Vocal de la Sociedad Española de Directivos de la Salud (Sedisa), Manuel Huerta guarda una dilatada experiencia en labores gerenciales. Una trayectoria que le ha valido para testear el sistema sanitario en tiempos de bonanzas y en una época, la actual, de crisis económica. Desde hace años, es el director gerente de la Agencia Sanitaria del Bajo Guadalquivir, un ente que tiene entre sus cometidos la gestión de un nuevo modelo de centro: los Hospitales de Alta Resolución. En uno de ellos, el hospital de Utrera, nos recibe para hablar de la actualidad sanitaria y de su nueva función en Sedisa, la organización del Congreso Nacional de Hospitales que se celebrará en marzo de 2017 en Sevilla.
Desde que estalló la crisis se ha hablando machaconamente de que el sistema de salud no es sostenible, pero ¿es eficientemente gestionado?
Un matiz: el sistema es sostenible. Es un lugar común en el que no se reflexiona suficientemente. El Sistema Nacional de Salud y los sistemas sanitarios en el marco europeo no están inmersos en un debate de sostenibilidad. Es una palabra que ha tenido cierto éxito, pero no refleja bien la realidad. Digamos que suponer insostenible un servicio público sería tanto como que hubiera la posibilidad de que no existiera. Como no es sostenible, desaparece. Esto es una situación que desde ningún punto de vista es planteable. El problema no es si el sistema sanitario público es sostenible, sino saber cómo debe ser financiable. El problema no es, por tanto, de sostenibilidad, pues es decisión de un Estado el contar o no con él y eso hoy por hoy no se plantea. ¿Se plantea que la Policía sea insostenible? Lo que sí se puede debatir es la solvencia de los sistemas. Los sistemas tienen que ser solventes, con la financiación necesaria para desarrollar sus objetivos de manera razonable. La pregunta es, por tanto, ¿cómo hacemos solvente al sistema?
Entonces, ¿por qué el criterio de sostenibillidad lo exhiben tanto las administraciones?
Es un término exitoso y se entiende mejor. Pero quería aportar este elemento, la solvencia, porque después de todo cuando hablamos de sostenibilidad del SNS estamos hablando de su solvencia.
Pues cambiemos de pregunta, ¿se camina hacia un sistema solvente?
Durante mucho tiempo, el sistema sanitario público en nuestro país ha ido creciendo en sus requerimientos económicos por encima del crecimiento del país. Es una realidad que no era incoherente con lo que sucedía con el resto de materias de España. Eso ha hecho que el sistema sanitario haya crecido hasta unas cotas que lo sitúan en uno de los sistemas con mejores prestaciones del mundo, con una cartera de servicios casi ilimitada y con una cobertura cuasi universal. Es un sistema realmente potente; la joya de la corona del servicio público español. Pero llegó un momento en el que sufrimos un baño de realidad, cuando nuestro país dejó de crecer al ritmo que aparentemente venía haciéndolo. Y ahí nos planteamos todos cómo financiamos lo que debe seguir existiendo: el sistema sanitario, pero también el educativo, el de prestaciones sociales, la Justicia, el Ejército,... Y obligó a cada sector a plantearse cómo seguir progresando. La solvencia del sistema se empequeñeció, no es la misma que teníamos, y eso ha obligado a lo que se ha llamado recortes. Efectivamente, son recortes sobre lo que veníamos percibiendo. Desde la crisis financiera, que hemos sufrido todos, el sistema sanitario está siendo financiado con una cantidad de euros menor que la que venía siendo habitual. Eso obliga a los administradores y a los directivos de las instituciones sanitarias a tomar decisiones que no son ni sencillas ni cómodas y que son impopulares en la mayoría de los casos. Se entra en el debates de la eficiencia: hacer lo mejor con el menor coste posible; debatiendo medidas de cómo podemos hacer para seguir haciendo lo que hacemos. Y son tan buenos los niveles de calidad que, incluso ajustando algo los ingresos, el ciudadano no tiene porqué notar prácticamente nada. Son elementos internos los que notan esa disminución. Es el caso de nuestros salarios, que han disminuido o no han seguido creciendo, el hecho de que seamos más puntillosos con el uso de los materiales, que las plantillas ya no se modifiquen al alza tan alegremente o que la negociación colectiva esté a la baja. Además, lo notan los proveedores, que son presionados para conseguir una bajada de precios ajustada a la realidad económica.
