Ciertos sonidos hospitalarios como los de alarmas electrónicas, teléfonos y conversaciones pueden alterar el sueño de los pacientes aunque estén a bajo volumen y crear un ambiente que podría demorar su curación, según indica un estudio realizado en Estados Unidos y publicado en Annals of Internal Medicine
Orfeu Buxton, neurocientífico del Hospital de Brigham y las Mujeres y de la Escuela de Medicina de Harvard, en Boston, y sus colaboradores, monitorizaron el sueño de 12 personas saludables mientras investigadores hacían ruido en la habitación donde dormían, con el fin de medir el volumen que deben superar ciertos ruidos para despertar a las personas.
Muchos de los ruidos fueron grabados de un hospital real. Incluían alarmas, conversaciones, ruido ambiental, etc. Durante la noche, los investigadores pasaron los ruidos de uno en uno.
Cada sonido primero fue pasado a un nivel de susurro y, si las ondas cerebrales de la persona parecían no responder, los expertos subían el nivel hasta que el 'paciente' despertaba o hasta que el volumen llegaba a los 70 dB, que es aproximadamente el de un grito humano.
Los resultados mostraron que las alarmas y voces eran los ruidos más molestos a la hora de interrumpir el descanso, explica Buxton. Incluso durante el sueño profundo, más de la mitad de las personas se despertó cuando la alarma sonaba a un nivel de susurro.
Del mismo modo, casi tres cuartos de los participantes se despertaron ante el sonido de personas conversando a nivel de susurro durante la etapa de sueño más liviana, indica el equipo y, si bien las personas podían no recordar haberse despertado por los sonidos, solían sentirse menos descansadas al día siguiente.
El tráfico exterior, el sobrevuelo de un avión, el despegue de un helicóptero y el sonido de una descarga de inodoro fueron los ruidos que menos interrumpieron el sueño.
Los investigadores también midieron cómo respondían las pulsaciones de las personas a cada sonido y hallaron que los despertares generaban un leve aumento en el ritmo cardíaco. El resultado 'indica que ésta es una respuesta psicológica genuina negativa', ha apuntado Jeffrey Ellenbogen, jefe de medicina del sueño del Hospital General de Massachusetts, quien codirigió el estudio.
Todos los participantes eran personas saludables que no estaban ingresadas, por lo que para Ellenbogen es de esperar una molestia mayor en pacientes enfermos y hospitalizados.