La salud humana y la salud animal están relacionadas entre sí y con el ecosistema en el cual coexisten. Y este es un hecho que, si bien siempre ha sido así, ha quedado totalmente patente con la pandemia de la COVID-19
Fue a principios del año 2000 cuando se introdujo el concepto One Health, o Una Sola Salud, para abordar los riesgos para la Salud Pública, acentuados por la globalización y el cambio climático, desde un enfoque multidisciplinar. Dos décadas más tarde, a finales de 2021,…
Fue a principios del año 2000 cuando se introdujo el concepto One Health, o Una Sola Salud, para abordar los riesgos para la Salud Pública, acentuados por la globalización y el cambio climático, desde un enfoque multidisciplinar.
Dos décadas más tarde, a finales de 2021, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebraron una nueva definición de One Health. El nuevo concepto recogía que este enfoque “integrado y unificador pretende equilibrar y optimizar de forma sostenible la salud de las personas, los animales y los ecosistemas”.
También reconocía que la salud de las personas, los animales domésticos y salvajes, las plantas y el medio ambiente en general “están estrechamente vinculados y son independientes”.
Con esta definición se instaba a sectores, disciplinas y comunidades de la sociedad a “trabajar juntos con el fin de fomentar el bienestar y hacer frente a las amenazas a la salud y los ecosistemas”, al tiempo que se aborda “la necesidad colectiva de agua, energía y aire limpios, alimentos seguros y nutritivos, se actúa sobre el cambio climático y se contribuye al desarrollo sostenible”.
Movimiento global de las personas
“La salud de las personas, desde siempre, ha estado vinculada a la de los animales y del medio ambiente. Sin embargo, este vínculo se ha ido estrechando conforme ha ido pasando el tiempo y, de forma muy importante, desde mediados del siglo XX, en el que el gran avance científico y tecnológico ha ido transformando nuestras sociedades y, por consiguiente, el mundo en el que vivimos”, asegura Maite Martín, decana de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y presidenta de la plataforma One Health.
“Ahora somos muchas más personas ¬–prosigue–. Nos movemos más y más lejos, viajamos más rápido, desarrollamos una intensa actividad industrial, productiva y comercial, utilizamos más recursos naturales, consumimos más, generamos más recursos... Y todo ello, obviamente, tiene un impacto negativo en nuestro planeta”.
De ahí, explica, se derivan fenómenos como el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la degradación de los sistemas naturales. Nuestra propia actividad está provocando la aparición de enfermedades emergentes como consecuencia del mayor contacto entre la vida silvestre, los animales de abasto, y los humanos.
Más riesgo de zoonosis
Porque que las poblaciones humanas crezcan implica que se expandan a nuevas áreas geográficas. Esto hace que estén en contacto estrecho con animales, que juegan un papel importante en la vida de las personas, ya sea como alimento, medios de subsistencia, deporte o mascotas. El contacto cercano con ellos y su entorno hace más probable que las enfermedades se transmitan de unos a otros.
Al mismo tiempo, que el mundo esté cada vez más interconectado implica que el brote de una enfermedad infecciosa en un país pase a ser preocupante para el mundo entero. “Los virus saltan de unos a otros con la suficiente facilidad como para que pueda ser un tema de preocupación”, asegura Matilde Cañelles, científica del CSIC.
“La difusión de estas enfermedades emergentes se ve muy favorecida por esa creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países y la intensa movilidad de personas y animales que hay, así como la concentración de la población en las zonas urbanas”, apunta por su parte Martín.
Esto es algo que hemos aprendido con la pandemia de la Covid-19. La pandemia tiene un origen zoonótico: fue transmitida de los animales a los humanos en una ciudad en China. En poco tiempo, prácticamente todos los países del planeta se vieron afectados.
En este sentido, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han publicado recientemente una guía para abordar las zoonosis (enfermedades que pueden transmitirse de los animales al ser humano) desde esta perspectiva de colaboración.
La aparición de las zoonosis representa a día de hoy un grave problema para la salud humana. Los cambios que ha experimentado el clima y el uso de la tierra, como la deforestación y las prácticas agrícolas intensivas, son culpables de muchos de los efectos negativos para el medio ambiente.
Tal y como aseguran las expertas, uno de los mayores impactos es la pérdida del hábitat de millones de especies, que buscan nuevos nichos cada vez más cerca de las personas. De esta forma, entran en contacto con ellas y aumentan así el riesgo de estas enfermedades.
