Con una larga carrera investigadora a sus espaldas, Juana Carretero preside la Sociedad Española de Medicina Interna (
SEMI). Cree que hay que potenciar más el papel investigador de la mujer y tener en cuenta las diferencias que hay entre hombres y mujeres a la hora de estudiar las distintas patologías. La presencia de la mujer es cada vez mayor en este terreno, pero queda aún mucho por hacer.
¿Cuál es el papel de la mujer en la investigación médica?
Hasta ahora, ha tenido un papel escasamente relevante, porque dedicarse a la investigación, sobre todo si además tienes práctica asistencial, supone un sobreesfuerzo que normalmente suele salir del tiempo libre. Aunque parezca machista, que no lo es, ese tiempo lo han podido dedicar más los hombres que las mujeres, por el rol de cuidadoras que tenemos o que hemos tenido las mujeres.
¿Hay algún otro factor?
En España, por desgracia, la investigación no está muy reconocida dentro del ámbito sanitario ni dentro de la gerencia de área de los hospitales. No hay un tiempo para que un profesional se dedique a la investigación. Hay que hacerlo en tiempo libre, por las tardes o los fines de semana. Cada vez somos más conscientes de la importancia de nuestro papel en la investigación, y cada vez somos más capaces de relegar algunas tareas familiares a otras personas que formen parte del grupo familiar.
Entonces, ¿está mejorando la situación?
Está evolucionado positivamente. Se ha mejorado mucho en todas las organizaciones la investigación que hacemos, tanto en básica como la que se lleva a cabo en las sociedades científicas y los institutos de investigación. La presencia de la mujer es cada vez mayor.
¿Y esa presencia se ve también en los equipos directivos?
Eso es otra cosa. La presencia de las mujeres en la dirección de los institutos de investigación o como líderes aún no es muy relevante. Todavía hay un decalaje, porque esos puestos suponen mucha más carga de trabajo y, todavía, es más difícil de asumir. Para liderar los equipos se sigue con la tendencia a pensar primero en un varón que en una mujer.
¿Qué aporta una mujer a la investigación?
Las mujeres somos más ordenadas y aportamos más capacidad de gestión; gestionamos las cosas porque estamos acostumbradas a hacerlo en el entorno familiar. Por eso, aportamos más organización. Somos capaces de trabajar de forma más colaborativa con el resto de los miembros de la organización y también aportamos más humanidad, en el sentido de más cercanía y empatía. Pero quiero dejar claro que no soy feminista para nada. Pienso que cada uno tiene que estar en el sitio, en el que le corresponde, en el momento que le corresponde. No pienso que haya que tener una discriminación positiva a favor de la mujer, ni negativa en contra del hombre.
¿Cómo valora usted los equipos mixtos?
Deben ser complementarios, en el cada uno aporte lo suyo. Deben estar formados por los profesionales adecuados, por las personas que tengan los méritos suficientes para estar ahí, independientemente de que sean hombres o mujeres.
¿Cómo está afectando la feminización de la Medicina a la investigación?
En los últimos años sí estamos viendo que hay más mujeres que hombres en las facultades de Medicina, pero las mujeres nos dedicamos mucho más a la asistencia que a la investigación. Sí tenemos más presencia en investigación, pero no en la misma proporción en la que se está feminizando a las facultades y a la profesión médica. No obstante, ahora hay algunos hospitales que están sacando plazas diferenciadas de investigación y que forman parte de las plazas estructurales de los hospitales, pero que se dedicarán solamente a la investigación.
¿Se contemplan las diferencias que hay entre hombres y mujeres a la hora de plantear los proyectos de investigación?
Este aspecto todavía no se tiene muy en cuenta. Sí se ve, por ejemplo, en estudios observacionales. Los estudios que hacemos los que nos dedicamos más a la investigación clínica, básicamente son registros, y puede haber un 50-50 de hombres y mujeres, porque es la práctica clínica habitual. Otra cosa diferente son los ensayos clínicos. En un ensayo clínico normalmente la proporción hombre y mujer es de 70/30. Se incluyen pocas mujeres, están muy infrarrepresentadas en dichos ensayos clínicos.
¿Qué repercusiones tiene este hecho?
Las conclusiones que se sacan de un ensayo clínico se aplican a todos: a hombres y a mujeres. Hay muchas enfermedades que se manifiestan de forma muy diferente en ambos. Pretender extrapolar los resultados que se han hecho sobre 80 varones y 20 mujeres a veces es complicado. También hay que tener en cuenta que, por ejemplo, la enfermedad cardiovascular se manifiesta de una forma diferente en hombres y mujeres. El problema es que no se hacen ensayos clínicos teniendo en cuenta estas diferencias, estratificados por género o pensados más expresamente a las diferencias entre mujer y hombre.
