Para estratificar el riesgo cardiovascular se debe usar una tabla fácil de aplicar donde esté representada la población. El riesgo más elevado se obtendría con las tablas que calculan el riesgo cardiovascular propiamente dicho. El más bajo con las que obtienen el riesgo de muerte cardiovascular y los valores intermedios de riesgo, si se utiliza una tabla que calcula el riesgo coronario o de infarto de miocardio. Por tanto, las consecuencias prácticas de aplicar una u otra tabla son diferentes y en la mayoría de las ocasiones desconocidas.
Las sociedades científicas en sus recomendaciones para la prevención de la enfermedad coronaria utilizan estas tablas para identificar a los pacientes de alto riesgo, prioritarios a la hora de intervenir con fármacos sobre los distintos factores de riesgo.
Fácil aplicación
Probablemente, una de las herramientas más cómodas, rápidas y de fácil aplicación sean las
tablas de estadificación del riesgo cardiovascular (SCORE) de la ESC/EAS. Una vez identificadas las características del paciente, los factores de riesgo cardiovascular y eventos previos, es
importante calcular el porcentaje de reducción de LDL necesario así como el resto de parámetros objetivo, como TGC, TA, perímetro abdominal, Hba1c...
EI riesgo cardiovascular se define como la probabilidad de padecer un evento cardiovascular en un periodo de tiempo, generalmente entre 5 y 10 años, teniendo en cuenta los factores de riesgo cardiovascular.
Para calcularlo, se usa el sistema SCORE recomendado por diferentes sociedades científicas. Se considera como el mejor método de abordaje de la enfermedad arterioesclerótica.
Factores a considerar
Hay que prestar atención a cada uno de los
factores de riesgo cardiovascular, como hipertensión, dislipemia, tabaquismo, obesidad… Es imprescindible realizar una anamnesis detallada sobre los antecedentes personales y familiares del paciente para descartar situaciones que le confieren un riesgo cardiovascular mayor que el de la población general.
Las tablas de riesgo cardiovascular más utilizadas están basadas en la ecuación de riesgo del estudio de Framingham, que utiliza un método de puntuación teniendo en cuenta las variables de edad, sexo, HDL colesterol, colesterol total, presión arterial, tabaquismo, diabetes e hipertrofia ventricular izquierda (HVI).
Si no se dispone de datos de HDL-colesterol, una cifra de 39 mg/dl en varones y de 43 mg/dl en mujeres se puede tomar como referencia y considerar que no presenta HVI, si no hay disponible un electrocardiograma.
También se puede utilizar como variables de interés clínico la enfermedad renal, el ejercicio físico, IMC (peso y talla), índice de aterogenicidad, índice tobillo-brazo, índice cintura/talla, perímetro abdominal e índice de calcio coronario, entre otros.
Diabetes tipo 2
La diabetes tipo 2 es de suma importancia, ya que acelera el proceso de arteriosclerosis, aumentando tanto el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular, como la mortalidad cardiovascular y global. Los pacientes diabéticos presentan un riesgo de enfermedad cardiovascular de 2 a 5 veces mayor que en la población general. También está aumentado en los pacientes con síndrome metabólico y en situación de prediabetes.
Enfoque global
El concepto de enfoque global del riesgo cardiovascular es fundamental, puesto que permite obtener una reducción del mismo a través de la actuación sinérgica sobre los distintos factores de riesgo cardiovascular en cada caso individual.
La medición de dicho riesgo facilita la toma de decisiones en la práctica clínica, sin olvidar las limitaciones de los métodos de cálculo actualmente disponibles.
El objetivo debe ser reducir la probabilidad de presentar una enfermedad cardiovascular en el futuro, así como la pérdida de calidad de vida, discapacidad y mortalidad asociadas.
Inicio del tratamiento
La decisión de iniciar un tratamiento se basará en el riesgo cardiovascular en lugar de en los niveles individuales de cada factor, lo que implica un abordaje del paciente como individuo.
Conocer las limitaciones del paciente, sus recursos, la cumplimentación y acceso al tratamiento son factores que también comprometen su pronóstico y evolución.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Náyade Zambrana Pérez, Priscila Díaz Silvan, Gigliola Salazar Plata, Gretel Duarte Díaz, Miguel Libera Bonilla, Ismael Moisés Martin Socas, Cristina Pericet Rodríguez, Rafael González Manzanares, Rafael Molero Payan, Cristina Aguilar Mesa y David Romano Suarez.