El 17 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Seguridad del Paciente. Se trata de un factor clave para la calidad y la eficiencia de los sistemas sanitarios y, sin embargo, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el daño al paciente representa la 14ª causa principal de enfermedad, situándose en puestos similares a los que ocupan otras patologías como la tuberculosis o la malaria en el mundo.
Compartir buenas prácticas para incorporarlas y garantizar la seguridad del paciente, impulsar un espacio de intercambio de conocimiento y reflexión sobre las prácticas clínicas y analizar los temas relevantes en los que pueden actuar los directivos de la salud, buscando resultados basados en valor, fueron los principales objetivos del “Foro Día Mundial de la Seguridad del Paciente. Poniendo el Foco en la Seguridad del Paciente y la Digitalización”, organizado por la Sociedad Española de Directivos de la Salud (SEDISA). El directivo es el primer interesado en establecer un plan de seguridad del paciente, que garantice la asistencia y las buenas prácticas, según se ha concluido en este encuentro.
Para Ana Rodríguez Cala, directora de Estrategia y Responsabilidad Social Corporativa en Institut Català d'Oncologia (ICO), miembro de la Junta Directiva de Sociedad Española de Directivos de la Salud (SEDISA) y responsable del Comité de Ética y RSC de la dicha sociedad, el problema más común en cuanto la seguridad del paciente es la concienciación de los profesionales de la importancia de notificar los incidentes o efectos adversos. El miedo a que sea punitivo hace que se notifique menos. En este contexto, se necesita la implicación de los directivos, dotando de recursos a las unidades de calidad, la comunicación interna, reportar los resultados a todos los profesionales y a la ciudadanía, la formación, la incentivación y la cultura organizacional.
Por eso, cree que es necesario pensar en global, teniendo una visión completa de todos los factores que afectan a la seguridad, pero también hay que trabajar más en común, aunar esfuerzos por parte de todos: profesionales sanitarios, directivos, pacientes, farmacéuticos, proveedores, etc...
Por su parte, Francisco Dolz, gerente del Departamento de Salud de Valencia-Doctor Peset y presidente de la Agrupación de SEDISA Levante, apunta que los expertos en seguridad condicionan el éxito a que el directivo adopte el liderazgo adecuado en este campo. La influencia de un buen liderazgo en su gestión es fundamental. Así, la Joint Commission ha calificado al liderazgo como causa básica del 50 por ciento de los sucesos centinela en Estados Unidos. Este liderazgo presenta puntos clave que deben afrontarse para mejorar la cultura de seguridad en las organizaciones sanitarias. Muchas veces son los propios profesionales quienes cuestionan el liderazgo. “En un estudio del Ministerio de Sanidad, los profesionales consideraban que el apoyo de la gerencia en seguridad del paciente era insuficiente (solo 26,4 por ciento era adecuado). La cultura de seguridad en las instituciones sanitarias es muy deficiente, persistiendo entre los profesionales la permanente idea de ocultar los efectos adversos por el miedo a las consecuencias legales”.
Herramientas necesarias
En su opinión, hay una insuficiente implantación de herramientas para la normalización del proceso asistencial que evite la variabilidad clínica, dejando la posibilidad a la improvisación e individualismo a que lleven a una variabilidad clínica injustificada. De hecho, “resulta incuestionable el papel del directivo en la implantación de un plan de seguridad del paciente, debiéndo implicarse en la seguridad del paciente, liderando su implantación, incorporándola a la misión, impulsando su formación y despliegue. Debe impulsar la realización del Plan de Seguridad del Paciente, participar en la Comisión de Seguridad del Paciente, dar soporte al referente de seguridad del paciente, fomentar la notificación de incidentes y facilitar la implantación, seguimiento y estudio de barreras para evitar incidentes”.
