Hay enfermedades mentales como la psicosis, la esquizofrenia, o el Alzheimer, que se han afincado en el imaginario de millones de personas de todo el mundo. En paralelo, hay otro tipo de enfermedades a las que los psiquiatras llaman trastornos comunes: depresión y ansiedad. Se denominan comunes porque encabezan la lista de trastornos mentales. Tanto que aún ante la escasez de datos, se estima que entre un 8 y un 15% de la población mundial padece alguna de estas patologías, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
Todo lo que nos rodea nos impacta, incluso a nivel genético. Tras una situación como la de la pandemia, cosas básicas como la socialización, la reunión con la familia, los amigos, desaparecieron. Tanto los niños, como los ancianos, tuvieron que encerrarse en casa durante meses, un confinamiento masivo que afectó seriamente a la salud mental de las personas.
Todavía no tenemos datos, ni ha pasado el tiempo suficiente para saber cómo todo ello nos ha impactado en profundidad, pero recientemente la revista The Lancet publicó un estudio que explicaba que la pandemia ha hecho crecer en casi un 27% este tipo de trastornos comunes. El que más ha crecido es la depresión, que junto a la ansiedad afectaba mayoritariamente a mujeres en edades entre 20 y 40 años. En este estudio aparecen por primera vez como sujetos de patología los niños, que no habían predominado antes con relación a la pandemia. Esta historia que recién avanza, ¿cómo va a afectarnos a todos?
Con relación a la depresión y a la ansiedad, según un paper publicado en el Journal of Medical Screening, el 20% de las consultas de atención primaria están relacionadas con estas patologías, esto antes de la pandemia. Alemania, Italia, Francia y España son los países más afectados por esta dolencia común. Esto lleva a que los ansiolíticos y antidepresivos sean las drogas más vendidas del mundo. Tras la pandemia, el incremento de consumo de este tipo de fármacos ha crecido porcentualmente en España un 140% según datos analizados por el Consejo General de Farmacéuticos, dejando entrever una “sociedad enferma”.
Aunque sean pocos, los primeros datos dejan ver que la situación de la COVID-19 ha afectado transversalmente a la población, desde niños hasta ancianos. Ha impactado en aspectos como la incertidumbre, el miedo a la muerte, la situación de un familiar, la pérdida de un trabajo, algo que se ha acrecentado con la pandemia y que esta ha llevado a situaciones especiales y complejas. Por ejemplo, con relación a la vivencia del duelo. El cortejo de acompañar al despido de un ser querido forma parte del proceso de curación de la persona que queda. Cuando no se ha podido hacer, esto ha impactado en negativo en la salud mental de las personas que han perdido a alguien.
Este malestar personal también se traslada al ámbito profesional, donde la salud mental cada vez tiene una mayor relevancia. Es evidente que el modelo de relación profesional-organización ha cambiado de manera radical, y todavía no se ha asentado un nuevo modelo. Esto trae incertidumbre, lo que por supuesto contribuye a un malestar emocional. En esta traslación las instituciones sanitarias también se han visto afectadas de manera importante.
Por ello, aquellas disciplinas sanitarias que encuentran en la tecnología modelos para ser más eficientes arrinconan la necesidad de utilizar personal sanitario que desempeñe de forma manual ciertas tareas. No es algo propio del sistema sanitario, ocurre con una amplia variedad de profesiones desde hace muchos años. Antes, los estudios de arquitectos tenían en su plantilla un variado grupo de delineantes para hacer copias de planos, ahora que éstas se hacen por ordenador hacerlas a mano no tiene sentido.
El hecho es que las dudas, incertidumbres y los miedos tienen un impacto en la salud mental de los profesionales que no es fácil dimensionar si no es con el análisis combinado de cientos, sino miles de datos. Pero el impacto es real, se tengan o no datos.
Toca dimensionar hasta dónde llega su alcance, qué herramientas tenemos para evaluar su impacto y determinar cuáles pueden ser la mejores soluciones para proteger la salud de todas aquellas personas que impulsan nuestra sociedad, cuidan nuestra salud, seguridad, administran nuestra justicia, la buena educación de nuestros hijos, o contribuyen a que los mejores productos lleguen a las mesas de nuestras casas tras transportarlos por tierra, mar y aire de un lugar al otro del mundo.
Es en esta tarea donde la tecnología impacta de muy diversas maneras y pone al descubierto nuevas necesidades y trae soluciones a dichos retos. Es preciso analizar cómo son hoy las exigencias de las distintas profesiones que tiran del carro de la economía de un país, y evaluar hacia dónde se dirigen sus profesionales teniendo en cuenta en qué espacios la tecnología va a propiciar una progresiva sustitución de las personas, por el uso de Inteligencia Artificial, la implementación de automatizaciones, la integración de robots en cadenas de producción, etc. Es decir, es necesario, echar la mirada al futuro para intentar desvelar cómo será el profesional que necesitaremos en breve.