Más riesgo de pandemias en el futuro
Por todo, “el riesgo de pandemias en el futuro es más elevado. La Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas estima en estos momentos que más de un millón y medio de virus permanecen contenidos en la fauna silvestre, de los cuales 800.000 tienen potencial para infectar a los humanos. Por eso ya se ha dicho que las pandemias serán más frecuentes en el futuro y pueden ser más mortales”, asegura Martín.
Según la Organización Mundial de la Salud, al menos el 61 por ciento de los patógenos humanos son zoonóticos y suponen el 75 por ciento de todos los patógenos emergentes durante esta última década. Además, se han descrito más de 250 enfermedades zoonóticas.
En total, se calcula que las zoonosis endémicas son responsables de más de mil millones de casos de enfermedad en personas de todo el planeta y de millones de muertes cada año. El SARS-CoV-2 es una muestra paradigmática de ello.
Actividades más sostenibles
El Instituto Internacional de Investigación Ganadera (ILRI, por sus siglas en inglés) lleva mucho tiempo defendiendo el entoque One Heatlh en la producción ganadera sostenible para mejorar la salud de personas, animales y medio ambiente.
La ganadería intensiva también se ha asociado con un impacto negativo en el medio ambiente y en la seguridad humana. Según la FAO, genera más gases de efecto invernadero que el sector transporte. Además, tiene efectos en la deforestación, un gran consumo de agua y contaminación del suelo. Con todo, la presidenta de la Plataforma One Health recalca que no es la única industria que contribuye al cambio climático, sino que todas las actividades humanas están implicadas.
“El quid es cómo conseguir que toda esa actividad que desarrollamos sea lo más sostenible posible”, indica. Y ahí, señala, no queda otra que los distintos países lleguen a consensos para cambiar las prioridades de cara a reducir el impacto que, en conjunto, estamos teniendo en nuestro entorno.
También supone un reto bajo el enfoque de Una Sola Salud el garantizar alimentos seguros a una población cada vez más numerosa. Los animales enfermos y el entorno deteriorado afectan la seguridad de los alimentos, lo que tiene consecuencias para la salud humana.
Resistencia antimicrobiana
El ‘Plan estratégico y de acción para reducir el riesgo de selección y diseminación de la resistencia a los antibióticos’ también se hace bajo el enfoque One Health en el sentido en que aborda el problema desde la salud humana y animal.
La resistencia antimicrobiana es uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los responsables en este siglo. Y frente a él, el concepto de Una Sola Salud es indispensable. “Ha sido declarada casi como la siguiente pandemia que nos vamos a encontrar”, asegura Sara Soto, associate research professor en la Universitat de Barcelona y directora del Programa de Infecciones Víricas y Bacterianas en el Instituto de Salud Global Barcelona (ISGlobal).
A nivel clínico y, sobre todo, bacteriano, los responsables están viendo cómo las personas se vuelven resistentes a todos los antibióticos que se usan como tratamientos. En un artículo publicado en la web de ISGlobal, Soto recuerda que “en la mayoría de los casos, los antimicrobianos usados en veterinaria y en salud humana pertenecen a las mismas familias y comparten similares mecanismos de acción, lo que incrementa los riesgos de transmisión de bacterias resistentes entre el ser humano y los animales a través de la cadena alimenticia o por otras vías de contacto (heces, contacto directo, etc.)”.
“Es muy preocupante que algunos de los antimicrobianos que se utilizan ampliamente en animales son aquellos que se preservan para los casos más difíciles en la clínica humana, como la colistina, para los cuales se han detectado mecanismos de resistencia transferibles en bacterias de origen humano y animal diseminadas por numerosos países de distintos continentes”, señalaba.
“El problema es tan grave que ha sido declarado uno de los tres problemas más importantes por la Organización Mundial de la Salud. Se ha visto que, si no se hace nada, en el 2050 habrá más muertes por infecciones de bacterias resistentes que por cáncer. Y, a nivel del mundo desarrollado, el cáncer es ya casi una epidemia a día de hoy”, añade a la Revista EL MÉDICO la directora del Programa de Infecciones Víricas y Bacterianas del ISGlobal.
