Si bien las innovaciones tecnológicas son el foco habitual de las especulaciones sobre el futuro de la
Medicina Intensiva, ellas por sí solas nunca podrán sustituir el juicio clínico del médico asistencial y la interacción médico-paciente. En este contexto, la humanización y la formación con nuevos métodos docentes más efectivos y seguros seguirán siendo la piedra angular de la especialidad. Los cuidados intensivos se verán transformados a corto plazo por nuevas tecnologías y por la utilización de algoritmos de apoyo a las decisiones desarrollados con métodos de inteligencia artificial. Sin embargo, estas nuevas tecnologías serán relevantes solo si mejoran
el esfuerzo muy humano de cuidar a alguien que está gravemente enfermo. Durante los últimos años, se ha avanzado significativamente en el diagnóstico y el tratamiento de soporte mecánico de las funciones orgánicas. Ahora se necesitan esfuerzos adicionales en la investigación de las diferentes vías que conduzcan al logro de un tratamiento más personalizado y de la más alta calidad.
La calidad y la seguridad del paciente son prioritarios para todos los equipos asistenciales, especialmente en la UCI, donde la complejidad de los pacientes y la necesaria aplicación de técnicas invasivas de soporte orgánico se asocian con un riesgo elevado de complicaciones. Para afrontar este reto, ya está concluida y pilotada la primera fase de nuestro programa
SEMICYUC Calidad, que consistió en la elaboración del manual de buenas prácticas de todos los procesos generales y específicos de la UCI. Su objetivo fundamental es apoyar a todos aquellos Servicios de Medicina Intensiva que quieran ser excelentes en su práctica diaria y mejorar sus resultados. El proyecto pretende implantar un sistema integral y homogéneo de mejora continua de la calidad en todas sus dimensiones. Además, potencia la detección de riesgos, la prevención de la infección nosocomial, el uso de sistemas de trazabilidad electrónica de la medicación y la implantación de sistemas de información clínica. Se estimula la recogida y análisis de indicadores, la participación en bases de datos multicéntricas para identificar las mejores prácticas y también la participación en ensayos clínicos adaptativos.
La UCI del futuro debe poner también énfasis en las iniciativas que puedan tener un efecto favorable en la atención previa y posterior del paciente grave y potencialmente grave. Estas propuestas, basadas conceptualmente en la medicina preventiva crítica y la estratificación de la asistencia, se agrupan en un modelo asistencial de
UCI sin paredes. La enfermedad grave evoluciona en diferentes fases y el paciente transita por distintos servicios y niveles de atención que no siempre están suficientemente comunicados y coordinados. Necesitamos mejorar la comunicación y colaboración con los servicios de emergencia extrahospitalaria y con los servicios de urgencias de los hospitales para planificar con antelación los recursos necesarios para aplicar la intervención más efectiva en cada caso en el momento óptimo. Dentro del hospital va ganando aceptación un sistema de estratificación asistencial que permite ubicar al paciente en el lugar más idóneo en base a criterios de su seguridad, confort y eficiencia del sistema: la UCI, la Unidad de Cuidados Intermedios o la planta de hospitalización con monitorización continua.
Los sistemas de vigilancia y respuesta rápida para detectar precozmente el deterioro clínico en los pacientes ingresados en las plantas de hospitalización han demostrado ser muy útiles para disminuir eventos adversos graves inesperados, y ya son una realidad en muchos hospitales. La automatización y redundancia de los nuevos sistemas permiten que algunos pacientes complejos puedan permanecer en la planta de hospitalización con un sistema de monitorización continua, con capacidad para generar y emitir alertas a dispositivos móviles gestionados por el intensivista y el médico responsable de esa planta.
Cambio de estilo de vida del paciente
Por otro lado, los intensivistas somos conscientes de la elevada prevalencia del síndrome post-UCI con manifestaciones funcionales, cognitivas y mentales que cambian el estilo de vida del paciente y retrasa la recuperación del estado funcional previo al episodio que originó el ingreso en la UCI. El seguimiento de estos pacientes en las consultas post-UCI facilita la continuidad asistencial posterior a la UCI mediante la coordinación necesaria con atención primaria, rehabilitación, psiquiatría, neumología, etc., además de proporcionar apoyo psicológico y emocional. El cuidado y el apoyo de los familiares con alto riesgo de agotamiento físico, estrés postraumático, ansiedad y depresión formará parte a corto plazo de la cartera de servicios de la UCI.
