La Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), pese a ser una afección pulmonar crónica y progresiva, no solo afecta la función respiratoria, sino que ha revelado una importante conexión con la salud cardiovascular. Hay evidencia que sugiere que el pronóstico de una enfermedad cardiovascular puede ser…
La Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), pese a ser una afección pulmonar crónica y progresiva, no solo afecta la función respiratoria, sino que ha revelado una importante conexión con la salud cardiovascular. Hay evidencia que sugiere que el pronóstico de una enfermedad cardiovascular puede ser peor si el paciente tiene EPOC; ya que la presencia de la enfermedad pulmonar en pacientes con enfermedades cardiovasculares (ECV) se asocia con un mayor riesgo de complicaciones y peores resultados clínicos.
“La EPOC comparte factores de riesgo comunes con las enfermedades cardiovasculares, como el tabaquismo, la hipertensión arterial, la diabetes y la obesidad”, destaca el Doctor Miguel Ángel Menárguez, del Centro de Salud Alcantarilla Casco, en Alcantarilla (Murcia). Estos factores no solo aumentan la prevalencia de la EPOC sino que también contribuyen a la inflamación sistémica, la disfunción endotelial y la formación de placas de ateroma, incrementando así el riesgo cardiovascular.
La inflamación crónica y la respuesta inflamatoria sistémica en la EPOC no se limita a los pulmones, su impacto se extiende al sistema cardiovascular. Según el doctor Menárguez, la inflamación sistémica está asociada a la disfunción endotelial, la activación de las plaquetas y la formación de coágulos sanguíneos, procesos que pueden promover la aterosclerosis y la obstrucción de las arterias coronarias, lo que, además, aumenta el riesgo de eventos cardíacos agudos.
Mayor riesgo y peor pronóstico
La doctora Estefanía López, del CAP Pubilla Cases, en Hospitalet de Llobregat (Barcelona), refuerza esta idea al destacar que “estudios poblacionales de gran magnitud han revelado que los pacientes con EPOC tienen entre dos y tres veces más riesgo de mortalidad cardiovascular. Hecho que no se justifica únicamente por compartir el tabaquismo como uno de los factores etiológicos causales”. Se cree que el deterioro en la función pulmonar es un factor de riesgo de mortalidad cardiaca de importancia similar a los niveles de colesterol total. Por otro lado, varias líneas de investigación sugieren que la inflamación contribuye al proceso de ateroesclerosis. “Hay que considerar que la EPOC puede desencadenar inflamación, estableciendo una relación causa-efecto con algunas manifestaciones sistémicas”, añade la experta. La presencia de mediadores inflamatorios elevados, como IL-1, IL-6 y TNFα, no solo indica la magnitud de la inflamación en la EPOC, sino que también señala un potencial riesgo cardiovascular al predisponer a la trombosis, provocar alteraciones endoteliales y a la ruptura de la placa de ateroma.Factores fisiopatológicos
Por ejemplo, -asevera la doctora Estrella Rodero, del ABS Florida Norte en Hospitalet de Llobregat (Barcelona)-, la EPOC es un factor de riesgo independiente para la enfermedad cardiovascular, “por cada 10 % de disminución en el FEV1, la mortalidad cardiovascular aumenta en aproximadamente un 28 % y los eventos coronarios no fatales aumentan en aproximadamente un 20 % en la EPOC de leve a moderada”. En este contexto, la doctora López advierte sobre la importancia de considerar factores de riesgo comunes, vías fisiopatológicas compartidas y co-asociaciones, subrayando que la EPOC no solo es un factor de riesgo independiente para la enfermedad cardiovascular, sino que también puede contribuir a su desarrollo. El doctor Antonio Haro, del Centro de Salud El Raal en Murcia, incide sobre el nexo fisiopatológico que conecta la EPOC con las enfermedades cardiovasculares. “La hipoxia resultante de la EPOC aumenta el riesgo de aterosclerosis, mientras que los efectos adversos de esta condición contribuyen directamente a las enfermedades cardíacas”, señala. El especialista subraya cómo los procesos pro-ateroscleróticos desencadenados por la hipoxia alveolar pueden ser un eslabón clave en esta conexión. La alteración en la ventilación y perfusión, junto con la hipoxia, crea un terreno propicio para la aterosclerosis. Además, la hiperinsuflación pulmonar puede ejercer presión y disfunción en el corazón, la hipertensión pulmonar se convierte en una consecuencia inevitable, y la menor reserva física de los pacientes con EPOC aumenta el riesgo de rigidez arterial, un precursor de eventos cardiovasculares.Riesgo en función del tipo de EPOC