Tal y como recuerda Rodríguez Cala, miles de pacientes son tratados cada día en los centros sanitarios y la mayoría de ellos reciben un diagnóstico, un tratamiento y unos cuidados efectivos. Que esto sea así requiere disponer de unas políticas de salud orientadas a la calidad, a la adecuación y a garantizar la seguridad. Cualquier proceso asistencial, por pequeño que sea, puede presentar riesgo para el paciente y también para los profesionales, lo importante es identificarlos y mejorarlos. “La seguridad no es una variable dicotómica seguridad/inseguridad, es dinámica y en ella influyen diferentes factores, el sistema, los profesionales y la organización”.
Para garantizar esa seguridad, “el líder debe aportar una formación e información importante sobre seguridad del paciente, incluyendo la magnitud y la trascendencia del problema y posibilidades de prevenir, detectar y corregir los efectos adversos”, apunta Dolz, quien añade que debe de tener competencias que le permitan implantar la cultura de seguridad del paciente, capacidades fundamentales que faciliten esa cultura, como son facilidad de comunicación, capacidad de planificación, anticipación y prevención de los errores y actuar según los principios de justicia y equidad; y unas características inherentes como son ser emocionalmente estables, amables, benevolentes, conocer sus limitaciones, íntegros, justos, tener capacidad de delegación, implicar a los profesionales y ser coherentes en sus decisiones”.
Así, las herramientas con las que cuentan los directivos para asegurar la seguridad del paciente, en opinión de Dolz, son las TIC. Con ellas, “el directivo tiene instrumentos que facilitan el acceso a la información de los errores en la seguridad del paciente, como son el CMBD (Conjunto Mínimo de Datos), el ajuste al riesgo y el sistema de notificación de efectos adversos (EA); instrumentos donde quedan reflejados los posibles errores médicos”.
Asimismo, existen otras iniciativas promovidas por mandos intermedios y personal de base que han hecho posible la implantación de sistemas de notificación de incidentes, seguimiento de las complicaciones y su análisis. “Les facilitan la información de forma reglada, diseñando y validando un cuadro de mandos integral en seguridad del paciente, que incluya la revisión de las fuentes de datos disponibles en el SNS que nos permitan medir indicadores de seguridad, mejorar la calidad de las fuentes de datos, identificar datos para la medición de las buenas prácticas (prácticas seguras), diseñar e implantar un sistema de notificación de efectos adversos anónimo y no punitivo que incluya la Atención Primaria y Atención Especializada e identificar efectos adversos medicamentosos”.
Preocupación de todos
Y es que, según comenta Rodríguez Cala, la seguridad del paciente es una preocupación de directivos, profesionales y de pacientes. Hoy en día todos los hospitales tienen procedimientos y protocolos teniendo en cuenta la evidencia científica. También hay modelos de acreditación que los hospitales deciden seguir en función de las características de sus centros como EFQM (Modelo Europeo de Excelencia Empresarial), ISOS, o la Joint Commission (organización internacional en acreditación sanitaria)..., con el objetivo de garantizar la calidad asistencial.
De hecho, cada vez más los centros sanitarios cambian sus estructuras con el fin de garantizar la seguridad del paciente. Por ejemplo habitaciones individuales, mantener madre e hijo durante su estancia en el centro sanitario, sistema de verificación en quirófano, utilizar la tecnología y sobre todo hacer rondas de seguridad para recoger incidencias de viva voz de los profesionales y plantear acciones de mejora.
También hay que tener en cuenta que el paciente que acude hoy a los centros sanitarios se caracteriza por tener un mayor nivel cultural y una percepción clara de cuáles son sus derechos, pide más información y en alguna ocasión manifiesta que quiere tomar parte en la decisión. No obstante, la incorporación del paciente en la toma de decisiones de su proceso asistencial requiere información y formación, e incluye el conocimiento de la propia enfermedad, y la participación activa en las decisiones. “Podríamos decir que debemos empoderar más a los pacientes, no ser tan paternalistas y trabajar más en un modelo colaborativo. Esto ayudaría a mejorar el autocuidado del paciente y la adherencia al tratamiento”, apunta Rodríguez Cala. Su colega Dolz coincide con ella al afirmar que el paciente actual es un paciente más informado, en muchas ocasiones experto. Exige mayor información, mayor accesibilidad y participación en las decisiones. “La participación del paciente en la gestión de su seguridad ayuda a minimizar riesgos”.
