Se prevé que la carga sanitaria de la ECV aumente tanto a corto como a medio plazo, lo que pone de manifiesto la necesidad de reorientar la atención cardiovascular
Un informe publicado por The Economist Impact y patrocinado por Daiichi Sankyo Europa, confirma que las personas que han dado positivo en la prueba de COVID-19 se enfrentan a un mayor riesgo de padecer múltiples formas de enfermedad cardiovascular (ECV). Entre ellas, destaca acontecimientos sanitarios…
Un informe publicado por
The Economist Impact y patrocinado por Daiichi Sankyo Europa, confirma que
las personas que han dado positivo en la prueba de COVID-19 se enfrentan a un mayor riesgo de padecer múltiples formas de enfermedad cardiovascular (ECV). Entre ellas, destaca acontecimientos sanitarios como insuficiencia cardíaca, infarto de miocardio, accidente cerebrovascular y arritmia
Esta conclusión, además, lleva a prever que
la carga sanitaria de la ECV aumente tanto a corto como a medio plazo. Es por ello, que es necesario dar prioridad a la atención de la comunidad de pacientes con ECV en los sistemas sanitarios europeos. Estas conclusiones se basan en las evidencias disponibles y en los debates con expertos en cardiología, neurología y salud pública para identificar las áreas en las que podrían introducirse mejoras para hacer frente a las crecientes necesidades de la comunidad de personas con ECV.
Más muertes relacionadas también con múltiples formas de ECV
El informe de The Economist Impact también sugiere que ha habido
una subestimación sustancial de las muertes debidas al COVID-19 en todo el mundo. En enero de 2022, se calcula que se han perdido 18,8 millones de vidas más de lo que cabría esperar durante la pandemia. Esta cifra está por encima de los 5,44 millones de muertes atribuidas directamente a COVID-19 en diciembre de 2021. Según el informe, estas muertes adicionales incluirán las debidas directamente a la COVID no detectada, pero también las debidas a otras causas, cuando las afecciones responsables se hayan visto
exacerbadas o hayan sido provocadas por la propia COVID o por las dificultades de acceso a la asistencia durante la pandemia. En este sentido, es probable que también se produjeran más muertes relacionadas también con múltiples formas de ECV.
En concreto, casi un año después del inicio de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud seguía informando de la existencia de grandes problemas relacionados con el control de la presión arterial y el tratamiento cardiovascular de urgencia. Asimismo, esta investigación descubrió que esta perturbación ha adoptado diversas formas en los distintos niveles de atención: desde la inevitable falta de servicios de urgencia y de gestión de los factores de riesgo hasta los retrasos en el diagnóstico de las ECV.
Así, a modo de conclusión, mientras que la crisis de la pandemia aguda exigía atención y recursos inmediatos, el informe demuestra
la urgente necesidad de que los sistemas sanitarios vuelvan a centrar sus esfuerzos en atender las necesidades no cubiertas de la ECV como principal causa de muerte en Europa.