¿Ha habido una buena adaptación a este nuevo escenario?
Llevamos unos años de un incómodo replanteamiento del modo habitual de hacer las cosas, con sus ventajas e inconvenientes. Pero creo que este periodo doloroso nos ha permitido replantear cosas de las que hemos aprendido más que menos. Hemos comprobado que era posible trabajar de una manera más eficiente, sin que se haya mermado las prestaciones del sistema ni se haya notado que lo hayan dejado abandonado. Hay elementos que se pueden mejorar, como que se ampliara la red de dispositivos, pero tenemos una red excelente. Siempre podemos tener un nuevo servicio, pero aunque tenemos una red que ya no se amplía, esta ya es tan completa que cubre todo el sistema. Por otro lado, sí que hay medidas que han afectado al cliente, como el copago farmacéutico, que es un elemento de debate político. Y con él, se ha impuesto por parte del Estado un modelo que ha afectado a una parte de la ciudadanía y no tiene un impacto grande en la financiación del sistema.
¿Cuál es el papel del gestor?, ¿ha habido un momento de llegar a ese reto de la solvencia?
La cosa pública tiene que ser gestionada y gobernada por responsables públicos. Eso es de cajón. Lógicamente, al gestor le toca un papel que no es ni más ni menos incómodo que el del proveedor último de servicios, es decir, el médico en consulta o el cirujano en el quirófano,... todos tenemos esa dificultad y un compromiso con nuestros conciudadanos. Nadie duda de que esa microgestión que se hace en la consulta, de recursos y de clientes, lo desarrolla un profesional. Y cuanta más acusada sea la actitud profesional, más adecuada resulta la respuesta porque, a pesar de ser difícil, encuentra herramientas que no conseguiría alguien que no tenga ese mapa de competencias. Por supuesto, siempre gusta vivir más cómodo y se estuvo más cómodo en épocas de abundancia, pero ahora es cuando se notan los gerentes competentes. Y hay muchos en este país.
SEDISA siempre reivindica la profesionalización de los gestores, ¿una oportunidad para que las administraciones abran los ojos e incluyan a profesionales en estas tareas?
Cuando las cosas son más sencillas uno se puede permitir ciertos lujos. Pero cuando no lo son, no. Una de las cosas que a mi juicio han ocurrido en este periodo de menor solvencia es que todo el mundo, empezando por los altos dirigentes y terminando por el gran público en general, ha interiorizado con facilidad que es tan importante que el médico que atiende sea un profesional de reconocido prestigio como que lo sea el directivo sanitario. Es decir, todo el conjunto social está mucho más impregnado ahora con el hecho de contar con directivos con actitud acreditada en el mundo de la gestión de los servicios públicos sanitarios. En este momento, no creo que exista ninguna mesa de decisión política en el sector sanitario que no esté contemplando y analizando cómo seleccionar y mantener la competencia de los directivos sanitarios.
Como gestor, ¿cuáles serían las iniciativas que habría que llevar a cabo ahora que parece que se está viendo la luz al final del túnel?
Todo parece indicar que la bondad de los datos macroeconómicos muestra que la situación no es tan mala. Pero al igual que ocurre con el ciudadano común, desde que eso llega hasta que empieza a producir efectos de solvencia queda un rato, media todavía un camino. Me gustaría creer que la mejora de estos marcadores traerá consigo en un futuro una mejora de la solvencia del ciudadano y del servicio público esencial, pero eso hoy por hoy no es cierto. La solvencia de 2015 para el sistema sigue siendo mala, la de 2016 va a seguir siendo mala y desconozco cuál será el escenario para 2017. Aún no hay alegrías. El sistema sanitario no está disfrutando ni disfrutará en 2016, porque ya conocemos los PGE de 2016, y deberá seguir haciendo cosas para que la falta de solvencia siga sin afectar al producto sanitario, que es nuestro compromiso. La calidad del sistema se debe a que, a pesar de la disminución de la solvencia, el producto sanitario sigue siendo uno de los mejores del mundo; gracias, en primer lugar, al trabajo comprometido de los profesionales últimos del sistema y, en segundo lugar, a la calidad de los directivos. Véase otros países de nuestro entorno, que no citaré, en los que sí se ha producido un empeoramiento del producto sanitario.
