Los inmigrantes sufren más diabetes, por lo general de tipo 2, y la controlan peor que la población autóctona; la incidencia de esta patología entre este grupo poblacional se acerca al 10%.
Por lo general, el paciente diabético inmigrante es bastante más joven -la edad media se sitúa entre 40-45 años- y con menos años de evolución de la enfermedad que el español. Es un perfil sin complicaciones y mal cuidado metabólico.
Suele acudir a consulta la mujer, quizás debido a una mejor adaptación e integración y a que las condiciones laborales del hombre impiden al paciente inmigrante que vaya más al centro de salud. Además, es un tipo de paciente con unos hábitos difíciles de cambiar, muy arraigados.
Una alimentación poco adecuada, ingesta de alcohol, tabaco, vida sedentaria, iniciándose en todos esos malos hábitos a edades tempranas llevan a este colectivo poblacional a multiplicar el riesgo de padecer o estar predispuesto a sufrir DM2.
Son pacientes mal cumplidores que solo acuden a consulta cuando tienen dolor. Su concepto de salud es despreocupado y resignando y tienden a combinar los tratamientos propios naturistas de su país con la terapia farmacológica que le proporciona el médico de familia en el centro de su salud.
La población inmigrante escasamente cumple el tratamiento y no vuelven a consulta para posteriores revisiones. Su cultura les lleva a pensar que las enfermedades crónicas no tienen curación. Por género suelen ser hombres en mayor proporción los que presentan diabetes tipo 2.
Los inmigrantes de zonas donde han sufrido mucha hambre desarrollan resistencia a la insulina. Eso les permite aprovechar mejor el alimento. Cuando la disponibilidad de comida es abundante y se reduce la actividad física, lo que era una ventaja se convierte en desventaja. Por el contrario, padecen, en general, menos complicaciones crónicas relacionadas con la salud cardiovascular –accidente cardiovascular o insuficiencia cardíaca-
Los inmigrantes sufren más diabetes y la controlan peor
N.Garay
2 de noviembre 2017. 12:48 pm