Los biomarcadores en depresión mayor solo proporcionan información adicional y no reemplazan la evaluación clínica y el criterio médico. Por el momento, no se pueden aplicar de forma rutinaria en la clínica diaria, faltan datos que verifiquen sus beneficios
11 de marzo 2024. 12:22 pm
Los biomarcadores para la depresión mayor son características biológicas específicas que se pueden medir y utilizar como indicadores de la presencia, gravedad o respuesta al tratamiento de la enfermedad. El biomarcador se define como una sustancia utilizada como indicador de un estado biológico, normal o…
Los biomarcadores para la depresión mayor son características biológicas específicas que se pueden medir y utilizar como indicadores de la presencia, gravedad o respuesta al tratamiento de la enfermedad.
El biomarcador se define como una sustancia utilizada como indicador de un estado biológico, normal o patogénico, o de respuesta a un tratamiento farmacológico. Además, debe poder ser medido de forma objetiva.
En depresión mayor han sido muchos los factores estudiados para poder establecer biomarcadores que pudieran apoyar el diagnóstico o monitorizar su curso y los distintos tipos de gravedad. Así, destacan los factores del neurodesarrollo, como el genoma, la respuesta al estrés, los factores traumáticos... que pueden alterar diversos ejes neuroendocrinos y la fisiología del funcionamiento cerebral. También están los factores neurotróficos, como neurogénesis, factores tróficos como el BDNF, NGF, citoquinas, IGF-1, proteínas antiapoptóticas, segundos mensajeros…
En cuanto a los marcadores serotoninérgicos, hay que destacar el sitio de unión de imipramina al transportador de alta afinidad de serotonina de las plaquetas (5HTT) y diversos polimorfismos del receptor serotoninérgico (5-HT1A, 5-HT1B, 5-HT1D, 5-HT1E, 5HT1F, 5-HT2A, 5-HT2C).
Marcadores bioquímicos
También hay que considerar los marcadores bioquímicos, como los lípidos del colesterol, nitrógeno, electrolitos y metales (magnesio, mercurio); los marcadores vitamínicos, ácido fólico, vitaminas B6 y B12; los marcadores de neuroimagen, especialmente técnicas de neuroimagen funcional, como el PET, y los marcadores inmunológicos, como las células del sistema inmunitario como el linfocito THCD4+ y las interleuquina 6 y 2.
Entre los biomarcadores hay que destacar uno prometedor, que son los micro ARN. Se trata de partículas de ARN no codificantes que regulan la expresión génica postranscripcional. Están involucrados en muchos procesos biológicos, incluyendo el desarrollo, la diferenciación celular y la respuesta inmune. Se detectan en sangre y son liberados por diferentes tejidos. Algunos estudios muestran niveles alterados de micro ARN específicos en pacientes con trastorno depresivo.
Utilidad de los biomarcadores
En la actualidad, los biomarcadores tienen una utilidad limitada en la práctica clínica. Pero son una vía de investigación importante, muy vigente y con especial interés en relación a la medicina individualizada y basada en el paciente.
Uno de los que podrían utilizarse son los niveles de BDNF como predictor de posibles suicidios, aunque los estudios concluyen que “las futuras líneas de investigación deben llevarnos a diseñar estudios prospectivos de manera de poder definir si los niveles de BDNF séricos son predictores para futuros intentos de suicidio”.
En cuanto a las citoquinas, también se podrían emplear para valorar la evolución biológica del cuadro depresivo, pero la clínica objetivable por entrevista clínica sigue siendo a día de hoy lo más fiable.
Por lo general, los biomarcadores pueden aportar un mejor conocimiento de las interacciones de entre el ambiente, la genética y los diversos sistemas estudiados en la génesis y el desarrollo de la depresión.
Prescripción del tratamiento
La prescripción del tratamiento antidepresivo en principio corresponde a los síntomas diana y a los efectos secundarios que se quieren evitar. No es lo mismo tratar una depresión ansiosa que otra inhibida, ni soslayar la importancia de la repercusión en la libido en un paciente activo sexualmente o el aumento de peso en otro con obesidad mórbida.
La realización de estudio genético, pese a su elevado coste, puede ayudar a descartar ciertos tipos de medicamentos por las interacciones con el citocromo p450 o por la interferencia con otros procesos metabólicos. Sin embargo, no dirán cuál es el antidepresivo ideal para ese determinado paciente.
Los biomarcadores tendrían alguna función al confirmar las sospechas clínicas y ayudarían a tomar la decisión sobre qué antidepresivo prescribir, pero no más que la tolerancia al fármaco en otros familiares cercanos o la compatibilidad del cuadro con un tipo u otro de depresión.
Sí es importante valorar el perfil antidepresivo en función de los datos tanto objetivos como subjetivos para decidir entre un antidepresivo serotoninérgico, noradrenérgico, dopaminérgico o dual. Eso sin tener en cuenta las circunstancias personales en ese momento, la patobiografía, las posibles adicciones y, por supuesto, la indicación o no de tratamiento farmacológico para lo que haría falta una buena entrevista psicoterapéutica.
Enfoque personalizado
Además, la Psiquiatría de precisión y la mejora en la calidad de los tratamientos antidepresivos necesita de biomarcadores que permitan dar un enfoque objetivable y personalizado a los pacientes. El empleo de biomarcadores puede agilizar la búsqueda del tratamiento más oportuno para cada paciente.
Aunque estos biomarcadores son prometedores, se necesita más investigación para su validación y uso de forma plena en la práctica clínica diaria.
No hay que olvidar que la depresión mayor es un trastorno complejo y multifactorial, por lo que es poco probable que exista un único biomarcador que sea suficiente para el diagnóstico o manejo de dicha enfermedad. Es probable que los biomarcadores sean solo una pieza del rompecabezas en la comprensión de la depresión mayor. Además, es importante tener en cuenta que los biomarcadores solo proporcionan información adicional y no reemplazan la evaluación clínica y el criterio médico.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Psiquiatría Ángela Izquierdo de la Puente, del Centro de Salud Mental Majadahonda, Hospital Puerta de Hierro, en Majadahonda, Madrid; Albert Pendás Campos, del Centro de Salut Mental Ripollet; Sergio Núñez Sevillano, del Complejo Asistencial Universitario de León; Claudio Castillo Buenaventura, del Servicio de Psiquiatría del Hospital del Mar, en Barcelona, Centre Forum (CAS, UPD); Enrique Trujillano Fernández, del Centro Asistencial San Juan de Dios, de Málaga; Guillem Lera Calatayud, de la Unidad de Salud Mental Sueca, médico psiquiatra del Hospital de La Ribera; Roberto Martín Ortiz, de la Unidad de Salud Mental de Adultos Cabo de las Huertas, Alicante; Rubén Ochoa Blanco, del Hospital San Telmo, Palencia, y Bruno de Diego López, del Policlínico HM Virgen del Val, HM Hospitales, Alcalá de Henares.