¿Ni peligra?
No peligra por dos razones: España no es tan débil como otros y el sistema sanitario es demasiado querido para que se atrevan a desmantelarlo. Y aunque no se consolidara la mejoría económica, otras zonas del servicio público son las que tendrían que transferir recursos al sistema. La línea roja es que no afecte al producto, porque ni políticos ni profesionales ni ciudadanos permitirían que se traspasara esa línea. Y no se trata de los salarios de médicos o directivos o del precio del equipo de rayos, sino el producto sanitario.
Cuando habla de directivos, ¿se refiere sólo a los gerentes?
Los directivos del sistema son de dos órdenes. Uno de la entidad y otro los clínicos. Los directores clínicos son los responsables de las Unidades de Gestión, que son claves para llevar a cabo este reto y es necesario que jueguen en el mismo tablero. No hay diferencias; la única diferencia es de tamaño. Nuestro sistema, y llevo mucho tiempo para tener dudas, tiene un nivel más que competitivo con respecto al mundo sanitario planetario.
Ha hablado de 2015 y 2016 donde todavía no se espera mejoría. Entonces, no cabe duda de que en el 2017, año del Congreso Nacional de Hospitales que se celebra en Sevilla, será este el centro del debate.
Efectivamente, el Sistema Sanitario Público de Andalucía es el que va a albergar el Congreso Nacional de Hospitales, un evento de suma importancia que se celebra cada dos años y que se convierte en una gran oportunidad. De hecho, nos va a permitir abordar en marzo de 2017 asuntos capitales. Habrá que hacer un ejercicio de anticipación de lo que creemos que va a ser lo importante de la gestión sanitaria en este país en esas fechas; pero no es difícil intuir que vamos a tener que hablar de financiación, de la experiencia de nuestros clientes en el servicio público y de la mejora aún más nítida de la competencia y actitud profesional de los directivos. Igualmente, va a estar el debate de la esperanza de vida, que nos conduce a que el tipo medio del ciudadano que usará nuestros servicios será pluripatológico, que tiene enfermedades crónicas.
¿El sistema está preparado para recibir esa ola de cronicidad?
El sistema ha superado el problema del paciente agudo. Hemos alcanzado un nivel de excelencia fuera de lo normal. El problema quirúrgico y el problema traumático están solventados. Pero nos ha sorprendido la realidad en la que los ciudadanos no son personas que requieran intervención de un problema agudo, sino gente añosa, que tiene tres o cuatro enfermedades diagnosticadas, que toman tres o cuatro medicamentos de manera crónica y que no requieren de alta tecnología ni de quirófanos robotizados, que es lo que actualmente vende. Nuestro problema son las miles de personas mayores que van pasando de consulta en consulta sin que nadie le haga un análisis global, porque lo ve el endrocrino, el traumatólogo,... y cada uno le manda lo suyo y al final está perdido con un saco de pastillas. El sistema sanitario actual nos permite vivir mucho más y eso trae nuevas situaciones. No sé cómo quedará formulado el congreso, pero de reordenación hacia el paciente crónico seguro que hablaremos, al igual que de la profesionalización de la función directiva y del empoderamiento de nuestro clientes, y de que la experiencia de atención vaya incrementándose al igual que se incrementa el éxito clínico. El ciudadano se tiene que sentir cómodo, que le traten con respeto, que velen por su intimidad con sus familiares y amigos,... todo ello tiene que ver con la experiencia clínica. Estos son los retos, a expensas de lo que pase de aquí a 2017.
Como responsable de Hospitales de Alta Resolución, ¿cómo va funcionando este nuevo modelo?