¿Qué problemas puede presentar?
Puede haber un conflicto ético, entre comillas, ya que estás extrapolando los resultados a una población diferente. Lo mismo ocurre con los pacientes ancianos, que están fuera de los ensayos clínicos. La edad media son 65 años, pero los pacientes que yo tengo en la planta, en consulta, tienen más de 75 años. Entonces, no podría darle ningún fármaco a mis pacientes.
¿Qué se está haciendo para resolver esta situación?
Hoy día, la Medicina camina hacia la Medicina Personalizada, a lo que cada persona necesita. Más allá de su carga genética, ver cómo se expresa la enfermedad con sus condicionantes ambientales, familiares y sociales. Hay que valorar muchos condicionantes e intentar hacerlo para el máximo las personas. Hay que agruparlas de la forma más homogénea posible.
¿Con qué herramientas se cuenta?
Las nuevas tecnologías y la Medicina Digitalizada están ayudando mucho. Es más fácil hacer agrupamiento de personas lo más homogéneas posibles. Cuando se plantea un ensayo clínico o un estudio de población hay que intentar pensar en a quién va dirigido, y si esa enfermedad es más prevalente en la mujer, no pasa nada por hacer un estudio dirigido donde la mayor parte de las personas que participen sean mujeres. En esto sí estamos avanzando.
¿En qué sentido?
Se está viendo que la investigación que va dirigida a la población en general tiene más fallos de aplicabilidad que cuando se estratifica, por ejemplo, por género. Se sabe que hay fármacos que son mejores para las mujeres y otros para los hombres. Cuando se hace un protocolo de tratamiento de una enfermedad se deberían tener en cuenta esos aspectos, además de los condicionantes clínicos. En este sentido, la Medicina Personalizada está ayudando.
¿Qué se puede hacer para visibilizar más el papel de la mujer en la investigación?
En primer lugar, las mujeres tenemos mucho que hacer, tenemos que empoderarnos y reivindicar nuestro papel en la investigación. La mujer que quiere hacer investigación debe dar un paso adelante, soltar un poco de lastre y cortar las amarras. Tiene que decir: “me gusta la investigación, quiero hacer investigación y tengo tiempo para hacerla”. La principal protagonista aquí o el principal actor debemos ser las mujeres.
¿Se cuenta con el apoyo de la Administración?
También hay que trabajar en este sentido. Cuando la Administración piense en comenzar una investigación, debe hacerlo teniendo en cuenta a la mujer como investigadora y enfocar dicha investigación hacia la mujer. Es decir, considerando la forma de manifestarse la enfermedad en el hombre y en la mujer, ya que conseguiríamos ofrecer a las personas lo que necesitan, no tanto como que sea un hombre o como que sea una mujer, igual sucede con los ancianos, con los jóvenes o con los adolescentes.
¿Qué pueden hacer las sociedades científicas?
Tenemos mucho que decir. Las sociedades científicas lideramos el conocimiento y la investigación clínica. Tenemos a los pacientes y hacemos clínica todos los días. Debemos organizar un registro, un estudio observacional o un ensayo clínico promovido por las sociedades. Por una parte, podemos ver qué piensan las mujeres como investigadoras, tanto si son investigadoras principales del estudio o forman parte del grupo de investigación. Por otra parte, nosotros sabemos cómo se manifiestan esas enfermedades en el hombre y en la mujer. Por eso, debemos incluir esta información cuando redactamos o elaboramos los protocolos. Hay que pensar en estratificar de los resultados por género para disponer de los mejores resultados, lo más acertado posible para nuestros pacientes.
¿Qué está haciendo la SEMI?
En la Sociedad Española de Medicina interna hemos desarrollado una escuela de investigación, que ya lleva una andadura de unos tres años. La hemos separado de la escuela de formación y será un área propia. Tenemos un curso de investigación con varios módulos, y hemos tenido muy buena acogida, con aproximadamente 1.000 alumnos. Muchos son médicos residentes y jóvenes a los que les está gustando cada vez más la investigación. Desde las sociedades científicas tenemos que trabajar en este sentido, porque tienen que ser nuestros asociados los que vean que, desde la Sociedad, se promueve y se promociona la investigación.
Las nuevas generaciones de mujeres médicos, ¿tienen interés por la investigación?
Depende mucho de dónde se formen los nuevos médicos. Si en el servicio en el que están hay interés por la investigación, probablemente sí; si no lo hay, es difícil.
En líneas generales, el nuevo médico no tiene esa inquietud, porque en las universidades no se prima la investigación, no se enseña a investigar. De todas las capacitaciones que debe tener un médico cuando termina la carrera no está la capacitación de investigación