La depresión requiere un diagnóstico clínico mediante una entrevista. De hecho, el diagnóstico es de exclusión. Por este motivo, las pruebas complementarias solo se recomiendan para poder descartar una patología que esté interfiriendo en el cuadro depresivo.
En líneas generales, la petición de pruebas complementarias se debe hacer después de realizar una
exhaustiva anamnesis y exploración física y psicopatológica. Se pueden solicitar en función de la hipótesis diagnóstica de sospecha.
Se deberían solicitar algunas pruebas para descartar causas médicas de la clínica depresiva, como es un análisis de sangre que incluya perfil hormonal y vitamínico.
Otras pruebas como la Tomografía Axial Computarizada (TAC), deberían reservarse cuando se sospeche otra patología en función de signos de alarma como edad de inicio atípica, síntomas atípicos, síntomas neurológicos acompañantes u otros datos que obliguen a realizar un diagnóstico diferencial entre varias entidades clínicas.
Petición individual
La solicitud de exploraciones complementarias será diferente en función de cada paciente. No se solicitarán las mismas exploraciones al paciente tratado de manera ambulatoria y en Primaria que al paciente seguido en una Unidad Hospitalaria.
Tanto en el paciente ambulatorio como al hospitalizado, habría que solicitar un perfil analítico completo, un hemograma, ionograma, bioquímica, función renal y hepática, determinación de vitamina B12 y ácido fólico y perfil tiroideo. En los pacientes de riesgo, se considerará solicitar serologías (hepatitis B y C, lúes, VIH); en las mujeres en edad fértil, se valorará solicitar una prueba de embarazo.
También es útil considerar que el consumo de tóxicos pueda ser causante de sintomatología afectiva. Por eso, es necesaria una determinación de tóxicos.
Recomendaciones
En cuanto a Electrocardiograma (ECG), se recomienda en pacientes con antecedentes cardiacos, que podrían ocasionar alteraciones en la perfusión cerebral, y en pacientes con antidepresivos tricíclicos o de especial monitorización, y en pacientes de edad avanzada bajo tratamiento con citalopram o escitalopram de más de 65 años.
Por su parte, el electroencefalograma (EEG) permitirá un diagnóstico diferencial entre patología de base orgánica y las patologías psiquiátricas.
También se puede recurrir a la polisomnografía, dada la elevada relación entre los trastornos afectivos de polaridad depresiva y el síndrome de apneas del sueño. Hay que destacar que un gran número de pacientes presentan síndrome metabólico, lo que incrementa el riesgo de padecer apneas.
En pacientes graves, en quien se pueda plantear tratamiento con Terapia Electroconvulsiva (TEC) y estando hospitalizado, se plantearán exploraciones complementarias como la radiografía de tórax, el ECG y prueba de neuroimagen, como la TAC o RMN.
Pruebas de neuroimagen funcional
Hay que recordar que las pruebas de neuroimagen funcional son técnicas útiles en cualquier proceso médico que implique el sistema nervioso central, como lo son los trastornos depresivos.
De hecho, son útiles, sobre todo, en cuanto a diagnóstico diferencial, síntomas neurológicos concomitantes o falta de respuesta a los tratamientos, teniendo en cuenta además la comorbilidad y la necesidad de diferenciar entre las demencias degenerativas y la pseudodemencia depresiva.
En cualquier caso, es conveniente valorar el coste-beneficio de estas pruebas y solicitarse siempre siguiendo criterios clínicos y basándose en una sospecha.
Hay que comentar que el uso de RMN funcional en la práctica clínica habitual parece todavía lejano, por el coste de la maquinaria, la necesidad de equipo técnico específico y entrenado en su uso. Esto no hace viable su implantación en la práctica clínica habitual, por lo que en la actualidad se encuentra centrada en la investigación. Sin embargo, su posible utilización en el futuro en ambientes clínicos es prometedor.
Los estudios de neuroimagen funcional han evidenciado en personas con depresión, que presentan diferencias en la actividad y la conectividad de distintas regiones del cerebro, en comparación con personas sin depresión. Estos hallazgos pueden ser útiles tanto para el estudio, como para el diagnóstico y la evaluación de la respuesta al tratamiento de la depresión.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Psiquiatría Jorge Miguel García Téllez, de la Unidad de Salud Mental Comunitaria de Algeciras; Paloma Cano Ruiz, del Hospital General de Almansa; José Antonio Campos Pérez, del Centro de Salud Mental Tui, Hospital Universitario Álvaro Cunqueiro, de Vigo, Pontevedra; Eloísa Román Chillarón, Hospital Universitario Mutua de Terrassa; Beatriz Pecino Esquerdo, de la Unidad de Salud Mental Foietes, en Benidorm; María Blanca Lagaron Cabello, del Centro de Salud Cintruénigo; Carmen Núñez Sande, del Hospital Universitario Lucus Augusti, Lugo, y Daniel Hernández Gómez, del Centro de Salud Mental, de Lorca.