Sabiendo esto, será posible establecer pautas de evolución en las tareas de los profesionales y hojas de ruta en las que la transición de las habilidades de los profesionales, estén en el centro de los planteamientos de incorporación de nuevas tecnologías. De este modo, la adopción de nuevas tecnologías -que no solo han llegado para quedarse, si no para ayudar a ser más eficientes- van a tener un menor impacto en la mente de los profesionales, que lejos de temer al cambio, a ser sustituidos, despedidos, o apartados van a sentirse como parte relevante de las mejoras que otorga la introducción de tecnología en las que, hasta ahora, eran tareas propias de su quehacer diario.
Gracias al estudio ‘Profesional del futuro’, que precisamente indaga en cómo será el perfil del trabajador para los próximos cinco años, hemos aprendido que 9 de cada 10 empleados (el 87%) considera la salud mental una preocupación en su vida laboral. Y no son datos menores una vez se ponen en contexto. Por ello no es de extrañar, que el 44% de los profesionales de diferentes países se sienta muy preocupado por el balance carga de trabajo-salud mental, mientras que el 43% tan solo demuestra cierta preocupación por el tema.
El análisis también ha permitido dibujar cómo será el perfil del profesional para los próximos cinco años y que ha ayudado a entender los sentimientos de los profesionales en relación con cuáles son preocupaciones en el mercado laboral. Este estudio ha tenido como contexto el enorme impacto que en sus vidas ha generado la pandemia.
Pero no solo eso, gracias a este estudio sabemos qué esperan empresas de todo el mundo de sus profesionales. Se trata de un ejecutivo que, además de apostar por el cuidado de la salud mental, busca un mayor equilibrio emocional, con autocontrol y resiliencia (65%); comunicativo y colaborativo (43,9%) y un eterno aprendiz (51,9%), en búsqueda continua de su desarrollo personal y profesional, que busca nuevas formas de lograr resultados (84%); flexible para transformarse cuando sea necesario, así como con la capacidad de estar enfocado a resultados, siendo crítico y analítico (71%).
También conocemos más sobre que existe un conflicto generacional -nada menor- con relación a la tecnología. En este sentido, el análisis ha demostrado el lado más negativo del impacto que ha causado la pandemia en la salud mental de los profesionales. Un 41% de los encuestados temen que la tecnología pueda reemplazarles en algunas funciones. Sin embargo, es mayor la preocupación por el conflicto generacional, con un 48% de los profesionales cuestionándose si la experiencia ganada a lo largo de los años será menos valorada por la juventud de quienes están llegando a las empresas.
Pero este análisis, también nos ha ayudado a entender lo que los profesionales esperan de las empresas. Un 80,7% de ellos confían en que las compañías en las que trabajan entiendan y respeten su vida personal, de modo que puedan disponer de tiempo para dedicárselo a su familia, amigos y aficiones. Este aspecto cobra una gran relevancia sobre todo en sectores en los que la contratación y la retención del talento se está convirtiendo en un grave problema, como está ocurriendo actualmente en algunos campos de las Tecnologías de la Información (TIC).
En definitiva, la salud mental de los profesionales del mundo entero se dirime en un altar en el que hay una balanza cuyos pesos oscilan entre lo que las empresas buscan en sus profesionales y lo que estos sienten que pueden aportar. Tanto más equilibrio haya entre esos dos contrapesos, más difícil es que enfermedades mentales comunes como la ansiedad y el estrés tomen cuerpo entre los profesionales del mundo. Tanta más diferencia se dé entre lo que demandan -y lo que demandarán- las empresas de sus profesionales, y lo que estos sienten que les pueden-quieren dar, mayor hueco habrá para que estas dolencias se apoderen de los profesionales que prestan sus servicios en toda clase de empresas.
En esta lucha por el equilibrio, cada vez cobran más importancia los skills que las compañías demandan, la introducción de nuevas tecnologías, esto en el lado de las empresas y -en paralelo- pero en el lado de los profesionales, todas aquellas medidas de flexibilidad que bien implementadas, contribuyen a su felicidad y por extensión a que den lo mejor de sí mismos para sus empresas.
Toda esta incertidumbre que provoca estas situaciones que hay que abordarlas con ciencia, con datos. Los datos nos ayudan a comprender en qué punto estamos, y tratarlos de manera analítica nos despejará estos miedos al cambio. Ante la duda, ciencia y datos como solución y avance hacia un futuro donde podamos tratar la salud de mental de manera eficiente.
El miedo al cambio se vence con datos y ciencia
Eduardo Vigil
Chief Medical Information Officer en NTT DATA Europe & LATAM
23 de febrero 2022. 11:00 am