Por su parte, la doctora Esther Juanola, del CAP La Sagrera en Barcelona, resalta que no todas las EPOC son iguales, y que su clasificación en subtipos demuestra que el riesgo de ECV varía entre ellos. Subraya que, sorprendentemente, la menor severidad de la EPOC (GOLD A) no garantiza un menor riesgo de ECV, y el riesgo aumenta en los casos más severos (GOLD D). La ECV -explica- se asocia más estrechamente con síntomas severos (grupos B y D), mientras que la Insuficiencia Cardiaca (IC) tiene una mayor asociación con los grupos con más síntomas y exacerbaciones (grupos C y D). “La severidad de la EPOC no es el único factor determinante del riesgo cardiovascular; la presencia de ECV tiene un impacto negativo en los desenlaces de la EPOC”, concluye. Las imágenes radiológicas también arrojan luz sobre la conexión entre la EPOC y las ECV. La doctora Juanola menciona que las calcificaciones de las arterias coronarias (CAC), indicadores de mayor riesgo cardiovascular, son más frecuentes en el enfisema centrolobulillar en comparación con el enfisema paraseptal. Los pacientes con EPOC y enfermedad predominantemente de la vía aérea también presentan más frecuentemente ECV y marcadores de inflamación elevados. Es tal la complejidad de la EPOC que se extiende a una red de comorbilidades que incluyen, además de las enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, diabetes mellitus tipo 2, insuficiencia renal crónica, osteoporosis, ansiedad y depresión, entre otras.Estrategias de prevención y manejo
“Por tanto, se debe considerar a la EPOC como una enfermedad de alto riesgo cardiovascular en sí misma”, apunta el doctor Menárguez. La coexistencia de ambas condiciones no solo agravan las patologías y aumenta el riesgo de mortalidad, sino que también complica el tratamiento y disminuye la calidad de vida. La doctora Rodero añade que “la mortalidad por una exacerbación de EPOC triplica la de un infarto agudo de miocardio en los 90 días posteriores al episodio”. El vínculo entre la EPOC y la salud cardiovascular va más allá de la coexistencia de dos condiciones y representa un desafío integral que requiere un enfoque multidisciplinar. Ante este escenario desafiante, el manejo adecuado de la EPOC se convierte en una herramienta crucial para reducir el riesgo cardiovascular. El cese del tabaquismo, como principal factor de riesgo para ambas condiciones, se posiciona como una medida fundamental. Además, controlar la presión arterial, la diabetes y adoptar un estilo de vida saludable, con una dieta equilibrada y ejercicio regular, son esenciales. El doctor Francisco José Fernández, del Consultorio Médico en Los Belones, en Cartagena, destaca la urgencia de estrategias preventivas y de intervención. La cesación del tabaquismo, abordar la exposición a biomasa y mejorar el acceso a la atención médica son medidas cruciales. El doctor Haro destaca la importancia de una intervención temprana y adaptada, considerando los diferentes subtipos de EPOC y sus riesgos cardiovasculares asociados. Por su parte, la doctora Juanola subraya la necesidad de un enfoque integral, reconociendo que la atención médica no debe limitarse a la EPOC, sino que también debe abordar y gestionar las ECV concurrentes. Y la doctora López agrega que “la identificación precoz y el manejo adecuado de las comorbilidades son clave para mitigar el impacto en la calidad de vida y el pronóstico de estos pacientes”. Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores: Miguel Ángel Menárguez Arnaldos, Fernando Samaniego Samaniego, Estrella Rodero Pérez, Estefanía López Montañez, Esther Juanola Torrent, Beatriz Ríos Morata, Antonio Haro Carmona y Francisco José Fernández Galindo. Una publicación independiente desarrollada gracias al patrocinio financiero de BIAL. Los puntos de vista y las opiniones que se expresan en esta obra son de sus autores y no reflejan necesariamente la política oficial ni la posición de BIAL. BIAL no debe ser considerada responsable de la veracidad de la información ni de los posibles errores u omisiones. Referencias:- Donaldson GC, Hurst JR, Smith CJ, et al. Increased risk of myocardial infarction and stroke following exacerbation of COPD. 2010;137(5):1091-1097.
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