El monóxido de carbono es más conocido como un gas potencialmente mortal, pero en pequeñas dosis también tiene
cualidades beneficiosas, ya que se ha demostrado que reduce la inflamación y puede ayudar a estimular la regeneración de los tejidos.
Ahora, un equipo de investigadores dirigido por el
Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el
Brigham and Women's Hospital, la
Universidad de Iowa y el Beth Israel Deaconess Medical Center, en Estados Unidos, ha ideado una novedosa forma de administrar monóxido de carbono al organismo evitando sus efectos potencialmente peligrosos.
Inspirándose en las técnicas utilizadas en la gastronomía molecular, han conseguido incorporar el monóxido de carbono en espumas estables que pueden llegar al tracto digestivo, según publican en la revista
'Science Translational Medicine'.
En un estudio con modelos experimentales, los investigadores demostraron que estas espumas
reducían la inflamación del colon y ayudaban a revertir la insuficiencia hepática aguda causada por una sobredosis de paracetamol. La nueva técnica podría utilizarse también para administrar otros gases terapéuticos, afirman los investigadores.
Se ha demostrado que este gas tiene efectos beneficiosos en la prevención del rechazo de órganos trasplantados, la reducción del crecimiento de tumores y la modulación de la inflamación y las lesiones tisulares agudas.
Efectos beneficiosos a dosis bajas
Cuando se inhala en concentraciones elevadas, se une a la hemoglobina de la sangre e impide que el cuerpo obtenga suficiente oxígeno, lo que puede provocar efectos graves para la salud e incluso la muerte. Sin embargo,
en dosis más bajas, tiene efectos beneficiosos como la reducción de la inflamación y el fomento de la regeneración de los tejidos, afirma Otterbein.
'Hace años que sabemos que el monóxido de carbono puede ejercer efectos beneficiosos en todo tipo de patologías, cuando se administra como gas inhalado --reconoce--. Sin embargo, ha sido un reto utilizarlo en la clínica, por una serie de razones relacionadas con la administración segura y reproducible, y las preocupaciones de los trabajadores sanitarios, lo que ha llevado a la gente a querer encontrar otras formas de administrarlo'.
El equipo del MIT creó un sifón modificado que podía acoplarse a cualquier tipo de bombona de gas, lo que les permitió incorporar monóxido de carbono a su espuma. Para crear las espumas, utilizaron aditivos alimentarios como alginato, metilcelulosa y maltodextrina. También se añadió goma xantana para
estabilizar las espumas. Variando la cantidad de goma xantana, los investigadores podían controlar el tiempo que tardaba en liberarse el gas una vez administradas las espumas.
Tras demostrar que podían controlar el momento de la liberación del gas en el cuerpo, los investigadores decidieron probar las espumas para algunas aplicaciones diferentes. En primer lugar, estudiaron dos tipos de aplicaciones tópicas, análogas a la aplicación de una crema para calmar el picor o las zonas inflamadas.
Los tratamientos actuales para
la colitis y otras afecciones inflamatorias como la enfermedad de Crohn suelen incluir fármacos que suprimen el sistema inmunitario, lo que puede hacer que los pacientes sean más susceptibles a las infecciones.
Según los investigadores, el tratamiento de estas afecciones con una espuma que puede aplicarse directamente al tejido inflamado ofrece una posible alternativa, o enfoque complementario, a esos tratamientos inmunosupresores. Aunque en este estudio las espumas se administraron por vía rectal, también podría ser posible administrarlas por vía oral, dicen los investigadores.
Beneficios de las espumas
'Las espumas
son muy fáciles de usar, lo que ayudará a trasladarlas a la atención de los pacientes', añade Byrne.
A continuación, los investigadores se propusieron investigar las posibles aplicaciones sistémicas, en las que el monóxido de carbono podría administrarse a órganos remotos, como el hígado, debido a su capacidad de difusión desde el tracto gastrointestinal a otras partes del cuerpo.
Un individuo sano tiene una concentración de monóxido de carbono de aproximadamente el 1 por ciento en el torrente sanguíneo, y los estudios realizados en voluntarios humanos han demostrado que
se pueden tolerar niveles de hasta el 14 por ciento sin efectos adversos.
En este estudio, los investigadores también crearon
geles que contienen monóxido de carbono, así como sólidos llenos de gas, utilizando técnicas similares a las utilizadas para fabricar los caramelos duros que contienen burbujas de dióxido de carbono a presión. Tienen previsto probarlos en otros estudios, además de desarrollar las espumas para posibles pruebas en pacientes humanos.