"Ya estáis dentro", nos dicen… olvidando, ups, qué despiste, que fue, por ejemplo, Hipatia de Alejandría quien inventó el densímetro, una herramienta que todavía sigue utilizándose hoy, casi 1700 años después. También mejoró notablemente el diseño del astrolabio. Una mujer notable, Hipatia, con una vida…
'Ya estáis dentro', nos dicen… olvidando, ups, qué despiste, que fue, por ejemplo, Hipatia de Alejandría quien inventó el densímetro, una herramienta que todavía sigue utilizándose hoy, casi 1700 años después. También mejoró notablemente el diseño del astrolabio. Una mujer notable, Hipatia, con una vida apasionante, que supuso innumerables aportaciones al avance de la matemática, la física o la astronomía, entre otros campos científicos. Murió asesinada, además, añadiendo si cabe más tintes novelescos a una existencia absolutamente revolucionaria, completamente increíble, llena de descubrimientos… que, ¡oh!, sorpresa, no aparece reflejada en prácticamente ningún manual escolar anterior al año 2000. Porque, por lo que sea, la comunidad educativa consideró que no era relevante mencionarla, ni en el terreno científico ni en el histórico.
Algunas corrieron mejor suerte, es verdad. A todos nos suena Marie Curie, y casi todos somos capaces de nombrar sus logros: el descubrimiento del polonio y el radio, la primera mujer en ocupar un puesto como profesora universitaria en la Universidad de París, ganadora de dos Premios Nobel… que, eso sí, recibió solo porque su marido, Pierre, coautor de los descubrimientos, se negó a recibir el galardón en solitario. Porque, para sorpresa de nadie, la Real Academia de Ciencias de Suecia de 1903 (hace solo 120 años) no tenía la menor intención de incluir a Marie en el reconocimiento, y se negó en reiteradas ocasiones a hacerlo, hasta que, ante la férrea respuesta de Pierre Curie y Henri Becquerel, no tuvieron más remedio que reconocer lo evidente: una mujer había sido relevante en un avance científico, vaya por Dios.
Claro que para que Marie Curie llegase a ser profesora universitaria, antes otra pionera, Elizabeth Blackwell, tuvo que romper el techo de cristal convirtiéndose en la primera mujer licenciada en Medicina y también la primera mujer en el Registro Médico del Consejo Médico General, aunque, de nuevo, su nombre no sea precisamente de los más conocidos.
Algo más de espacio ha conseguido Ada Lovelace, que ha logrado ser reconocida como algo más que “la hija de Lord Byron”, gracias a su incalculable aportación al terreno matemático, que la llevó a trabajar sobre la máquina mecánica de uso general de Charles Babbage, la denominada máquina analítica. Ella fue la primera en reconocer que la máquina tenía aplicaciones más allá del cálculo puro, y fue quien publicó lo que se reconoce hoy como el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina, por lo que se la considera como la primera programadora de ordenadores. Eso sí, los estudiantes de informática del siglo XX no llegaron a conocer a Lovelace, o no como deberían… al parecer, su aportación, fundamental en el desarrollo de la informática, se veía empañada por su género y sexo.
Tres grandes mujeres, tres, cuyo nombre se hace conocido al oído general, que fueron fundamentales para el desarrollo científico. Tres representantes de miles. Porque sí, son -somos- miles las mujeres que hemos marcado paso dentro del sector. Invisibles, cuando no literalmente borradas, muchas -demasiadas- veces. Antes… y ahora.
Parece increíble que en el siglo XXI las mujeres sigamos teniendo dificultades para ascender a cargos de responsabilidad, a pesar de que el porcentaje de mujeres en el ámbito de ciencias de la salud es mucho mayor que el de hombres.
Para que te citen tienes que publicar y para publicar es importante el puesto que ocupas. En los artículos científicos, el último autor es el investigador principal o responsable del grupo de investigación. Si eres la jefa de un grupo de investigación, vas a tener varios investigadores postdoctorales a tu cargo, lo que se traduce en que vas a aparecer como autora en varios artículos anualmente. Si no lo eres, vas a aparecer como autora en muchos menos artículos. Es más sencillo que te citen si eres autora de más artículos, obviamente.
