La leche materna es el alimento ideal durante los seis primeros meses de vida. El bebé encontrará en ella todo lo que necesita para crecer y desarrollarse saludablemente. Pasada la barrera de estos seis meses, a la leche materna se irán uniendo otros alimentos, pero seguirá siendo igual de beneficiosa. Sus virtudes son infinitas, su coste cero y siempre está a punto, independientemente de la hora o del lugar.
El sistema inmune del bebé, sus defensas, aún no se han desarrollado por completo al nacer y la leche materna le proporciona anticuerpos que le protegen frente a enfermedades infecciosas, como catarros o otitis, e incluso frente a otros trastornos que pudieran aparecer con el paso de los años, como el asma o algunos tipos de alergia, tal y como han demostrado algunos estudios. Otras investigaciones aseguran que los niños que han sido alimentados con lactancia materna tienen menos riesgo de muerte súbita y un mayor desarrollo intelectual. Sin menoscabar otras ventajas como el contacto piel con piel y los lazos que se crean entre madre e hijo.
Pero no sólo es beneficiosa para el bebé, también lo es para la madre. Su estado de ánimo será mejor y se sentirá protegida por una autoestima y una confianza en alza. Además, con la lactancia, la mujer pierde más fácilmente los kilos acumulados durante la gestación, ya que cuando llega la hora de producir leche, el organismo recurre a las grasas que se acumularon durante el embarazo en el abdomen y en los muslos, tan difíciles de eliminar en algunas ocasiones. El útero vuelve antes a su tamaño normal y el riesgo de hemorragia posparto disminuye. Además, a largo plazo la lactancia materna reduce las probabilidades de padecer cáncer de mama o de ovario y se relaciona con una menor incidencia de osteoporosis y fractura de cadera.
Cómo comenzar
Lo recomendable es dar el pecho al bebé por primera vez en los primeros treinta minutos de vida. Este gesto le dará el calor, la seguridad y la protección que necesita nada más llegar al mundo y, además, es cuando más alerta está y cuando es más fácil que coja el pecho sin problemas. No obstante, puede ser que nada más nacer no quiera mamar, en cuyo caso habrá que darle una tregua, ofrecerle el pecho a menudo y acabará cediendo en seguida.
Es el propio bebé al succionar el que estimula las terminaciones nerviosas del pezón y éstas las encargadas de mandar un mensaje al cerebro de la madre en el que le comunican que el bebé necesita comer. Nada más recibir el mensaje, el cerebro responde ordenando la producción de dos hormonas, la prolactina y la oxitocina. La primera se asegura de que la producción de leche comienza y la segunda de que llegue al pezón. La leche que se va creando necesita ser guardada en algún sitio. Esto también lo tiene previsto el organismo y ha preparado un almacén: los senos lactíferos. Cuando el bebé succiona correctamente, es decir rodeando con los labios no sólo el pezón sino también el círculo rojizo algo moreno que lo rodea (areola), exprime con la lengua los senos lactíferos, situados bajo la areola, y consigue el alimento que necesita.
Distinta composición
La leche materna no es siempre igual. Tras el parto el único alimento que cubre las necesidades del recién nacido en sus primeros días de vida es el calostro, la primera leche que se produce tras el parto. Es amarillento, espeso y de aspecto más viscoso que la leche que vendrá después; contiene menos grasas y más proteínas, sales minerales y anticuerpos con los que proteger al bebé de posibles infecciones. Su composición especial ayuda a la digestión y a que se produzcan las primeras deposiciones del niño.
Es alrededor del cuarto día tras el parto cuando se produce la 'subida de la leche'. El calostro cede el paso a la leche de transición. La cantidad de leche será mayor y ésta será más rica en azúcares y grasas. La leche madura, aquella que se mantendrá hasta el final de la lactancia, aparece entre el día 10 y el 15 día tras el parto. La naturaleza es sabia y estos cambios que ocurren en la leche no hacen sino adaptarse a las necesidades del bebé para que la digestión sea mejor y puedan aprovecharse todos sus beneficios.
La leche definitiva varía su composición a lo largo del día e incluso durante la misma toma. Así, al principio de la toma es más ligera y acuosa, para saciar la sed del bebé y preparar su estómago; a la mitad es más espesa y blanca, como si fuera el plato fuerte de una comida, y al final se vuelve más cremosa y más rica en grasas, como si de un postre se tratara. Esta última fase de la toma es precisamente la que más sacia, por lo que si el bebé no disfruta de ella llorará de hambre al poco tiempo.
Duración de las tomas
Olvídese del reloj y déjele mamar el tiempo que quiera. Los hay más tragones que vacían el pecho en unos solos minutos y otros más tranquilos que necesitan más tiempo para hacerlo. Cada bebé tiene su propio ritmo de alimentación y cada madre su propio ritmo de salida de la leche. Tal es así que hay bebés que maman veinte minutos y reciben la misma cantidad que otros en cinco minutos. Sea como sea, el único que sabe si ha terminado la toma o no es el propio bebé. Cuando haya vaciado el pecho o satisfecho su apetito soltará el pezón de forma espontánea, por lo que, por mucho tiempo que lleve, nunca le retire el pecho si él no lo rechaza. Al terminar, ofrézcale el otro, pero si no lo quiere no lo fuerce.
Es recomendable darle de mamar de día y de noche cada vez que lo pida, olvidándose de horarios. No crea a quién dice que darle el pecho a demanda es malacostumbrarle. Cada bebé es diferente. Los hay, por ejemplo, que, sobre todo al principio, necesitan mamar muy a menudo, otros que toman más por la mañana y por la tarde pasan mucho tiempo dormidos, etc. Incluso el mismo bebé necesita más cantidad de comida en momentos puntuales de crecimiento. En cualquiera de estos casos las necesidades del bebé estarán cubiertas.
Sólo leche
Si el bebé está tomando el pecho no necesita suplementos alimenticios de ningún tipo, ni siquiera agua, zumos o infusiones, pero si, por una u otra razón, la situación lo requiere, nunca recurra al biberón sino a un vaso, una cucharilla, una jeringuilla o un cuentagotas. Aunque a simple vista parezca lo mismo, succionar la tetina del biberón o el pezón son cosas muy distintas. Coger la tetina es como chupar un dedo y para agarrar el pezón hay que hacerlo a modo de ventosa. Si toma pecho y biberón, al final el pequeño se decantará por el que menos esfuerzo le cueste. La tetina es rígida y grande, por lo que cuando tenga que coger el pecho le costará agarrarse, tendrá menos hambre y mamará menos. Como se ha acostumbrado al biberón, ya no sabe exprimir los senos lactíferos por lo que no tendrá toda la leche que quiera y en consecuencia acabará rechazando el pecho porque con él no queda satisfecho. En definitiva, como falta succión, cada vez hay menos leche y más hambre. Más aún, como el bebé no sabe coger bien el pecho puede dañar el pezón y que aparezcan grietas, dolor y otras molestias para la madre. Y las primeras semanas de vida y hasta que la lactancia esté establecida, olvídese también del chupete. Además, los bebés que maman suelen rechazarlo; no se empeñe en dárselo.
FUENTES: Consejos para la Lactancia Materna (Consejería de Sanidad de Castilla-La Mancha), La lactancia materna: información para amamantar (Consejería de Salud de La Rioja) y Lactaria, Grupo de apoyo a la lactancia materna.