar todos los aspectos de su enfermedad, sino para darle apoyo y que se sienta respaldado. Este tipo de enfermedades requiere un cambio de vida difícil de realizar, y hay pacientes que necesitan un seguimiento y ayuda extra. Se propone tratar al paciente de una manera integral, cubriendo todas las necesidades que demandan su situación y sus circunstancias.
Consejos y selección del antidiabético oral
El tratamiento siempre se comienza con la modificación o asesoramiento sobre el estilo de vida, sobre todo en lo que se refiere al ejercicio físico y las normas higiénico-dietéticas, entre las que destaca la pérdida de peso si el paciente tiene sobrepeso. Posteriormente se decide la medicación cuando se estime que estas medidas no son suficientes.
El tratamiento personalizado es actualmente el paradigma en el abordaje terapéutico de la diabetes mellitus tipo 2. Los factores que influyen en la selección del antidiabético oral para los pacientes con DM2 son la edad, el peso, la patología concomitante, la función renal, la historia personal de alergias e intolerancia a fármacos, el nivel cultural, las limitaciones de los órganos de los sentidos y las preferencias del paciente.
Combinación de fármacos
La opción terapéutica más recomendada en el paciente diabético es la metformina, que suele ser el fármaco de primera elección. En caso de contraindicación, se plantea la posibilidad de un inhibidor DPP-4. Y, sobre todo, la combinación. La metformina tiene una eficacia y seguridad avalada por diversas investigaciones, así como un probable efecto anorexígeno que ayudaría al paciente con obesidad.
Por otro lado, los médicos destacan el efecto ventajoso de los inhibidores de la DPP-4, además de su clara eficacia, porque estimulan la secreción de insulina por las células beta del páncreas, a la vez que tienen un efecto trófico positivo sobre estas células, retrasando su destrucción. Además, inhiben la liberación de glucagón; es decir, a diferencia de las sulfonilureas, no agotan el páncreas y no hay riesgo de hipoglucemias.
Cuando estas opciones no son suficientes, se inicia una triple terapia, que generalmente incluye un SGLT2, debido a la eficacia que ofrecen en esta fase del tratamiento. Si no se consigue un control satisfactorio de las cifras de glucosa, es necesario recurrir a la insulina.
Han participado en la elaboración de este artículo:
Javier Luño Comps, Eladio García Ramos, Juan Antonio Medina Vargas, Nicolás Santana Alonso, María Soledad Ramos Carracedo, Sergio Hernández Sánchez, Andrés Esteban García, José Luis Marrero Valenciano, María Fátima Mas Hernández, Isabel Serrano Suárez, Óscar Nuño García (C. S. Maspalomas), Francisco Lobato González (Cons. Ojos de Garza), Guillermo Betancor (Cons. Ojos de Garza), Marisela Rodríguez González (C. S. Vecindario), Marcelino López Álamo (C. S. San José), Marcos Cabrera Rodríguez (C. S. Maspalomas), Nuria Vilá, Jaume Cortés, María Pilar Biendicho, Tomás Alonso, Montserrat Llop Moreno, María Palacios García, María Luisa Oliver Schornstein, Esther Benaque Vidal, Natividad Fernández Padilla.