En España, las últimas estadísticas de 2021 hablan a 4003 suicidios. El
suicidio es, no obstante, desde 2008 la principal causa no natural de muerte. Preocupan especialmente datos como que el suicidio en menores de 15 años ha aumentado exponencialmente (de 14 casos que era el máximo, se alcanzaron 22 casos). Estas son las cifras conocidas, pero lo que no todos los profesionales conocen es cómo cuantificar no solo los suicidios, sino el riesgo real de que se produzcan. Así, en esta última entrevista realizada por EL MÉDICO, con el apoyo de ORGANON, hablamos con
Dolores Braquehais Conesa, de la Clínica Galatea en Barcelona, sobre la valoración del riesgo de suicidio.
La primera idea a tener en cuenta es que hay personas con mayor vulnerabilidad que otras al suicidio. “Hay casos en los que sobre esa vulnerabilidad impacta un evento vital adverso o bien un trastorno mental. Este es un modelo en el que se cuantifica los factores de riesgo y los protectores”.
Para evaluar el riesgo, existe un modelo de cuantificación del mismo en el que es importante
distinguir ideación suicida, intento suicidio y suicidio consumado. “En suicidios consumados, los principales factores de riesgo son la presencia de un trastorno mental y los antecedentes de historia de autolesiones. Dentro de los trastornos mentales los más importantes serían la depresión y el trastorno límite”. Por otra parte, en cuanto a factores protectores están los vínculos, como es el hecho de tener hijos o contar con un apoyo comunitario importante.
Medir la vulnerabilidad
Hay otro modelo de valoración del riesgo, más cualitativo que cuantitativo, que se basa en la propia percepción clínica, en la que se observa que el sujeto entra en una visión en túnel en el que solo ve esa salida. “Esto ocurre cuando la persona tiene un dolor psíquico intolerable”.
Es decir, que “además de cuantificar los factores de riesgo, los clínicos también debemos explorar cómo ese sujeto entra en una
visión en túnel y cómo podemos ayudarle a salir del mismo”. Porque lo importante es que la persona que entra en ese túnel sepa que hay alternativas.
Si bien un historial de intentos previos y una patología mental de base, como la depresión, son los principales factores de riesgo, también tienen su peso otros como es la adicción a sustancias, en concreto, o consumo de alcohol. “Habría que sumarle otros factores como falta de apoyo social o familiar, factores estresantes en el entorno, y será la suma de todos esos factores la que despierte la alerta de riesgo, tras la que habría que proceder a una evaluación del riesgo.”
Accede a la entrevista completa:
Profesión médica y riesgo de suicidio
En cuanto a grupos de población que se consideran más de riesgo, la experta destaca que hay profesiones más vulnerables. Por ejemplo, el
personal de limpieza y construcción tienen alto nivel de suicidio. “Aunque esto puede no tener que ver con el suicidio en sí, sino con la situación socioeconómica”. Sin embargo, sí que existen profesiones que realmente tienen un riesgo incrementado, como son granjeros y agricultores, profesionales de la salud o cuerpos de seguridad, entre otros.
“En el caso de profesionales de salud estarían
médicos, veterinarios, enfermeras, dentistas y técnicos de emergencias. Lo curioso en estos casos es que, debido a la feminización de estas profesiones, el riesgo de suicidio se equipara en hombres y mujeres, por lo que es necesario tenerlo en cuenta en las medidas preventivas”.
De las profesiones citadas, tienen en común que comparten el acceso y el conocimiento de medios letales y tienen más dificultad a la hora de pedir ayuda. Todo ello se une a que tienen más probabilidades de vivir de forma continuada situaciones difíciles en su entorno laboral y una relación más estrecha con la muerte.
Prevención del riesgo
En función de la evaluación de riesgo es cuando se deciden las medidas a tomar. “
La cuantificación del riesgo permite orientar el camino. Por ejemplo, si el riesgo es inminente hay que derivar al paciente lo antes posible a un servicio de urgencias, pero si es moderado o hay un buen apoyo familiar, se puede hacer un seguimiento en la red de salud mental más cercana”.
A nivel de prevención también hay que tener en cuenta, por un lado, crear estrategias para reducir el número de suicidios en la población general y, después, crear medidas que se dirijan a colectivos más específicos. Por ejemplo, en un entorno escolar. “En estos casos, en adolescentes, la imitación es un riesgo, por ello es importante abrir la opción a pedir ayuda”.
Abordar los intentos suicidios
La evaluación de un paciente que ha llevado a cabo un intento de suicidio debe ser en un
entorno tranquilo, sin interrupciones, para que el paciente se pueda expresar con libertad. Durante este tiempo se hace la valoración esencial que se hace en cualquier paciente psiquiátrico. También se intenta recabar información del entorno.
“Descendiendo específicamente al
suicidio, valoras los antecedentes de intentos previos, los antecedentes familiares y cómo ha sido el intento. Es decir, si ha sido planificado o no, qué método ha usado, qué precauciones activas ha tenido y el grado de ideación”. Un intento puede ser medicamente muy grave, como una sobre ingesta de analgésicos, y que el riesgo sea menor porque ha sido algo impulsivo, o que se utilice un medio con una letalidad más baja, pero en el que el paciente ha puesto mucha decisión y premeditación.
“En este punto, las condiciones de esta entrevista son importantes, pero el trato con el profesional también, porque se puede abrir o no el vínculo que va a permitir ayudar al paciente”.
Otro punto es que muchas veces la información no llega por parte del paciente, sino por alguien del entorno del mismo, una situación que también es habitual en Psiquiatría. Aquí es clave
lograr que el paciente al final acceda a pedir ayuda voluntariamente. Cuando el paciente no accede, se puede contactar con la red de salud mental para buscar recursos y, si el riesgo es inminente, llamar a urgencias.