En presencia de varios eurodiputados de los principales partidos políticos, un representante del Comisionado de John Dalli y el presidente de EFIC, la organización paneuropea de los profesionales de la salud del campo de la investigación del dolor, se ha presentado de forma oficial la nueva alianza Pain Alliance Europe (PAE) en el Parlamento Europeo. El objetivo de esta Alianza de Pacientes, una red de dieciocho ONGs que, hasta ahora, representa a once países europeos, es concienciar a la sociedad sobre las personas que viven con constante dolor sin el tratamiento adecuado y sin la comprensión de lo que esto implica en la calidad de vida del individuo. Por no hablar de los billones de euros que pierde la economía europea en horas de trabajo cada año.
Uno de cada cuatro europeos padece dolor intenso, sólo en los 27 países de la UE hay cien millones que lo padecen, de los cuales, la mitad no reciben. Mientras los dolores reumáticos, los ortopédicos y los del cáncer son dolencias reconocidas por muchos grupos que impulsan su reconocimiento y tratamiento adecuado, el dolor crónico como enfermedad es prácticamente un desconocido para los profesionales sanitarios y para el público en general.
El alivio del dolor es un derecho humano, como ha reconocido la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Human Rights Watch, por lo tanto, los países miembros de la UE deberán gestionar el dolor crónico y el acceso a los tratamientos de forma eficaz, como una prioridad de salud pública', exige Hans Georg Kress, presidente de EFIC.
Al trabajar en estrecha cooperación con Gina Plunkett, presidenta de Dolor Crónico Irlanda y presidenta en funciones de PAE, se afronta la nueva alianza como 'un paso importante hacia el objetivo de lograr el reconocimiento público del dolor crónico, no sólo como un verdadero desafío para médicos y pacientes, sino también para los sistemas sanitarios, los políticos y los que toman las decisiones estratégicas de toda Europa'.
Para Gina Plunkett, será de vital importancia instar a los gobiernos europeos a que tracen un 'plan de acción' en su agenda política.
Las actividades propuestas son el reconocimiento de que el dolor es un factor importante que limita la calidad de vida y que debe ser una prioridad máxima del sistema de salud nacional; disponibilidad para pacientes, familiares y cuidadores de información y acceso a diagnósticos y tratamientos; concienciar sobre el impacto social, médico y económico que el dolor y sus tratamientos tienen en sus pacientes, familias, cuidadores, empleadores y el sistema sanitario; concienciar sobre la prevención, el diagnóstico y el tratamiento del dolor entre los profesionales sanitarios, especialmente mediante una formación permanente; reforzar la investigación del dolor (ciencia básica, clínica y epidemiológica) como prioridad en el programa marco de la UE y en planes de acción para la investigación a nivel nacional y de la UE, que se ocupen del impacto social del dolor y de la carga del dolor crónico en el sector sanitario, social y laboral.
También está previsto el establecimiento de una plataforma de la UE para intercambiar, comparar y evaluar las mejores prácticas entre los estados miembros sobre el tratamiento del dolor y su impacto en la sociedad. Y utilizar esa plataforma para realizar un seguimiento de las tendencias relativas al tratamiento del dolor, los servicios y resultados y proporcionar directrices que armonicen los niveles efectivos del tratamiento del dolor para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos europeos.
El dolor crónico representa un coste enorme para la sociedad, tanto en gastos directos de asistencia sanitaria y social como en los gastos resultantes de los que lo padecen o la imposibilidad de trabajar de sus cuidadores. El 21 por ciento de los europeos con dolor crónico no puede trabajar y el 61 por ciento de los que sí puede trabajar afirmó que había afectado directamente a su situación laboral. Según la propuesta de informe europeo de consenso sobre el dolor, el dolor crónico podría costarle a Europa hasta 300 billones de euros anuales. Noruega tiene la prevalencia más alta, seguida por Polonia e Italia.