La experta asegura que la solución pasa por invertir dinero en investigación y, sobre todo, en la búsqueda de nuevos antimicrobianos. “Necesitamos algo totalmente nuevo. Los últimos que se han hecho han sido derivados de lo que ya había. Pero, al final, las bacterias reconocen el núcleo común y se hacen resistentes”, explica.
Señala que otro problema es que las farmacéuticas han dejado de invertir en antibióticos porque no es rentable. “El desarrollo de un antibiótico puede llevar entre 10 y 15 años y suponer hasta 8 millones de euros para encontrar uno”, señala. Además, su tratamiento dura una semana o 10 días máximo, por lo que no es rentable en comparación con los que se usan frente al cáncer o enfermedades cardiovasculares que son crónicas. En este sentido, Reino Unido ha empezado a hacer un nuevo sistema de incentivos para que las industrias farmacéuticas inviertan en la investigación de antibióticos.
“Con One Health hay una parte muy importante de educar. Hasta ahora todo esto viene porque se ha utilizado mal y se ha abusado mucho de los antibióticos”, añade. En España ocurrió antes de que se regularizara las prescripciones de estos con receta. También en la ganadería se utilizaron como agentes preventivos de la enfermedad y como ‘promotores del crecimiento’.
Con todo, Martín recuerda que, según la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS), el consumo de antibióticos en la salud humana descendió un 11,8 por ciento entre 2015 y 2019. En el caso de antibióticos de uso veterinarios, lo hizo un 58,8 por ciento.
¿Estamos a tiempo?
Matilde Cañelles asegura que la iniciativa One Health llega algo tarde, pero es necesaria. “Es algo en lo que se lleva insistiendo mucho tiempo. Pero como nos pasa como humanidad, hasta que no tenemos una gran crisis no nos preocupamos realmente por un problema. No se suele hacer caso a los científicos cuando alertan de la posibilidad”, afirma la inmunóloga, que lamenta que no se hayan tomado medidas antes.
Asegura que este cambio “nos va a venir muy bien en el futuro”. “Realmente necesitamos tomar las decisiones en conjunto y no desde un solo ángulo. Es algo que hemos aprendido con la pandemia”, afirma.
“Es evidente que hoy en día, la red de interacciones entre humanos animales y medio ambiente es muy importante, de forma que lo que sucede a uno afecta inmediatamente a todos. Por eso es en estos momentos tan difícil el preservar la salud de la población y es por eso tan importante adoptar desde ya este enfoque holístico de la salud que promueve One Health”, asegura por su parte Maite Martín.
“Porque -prosigue- únicamente considerando todos los diferentes factores que condicionan el estado de salud de la población, incluyendo también a los factores económicos, sociales y culturales, podremos llegar a ser capaces de encontrar las mejores soluciones posibles para estar mejor preparados para hacer frente a los importantes retos sanitarios actuales y futuros”.
Para Sara Soto, aunque el planeta se enfrente a problemas como la crisis climática, las resistencias antimicrobianas y otras pandemias, aún estamos a tiempo de paliarlos “con una buena campaña de concienciación” y “si se aúnan esfuerzos”.
“Lo más bonito de la ciencia es colaborar. Para todo esto necesitas a mucha gente de muchas disciplinas diferentes con ganas de colaborar y de solucionar problemas. Al final, la ciencia soluciona los posibles problemas que pueda haber. Creo que estamos a tiempo”, concluye.
España también participa de la estructura One Health
España es consciente de este problema. Precisamente, en noviembre de 2021, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, ha señalado el enfoque One Health, la arquitectura multilateral y la perspectiva sindémica como claves que definirán la respuesta a futuras amenazas globales para la salud como la pandemia provocada por el SARS-CoV-2.
También se aprobó el Plan Estratégico de Salud y Medioambiente, que hace hincapié en lo “poco práctico” que es “aislar la salud humana de otras áreas como la seguridad alimentaria, la zoonosis, la microbiología y resistencia a antibióticos, la virología, la ecología, etc.”
“Por ejemplo, para prevenir y detectar brotes de zoonosis y responder ante ellos, los distintos sectores deberían salvaguardar la integridad y salud de los ecosistemas naturales y seminaturales, compartir los datos epidemiológicos y de laboratorio y los gobernantes responder de manera conjunta a estos problemas que raramente entienden de fronteras. Es por ello por lo que el Plan pretende analizar estos factores y plantear medidas interrelacionadas que busquen respuestas en común”, asegura el texto.