Por su parte, la responsable del Comité de Ética y RSC de SEDISA, apuesta porque los pacientes jueguen un papel importante en la identificación de los riesgos del sistema y en las acciones para mejorar. Las organizaciones sanitarias disponen de algunas vías para implicar a los pacientes como las encuestas de satisfacción, reclamaciones y quejas, grupos focales etc.
El papel del profesional es muy importante, ya que notifican, de forma voluntaria y confidencial, los eventos adversos y proponen acciones de mejora. La atención sanitaria requiere de un aprendizaje continuo por parte de los profesionales para poner en práctica aquellas actuaciones que han demostrado su efectividad y para reducir o minimizar los riesgos y sus consecuencias. Los profesionales contribuyen mediante la investigación y la evidencia científica a garantizar la seguridad del paciente y la calidad asistencial. “La seguridad del paciente es un camino largo y tortuosos por el que tenemos que pasar todos los implicados (gestores, profesionales, pacientes), por ello debemos marcar nuestra hoja de ruta y describir el itinerario que vamos a seguir, solo de esta manera contribuiremos a garantizar la calidad asistencial”.
Digitalización y seguridad del paciente
El sector salud es, sin duda, uno de los más complejos que existen. “Esto explica parcialmente por qué asistimos a cómo las nuevas tecnologías que modifican industrias, modelos de negocio y mercados de forma disruptiva en poco tiempo, en este sector se implementan con mayor lentitud”, explica José Manuel Martínez Sesmero, jefe del Servicio de Farmacia Hospitalaria del Hospital Clínico San Carlos. “Sin embargo, no por ello debemos dejar de trazar una hoja de ruta que vele por la introducción de la digitalización en este ámbito”. Según Martínez Sesmero, en este mapa estratégico son puntos clave la ciberseguridad y los estándares de seguridad en línea, la privacidad de los datos especialmente sensibles, así como los costes asociados, tanto de las medidas a tomar como de los problemas potenciales a los que nos enfrentamos.
Existen numerosas soluciones tecnológicas que se han diseñado e implementado para abordar los puntos críticos de riesgo en la Seguridad del Paciente. Entre ellos, Ana Belén Pérez Jiménez, coordinadora de Seguridad de Pacientes del Servicio Extremeño de Salud (SES) y vocal de la Asociación Nacional de Directivos de Enfermería (ANDE) de Extremadura, destaca “el sistema de identificación correcta del paciente utilizando códigos de barras y tecnología informática para evitar el etiquetado incorrecto de las muestras de laboratorio; la implementación de un sistema de verificación de medicamentos en unidades de cuidados críticos para adultos, utilizando ordenadores portátiles y otros fijos junto a la cama, desarrollando e implementando sistemas de alerta de sepsis; sistemas de identificación inequívoca de pacientes, y el estudio de la percepción de las enfermeras sobre la documentación electrónica de los registros de enfermería y el posible impacto de esta en la relación paciente-enfermera”. En cuanto a la digitalización y el entrenamiento de competencias en seguridad de pacientes, esta experta explica que “la seguridad de los datos y los canales de financiación plantean los mayores desafíos para las actividades de digitalización y, aunque los profesionales formados suelen tener un alto nivel de aceptación de tecnología, también casi todos están en contra del reemplazo de pedagogos de enfermería por sistemas tecnológicos”.
Atención de calidad
Con respecto a la presión asistencial, Rodríguez Cala comenta que no hay que pensar que el tener poca presión asistencial garantiza que no vaya a darse un incidente o efecto adverso, “siempre tenemos que valorar el momento y el lugar donde ocurrió el incidente y a partir de aquí proponer medidas correctoras para garantizar una atención de calidad”.
Los directivos apuestan por la seguridad del paciente. SEDISA ha llevado un estudio sobre “Dar un giro de 360º a la Seguridad del Paciente”, en el se concluye que el 60 por ciento de los profesionales afirman tener plan de Seguridad del Paciente en su comunidad, el 64 por ciento conocen el plan y el 44 por ciento dicen que el documento es accesible para los pacientes. El directivo es el primer interesado en establecer un plan de seguridad e intentar dejar de ser la tercera víctima: primera víctima, el paciente; segunda, el profesional, y tercera, la administración/directivo.