Es una apuesta peculiar del sistema sanitario público de Andalucía, que incluso hay otras CCAA que están interesadas en copiar. Va camino de ser un producto en expansión. El Hospital de Alta Resolución es un nuevo tipo de hospital, que no tiene nada que ver con el comarcal pequeño. Nace para cumplir tres objetivos. Primero, el de tener una herramienta que permita seguir expandiendo la prestación a expensas de la disponibilidad económica. La red de hospitales no va a pasar por ampliar el número de hospitales comarcales, regionales o de especialidades. Ese mapa ya está cerrado. Andalucía ya no necesita más hospitales así. Pero, sin embargo, la expectativa ciudadana es que los servicios sanitarios estén más cerca de los grandes núcleos demográficos. Si la única herramienta que tiene a su disposición esa expectativa es un hospital enorme, carísimo, sin pacientes suficientes, la expectativa nunca se cumple. En segundo lugar están las características demográficas de la propia comunidad autónoma. Andalucía está basada en una amplia existencia de ciudades medias, no en el concepto de megaciudades; esa es la política emprendida desde hace 30 años. Esto implica que esas ciudades medias tengan servicios que fijen la permanencia en el territorio, desde el punto de vista deportivo, educativo, social y, cómo no, sanitario. También el Hospital de Alta Resolución es una herramienta con esa apuesta demográfica. Y, en tercer lugar, entendemos o presuponemos que este tipo de hospitales consigue mejorar la experiencia clínica de los pacientes, porque su tamaño hace que la personalización del tratamiento sea más sencilla y no se pierden en los pasillos kilométricos de un macrohospital. La organización de estos centros parte de la base de que el tiempo de nuestros pacientes es tan importante como nuestro tiempo. Eso no se ha tenido en cuenta en la red convencional y el paciente va un día y otro también al lugar para pruebas. Su tiempo también es importante. La opción organizativa es que todo lo que se pueda hacer se haga en un mismo día en el Hospital de Alta Resolución y que, cuando el paciente salga, tenga o una estrategia terapéutica o una cita para operarse.
¿Hasta qué punto un Hospital de Alta Resolución tiene la prestación de un macrohospital?
Estos hospitales tienen como vocación dar respuesta al 85 por ciento de lo que es posible hacer en un hospital. El resto no se puede hacer aquí, sino en los hospitales convencionales. Esto es mucho. El proyecto completo contempla 22 centros. La mitad está en alguna fase de desarrollo y la otra le pilló de por medio la crisis de solvencia. En el mundo anglosajón se llama de otra manera, 'Hospitales de Proximidad', pero nosotros nos decidimos por 'Hospitales de Alta Resolución' para intentar poner en valor lo más novedoso: el compromiso con el tiempo de los pacientes.
Hay algunos hospitales, como este de Utrera, que ya tienen una experiencia de años, ¿cuál es el balance inicial de los centros de Alta Resolución?
Estos hospitales están acreditando unos resultados extraordinarios. En indicadores asistenciales están situados en el top del sistema sanitario andaluz, desde el punto de vista de la satisfacción de los usuarios están en el top top y desde el punto de vista de los costes están en el top top top también. (Sonríe) Digamos que es muy difícil poner en cuestión que el futuro de la expansión hospitalaria no sea con instituciones de este tipo. Otra cosa es que te enfrentaras a una comunidad que no tenga completa la red de hospitales convencionales. Puede que en alguna CCAA no esté bien terminada, pero en Andalucía sí lo está y con 35 hospitales públicos ya no cabe ni uno más. Pero la ciudadanía no debe perder la expectativa de tener un dispositivo hospitalario más cercano. La única condición es que el 15 por ciento se siga tratando por la red convencional. Mi convicción, y por eso estoy en este proyecto, es que este es el futuro del sistema hospitalario y que se terminará consolidando, no solo en Andalucía sino en el resto de nuestro Estado. Pero eso depende de la oportunidad de ser solventes. Es ideal tener en tu pueblo un hospital de Alta Resolución. Sí. Es necesario. No. Los vecinos de Utrera estarían tratados con la misma calidad asistencial con este hospital o sin él. No tienen más derechos sanitarios, lo que ha mejorado es su experiencia clínica.