Dado que el porcentaje de mujeres en las carreras de ciencias de la salud es mucho mayor que el de hombres, en mi opinión, el principal problema ya no es atraer el talento femenino a los laboratorios de investigación, sino retenerlo. Es triste que una persona muy preparada que ha hecho un doctorado, con gran esfuerzo, y tiene experiencia investigadora, deje su carrera en el mejor momento porque no se siente apoyada ni reconocida.
Es habitual que se adjudique a las mujeres tareas más organizativas o docentes y a los hombres proyectos más atractivos y/o relevantes.
Además, el trabajo en un laboratorio de investigación es muy exigente y, habitualmente, no facilita la conciliación entre la vida personal y laboral. Llega un momento en la vida en la que una persona puede querer formar una familia. Si tienes hijos, durante las bajas no publicas. Esto penaliza a la hora de conseguir financiación para proyectos de investigación o montar un grupo de investigación nuevo. Ya se han introducido mecanismos en las convocatorias de proyectos de investigación o de becas para evitar esta penalización, pero aún no son suficientes.
Así que no, el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia es de todo menos innecesario. Porque lo que no se nombra, no existe, y a nosotras -cada vez más, según las estadísticas- se nos sigue nombrando menos. Por eso es importante que se modifiquen los planes de estudio. Durante toda la ESO y el bachillerato se debería tener en cuenta la perspectiva de género. Los estudiantes tienen que conocer qué hicieron y qué están haciendo las mujeres en todos los campos profesionales. Debemos mostrarles que sí que hay modelos femeninos de profesionales en el ámbito de la informática, matemáticas, física, ingenierías, inteligencia artificial… Si no los conocen, ¿cómo se van a plantear seguir una carrera STEM?
Las personas de los departamentos de orientación deben ayudar a los estudiantes a superar los estereotipos, a ver que, al igual que no hay “juguetes de niños y juguetes de niñas”, no existen “profesiones de mujeres y profesiones de hombres”.
Sí, se sigue escuchando a veces eso de “esta carrera es de chicos”, o “serás la única chica en clase”, pero cada vez es menor ese prejuicio… gracias, por supuesto, a iniciativas como esta. En el ámbito de ciencias de la salud, está totalmente normalizada la presencia de mujeres como profesionales y como investigadoras. Sin embargo, mucha gente sigue pensando que las carreras más tecnológicas son para hombres frikis, y eso que en las profesiones tecnológicas cada vez hay más mujeres… o había, porque, por desgracia, el porcentaje de mujeres en carreras STEM está disminuyendo, excepto en ciencias de la salud. Esperemos que entre todos podamos revertir esta tendencia.
¿Las cosas han cambiado? Sí, por supuesto. Solo faltaría que, 1700 años después del asesinato de Hipatia de Alejandría, tuviésemos que seguir peleando por lo mismo. Pero queda mucho por hacer.
Las mujeres solemos recibir becas de investigación más modestas que nuestros colegas masculinos y, aunque representamos el 33 por ciento de todos los investigadores, solo el 12 por ciento de los miembros de las academias científicas nacionales somos mujeres.
En campos de vanguardia como la inteligencia artificial, solo uno de cada cinco profesionales (22 por ciento) es una mujer.
A pesar de la escasez de competencias en la mayoría de los campos tecnológicos que impulsan la Cuarta Revolución Industrial, las mujeres seguimos representando solo el 28 por ciento de los licenciados en ingeniería y el 40 por ciento de los licenciados en informática y computación.
Las investigadoras suelen tener carreras más cortas y peor pagadas. Nuestro trabajo está poco representado en las revistas de alto nivel y, a menudo, no se las tiene en cuenta en los ascensos.
El camino está iniciado, pero que nadie se confunda, sigue habiendo piedras en él, y a nosotras se nos obliga a caminar por el lado más agreste. Y, aun así, existen proyectos empresariales del ámbito científico, como CEMP, exitosos y rentables, donde el porcentaje de mujeres profesionales es mayor que el de hombres.
Así que no, para todos aquellos que claman contra la innecesaria conmemoración del el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia: queda mucho, mucho por hacer. Y hasta que la equidad en el sector no sea real, este día seguirá siendo necesario. Ojalá, eso sí, quede poco para eso.