Los profesionales de la UCI son la piedra angular de la medicina intensiva. La UCI ha abierto sus puertas y está evolucionando a un modelo asistencial más interprofesional que implica la participación de personal médico y de enfermería de otras especialidades como dietistas, farmacéuticos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, logopedas, psicólogos y trabajadores sociales entre otros. La eficacia de la movilización precoz de los pacientes con ventilación mecánica para reducir la debilidad adquirida en la UCI ha atraído el interés de rehabilitadores y fisioterapeutas hacia la rehabilitación precoz de los enfermos críticos. Además, la incorporación de los familiares al equipo de cuidados se intuye cada vez más necesaria y cercana. Ellos aportan apoyo emocional en todo momento, confort, y pueden participar en algunos cuidados como la movilización pasiva.
Con respecto al personal de la plantilla de la UCI, tras lo vivido durante la pandemia, somos más conscientes de la importancia de implementar medidas y programas dirigidos a cuidar la salud y el bienestar del personal de la UCI para prevenir el agotamiento profesional. Esto puede requerir también un ajuste en las cargas de trabajo, horarios más flexibles y un entorno con una cultura menos jerárquica y más colaborativa. En este contexto, es esencial también la aplicación de
programas efectivos de formación basada en competencias que potencien el aprendizaje activo y el trabajo en equipo mediante ejercicios basados en
simulación clínica. Este aprendizaje requiere también la adquisición de
habilidades de comunicación no solo entre profesionales, sino también con los pacientes y sus familiares. La empatía, la compasión, la sensibilidad y la ética son cualidades imprescindibles para el personal que trabaja en la UCI.
Equipamiento tecnológico, sistemas de información y análisis de los datos. La atención personalizada requiere un profundo conocimiento y la observación muy atenta de los efectos de los diferentes métodos de soporte vital como la ventilación mecánica, la depuración extrarrenal, la ECMO… sobre el paciente. Sin embargo, lo que realmente marcará un salto diferencial para mejorar los resultados de nuestros pacientes será la determinación en
point of care de biomarcadores genéticos, metabólicos, proteínas, etc. que proporcionen información fiable sobre el estado inmunitario, la función endotelial y el sistema de coagulación del paciente. Esta información permitirá clasificar al paciente en diferentes endotipos con respuesta conocida a la agresión y a diversos tratamientos como antibióticos, vasopresores e inmunoterapias. Las determinaciones repetidas de estos biomarcadores servirán de guía para intensificar o reducir el tratamiento y anticipar el riesgo de deterioro de las funciones orgánicas.
Ayuda en la toma de decisiones
Para avanzar en la predicción y optimización personalizadas, se requiere la obtención ágil y efectiva de una gran cantidad de información. Existen todavía en nuestro país un gran número de Servicios que carecen de una historia clínica electrónica específica de la UCI. Se deben aprovechar los fondos europeos para avanzar en la digitalización de todos los procesos de apoyo asistencial. La implantación de la historia clínica electrónica reduce el tiempo dedicado a documentación, permite la captura automática de datos de equipos clínicos y monitores, así como la gestión de indicadores y análisis de datos para auditorías, evaluación comparativa para detectar las mejores prácticas y, en definitiva, para mejorar la calidad y facilitar la investigación. A partir del almacenamiento de los datos, la inteligencia artificial y el aprendizaje automático permitirán el análisis de la información y la predicción de tendencias clínicas y riesgos, lo que será de gran ayuda para la toma de decisiones en tiempo real.
En resumen, la Medicina Intensiva del futuro seguirá buscando soluciones fácilmente aplicables para mejorar la utilización eficaz de los recursos, prevenir el agotamiento profesional, promover la distribución igualitaria de los servicios y mejorar el tratamiento de síndromes y enfermedades complejas emergentes mediante la adopción de tecnología y medicamentos inteligentes. La investigación orientada a la comprensión de los mecanismos moleculares y fisiopatológicos de la enfermedad grave, así como la dirigida a la mejora de múltiples facetas de la medicina intensiva continuará muy activa, traspasando los límites tradicionales de la efectividad de los tratamientos para mejorar la supervivencia. Como mencionaba al principio del artículo, lo que ocurre antes y después del alta de la UCI influye significativamente en la calidad de vida de nuestros pacientes. La investigación en red, las plataformas y los ensayos adaptados facilitarán esta misión. Simultáneamente, los médicos y enfermeras continuaremos asegurando una atención centrada en el paciente con el tratamiento correcto para el paciente correcto en el momento correcto, además de la aplicación de las medidas necesarias para su confort. Las innovaciones serán significativas solo si consiguen mejorar los resultados clínicos en un ambiente en el que los pacientes y sus familias reciben un trato humano, compasivo y equitativo