Se estima que alrededor del 25 por ciento de la población mundial tiene
hígado graso, aunque este porcentaje puede variar en función de la región y los factores de riesgo prevalentes en la población. Cabe recordar que la
esteatosis hepática metabólica puede causar inflamación hepática, daño celular y acumulación de tejido cicatricial en el hígado (fibrosis). En etapas avanzadas, puede progresar hasta la cirrosis, una enfermedad hepática avanzada que conlleva múltiples complicaciones. Así lo han puesto de manifiesto desde el Grupo Esteatosis Hepática Metabólica (EHMET-SEEN), en el marco de la campaña ’12 meses en Endocrinología y Nutrición, 12 pasos hacia la salud’ de la SEEN, y con motivo del
Día Internacional de la Enfermedad Hepática Esteatósica asociada a disfunción metabólica (EHMET).
Ana Sánchez, miembro del Grupo EHMET de la SEEN, incide en la importancia del diagnóstico y tratamiento precoz por parte del endocrinólogo: “Es esencial identificar a los pacientes en riesgo para evitar la progresión a formas avanzadas como la esteatohepatitis no alcohólica, la fibrosis hepática e, incluso la cirrosis, y evitar posibles complicaciones asociadas”.
Tratamiento de la Esteatosis Hepática Metabólica
Existen numerosas moléculas en investigación para el tratamiento de la EHMET, pero es fundamental
controlar los factores de riesgo, así como adoptar un estilo de vida saludable para reducir la acumulación de grasa en el hígado y prevenir la progresión de la enfermedad. En algunos casos, la pérdida de peso significativa y la reversión de los factores de riesgo pueden influir parcialmente en el daño hepático.
Por ello, Elena González, también miembro del Grupo EHMET-SEEN, hace hincapié en algunas recomendaciones nutricionales basadas en la
dieta mediterránea, ya que reduce la grasa hepática, ejerce un efecto antiinflamatorio y mejora la sensibilidad hepática a la insulina, independientemente del ejercicio y la pérdida de peso. “Es recomendable limitar el consumo de carnes poco saludables (carnes grasas y derivados cárnicos) y el consumo de carbohidratos refinados especialmente en refrescos y zumos de fruta, con mayor índice glucémico, que deben sustituirse por fuentes de hidratos de carbono con baja carga glucémica”, señala.