El trabajo ha sido promovido por la Sociedad Española de Directivos de la Salud (SEDISA), junto con la Sociedad Española de Calidad Asistencial (SECA), la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), la Federación de Asociaciones Científico-Médicas Españolas (FACME), la Asociación Nacional de Directivos de Enfermería (ANDE), el Foro Español de Pacientes (FEP), la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP) y la Asociación Española de Enfermería Quirúrgica (AEEQ) y con expertos en la materia, como Jesús Aranaz, jefe de Servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública del Hospital Universitario Ramón y Cajal.
Aspectos legales Con respecto a los aspectos legales, Dolz asegura que es muy importante abordarlos para fomentar la notificación de efectos adversos, dotando al profesional declarante, la segunda víctima, de un respaldo y de una seguridad jurídica que facilite la comunicación de forma adecuada. Para ello, “sería interesante cambiar la Ley de Enjuiciamiento Criminal, introduciendo la protección del profesional notificante, como han hecho ciertos países nórdicos (la declaración de EA por el profesional nunca podrá usarse como prueba en su contra). Hay que dar cobertura legal, mediante una norma que le respalde y desarrolle sus funciones, e introducir la formación al profesional en seguridad del paciente de una forma reglada”. En este contexto, hay que fijarse en algunos datos. El 65,2 por ciento de los pediatras y el 73,9 por ciento de los médicos de Atención Primaria consideran que la Medicina defensiva es la razón de sobreutilización de pruebas y procedimientos, constituyendo el 3 por ciento del coste total sanitario en Primaria. Las últimas publicaciones de The Lancet sobre Right Care y sobreuso (Evidence for overuse of medical services around the world, Lancet 2017), concluyen que a más Medicina defensiva más errores y efectos adversos, generando más responsabilidad legal por posibles negligencias. “Los profesionales involucrados se preocupan por la evolución del paciente y por las repercusiones legales y profesionales, lo que lleva en muchas ocasiones a la Medicina defensiva. Siguiendo lo publicado en The Lancet, lleva a más errores, teniendo unas consecuencias emocionales, de culpa, de dudas sobre su profesionalización y miedo a consecuencias legales y de reputación”, detalla Dolz.
Aspectos legales Con respecto a los aspectos legales, Dolz asegura que es muy importante abordarlos para fomentar la notificación de efectos adversos, dotando al profesional declarante, la segunda víctima, de un respaldo y de una seguridad jurídica que facilite la comunicación de forma adecuada. Para ello, “sería interesante cambiar la Ley de Enjuiciamiento Criminal, introduciendo la protección del profesional notificante, como han hecho ciertos países nórdicos (la declaración de EA por el profesional nunca podrá usarse como prueba en su contra). Hay que dar cobertura legal, mediante una norma que le respalde y desarrolle sus funciones, e introducir la formación al profesional en seguridad del paciente de una forma reglada”. En este contexto, hay que fijarse en algunos datos. El 65,2 por ciento de los pediatras y el 73,9 por ciento de los médicos de Atención Primaria consideran que la Medicina defensiva es la razón de sobreutilización de pruebas y procedimientos, constituyendo el 3 por ciento del coste total sanitario en Primaria. Las últimas publicaciones de The Lancet sobre Right Care y sobreuso (Evidence for overuse of medical services around the world, Lancet 2017), concluyen que a más Medicina defensiva más errores y efectos adversos, generando más responsabilidad legal por posibles negligencias. “Los profesionales involucrados se preocupan por la evolución del paciente y por las repercusiones legales y profesionales, lo que lleva en muchas ocasiones a la Medicina defensiva. Siguiendo lo publicado en The Lancet, lleva a más errores, teniendo unas consecuencias emocionales, de culpa, de dudas sobre su profesionalización y miedo a consecuencias legales y de reputación”, detalla Dolz.