La inercia y el incumplimiento terapéutico limitan alcanzar los objetivos de control recomendados para los pacientes. Aspectos como las características clínicas, el incumplimiento e incluso la preferencia del paciente pueden marcar la no intensificación del tratamiento. La inercia es un problema común en el seguimiento…
La inercia y el incumplimiento terapéutico limitan alcanzar los objetivos de control recomendados para los pacientes. Aspectos como las características clínicas, el incumplimiento e incluso la preferencia del paciente pueden marcar la no intensificación del tratamiento. La inercia es un problema común en el seguimiento de enfermedades crónicas asintomáticas, depende un 50% del médico, 30% del paciente y 20% del sistema sanitario. Las medidas para reducir la inercia serían incentivos para profesionales, auditorias, mejorar relación médico paciente, recordatorios informativos y mejorar la organización personal. La inercia terapéutica lleva a retrasar el inicio de tratamientos o sus cambios.
El problema existe desde siempre, pero fue a partir de 2001 tras las aportaciones de Lawrence S. Phillis, endocrinólogo de la Universidad de Atlanta, en Estados Unidos, que la definió como 'la falta de inicio o intensificación del tratamiento cuando está indicado', cuando adquirió especial relevancia.
La diabetes 2 por su complejidad exige a los profesionales una dedicación y relación con el paciente más intensa y estrecha que la mayoría de las patologías. Necesita la implicación del paciente en lo que respecta a la adherencia al tratamiento, realización de autocontroles, el cumplimiento normas dietéticas y de ejercicio físico, exploraciones para el diagnóstico precoz de las repercusiones sobre órganos diana, actuación ante descompensaciones agudas, hipo e hiperglucémicas, viajes y deporte. Por eso, resulta necesario no solo la transmisión de información y adquisición de conocimientos sino que se deben adquirir habilidades y sobre todo cambios de actitud y comportamiento, que son, en definitiva, el objetivo de la educación sanitaria.
Por este motivo, se deberían mejorar las estrategias dirigidas potenciar el papel de los profesionales como educadores, implicar a otros profesionales sin miedo a perder protagonismo, que haya una mayor coordinación con los servicios de endocrinología y diabetología, unificando los mensajes y evitando contradicciones que pudieran hacer perder la confianza al paciente. Es crucial que el paciente se implique en el control de su diabetes.
Añadir otro fármaco
A la hora de añadir otro fármaco a la metformina, se suelen seguir las recomendaciones recogidas en las guías. Por regla general, el tratamiento se inicia con metformina a bajas dosis para minimizar efectos secundarios y, cuando se llega a la dosis terapéutica, se comprueban los resultados con analítica a los tres meses. Si no se alcanza el objetivo marcado (HbA1c, no hipoglucemias, tolerancia, etc.), se asocia el segundo fármaco y así sucesivamente.
Las guías de práctica clínica recomiendan que tras las medidas de dietéticas y ejercicio físico, se utilice la metformina como fármaco de primera elección, salvo intolerancia u otras contra indicaciones. Aunque con pequeñas discrepancias la mayoría de las guías, americanas ACP-AACE-ACE, canadiense CDA, europeas ESC y españolas red GDPS, apuestan por la individualización del segundo, tercer, incluso cuarto fármaco o insulina en función de las características del paciente: edad, años de evolución, complicaciones de la propia diabetes, patología asociada, FG y grado de control metabólico. Así, se intenta adaptar las decisiones a las GPC que se considera más acorde con el entorno poblacional y sanitario.
Buscar solución
Hay que tener en cuenta que tanto la inercia clínica como la terapéutica son un grave problema de difícil solución, ya que se precisa de una mayor formación de los profesionales, mayor concienciación de éstos en la aplicación de las guías y consensos, incentivar a los profesionales y disponer de tiempo en el manejo de sus consultas. Cuando el médico logra identificar y entender los problemas importantes de sus pacientes es capaz de generar mayor satisfacción con la atención recibida y alcanzar una mayor adherencia al tratamiento. De hecho, algunos estudios han demostrado que se produce una mejoría en las glucemias de pacientes diabéticos cuando sus médicos aprendieron habilidades comunicacionales que les permitían centrarse más en el paciente
Es necesario reforzar la relación médico-paciente para involucrar al paciente en su autocuidado y en la mejora del cumplimiento terapéutico. Inicialmente, las intervenciones educativas serán frecuentes hasta conseguir la implementación de unas pautas básicas por parte del paciente, que irán reforzándose periódicamente. Se deberían utilizar mensajes cortos y de fácil lectura, informando sobre los resultados de sus controles y pactando de forma conjunta la estrategia para alcanzar los objetivos propuestos. También sería conveniente la implicación del cuidador principal, si existen limitaciones en la autonomía del paciente.
En los casos de los pacientes diabéticos que viven solos y son de edad avanzada la relación médico paciente adquiere una importancia vital. Las continuas y numerosas visitas domiciliarias son un soporte básico y fundamental para profundizar más en la relación, lo que, a la larga, se traduce en un mejor cumplimiento terapéutico.
En cuanto al escalado en la modificación del tratamiento, se va haciendo a medida que el paciente no se encuentra dentro de los objetivos terapéuticos que se persiguen, teniendo en cuenta la edad y la presencia de comorbilidades.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina de Familia Ángel García Serrano, Diego Navarro Valero, Carmen Sánchez Castaño, Carmen Valdivia Florensa, Jaime Pérez-Romero Martínez e Ignacio Marti Romera, de Albacete; los especialistas en Medicina General María Lope Martín Sanz, Ana Pastor Morel, José González Batista, Miguel Ángel Juarez Cerdá, Luisa Santos Hernández y Jesús Bleda Cano, Patricia Mayor Heredia, Sergiu Nepotu, Pedro Velez Guerra, Encarna Agullo López, José Vicedo Alenda y Ángel Brazales Marcos, de Alicante; Miguel Andrés Roldan Segura, Ricardo Buendía Pérez, Juan Manuel Álvarez Gutiérrez, José Luis Martínez Donate, Ignacio García Nadal y José Manuel Lorenzo Lorenzo, de Albacete, y Mariano Callado Ramón, José Antonio Sánchez García, Rosario Beltrán Díaz, Victoria Moya Cantarell y el especialista en Medicina General David Belmonte Gómez.