Elena Aldasoro, doctora en Medicina, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, es responsable del área de Adicciones del Departamento de Salud del Gobierno vasco. Máster en Epidemiología, sostiene en la entrevista con
EL MÉDICO que las adicciones van muy de la mano con el entorno social de las personas. “Por ello, el trabajo preventivo debe de aglutinar todos los ámbitos relacionados con ellas, desde el área sociosanitaria hasta la judicial”, sentencia.
¿Qué se considera hoy adicción en términos de salud? ¿Existe un patrón que describa al adicto?
En general se considera adicción un comportamiento del consumo de una sustancia que genera dependencia, es decir, que no puedes dejar de tener contacto con ella. En el caso del juego o del consumo de sustancias provoca tolerancia y, por lo general, necesitas cada vez más cantidad de ellas o jugar con más frecuencia de forma compulsiva para tener el mismo efecto. Además, produce en la persona y en su entorno un gran deterioro, bien por problemas físicos, mentales, laborales o en el grupo de amistades. En el País Vasco estamos trabajando en el VIII Plan de Adicciones y hemos elaborado un marco teórico, porque hay algunos factores adictivos que son individuales de las personas. Por ejemplo, la dificultad para ser asertivo, para gestionar los problemas de tu vida, factores individuales más allá de que pueda haber también alguno genético. Igualmente hay otros factores que pueden estar relacionados con el ambiente social, físico, del país en el que vivas. Toda esa confluencia de circunstancias hace que una persona sea adicta o no. En cuanto al patrón, el consumo habitual de sustancias y otras adicciones es más frecuente en hombres, excepto el de los psicofármacos que es más común en mujeres. Las adicciones van unidas no solo a factores individuales, sino a unas condiciones de vida insuficiente; es más frecuentes en personas que están en riesgo de exclusión, en desempleo, en las que han nacido en una familia que no ha sabido de alguna manera darle el apego que necesita.
Solemos clasificar las adicciones como legales (juego, apuestas, café, tabaco, alcohol) e ilegales (heroína, cocaína…), pero desde el punto de vista sanitario, ¿todas generan patología? ¿Cómo debiéramos clasificarlas?
La clasificación de legal e ilegal es solo eso, que sea legal consumir o no. Desde el punto de vista sanitario las drogas que más se consumen son las legales: el alcohol y el tabaco. El 44 por ciento de las admisiones a tratamiento por ser adicto son por el consumo de alcohol seguido de la cocaína. El alcohol es una de las sustancias más dañinas; produce, además de enfermedades hepáticas como cirrosis y cáncer hepático, cáncer de colon y otras muchas patologías. Añadamos que el consumo de alcohol tiene también otras consecuencias secundarias como son los accidentes de tráfico y la violencia que se genera en los entornos de ocio; en exceso siempre suele estar presente en los abusos sexuales, en los maltratos físicos y psicológicos. Lo que sucede es que es una droga permitida y aceptada socialmente, incluso consiguieron clasificar el vino como un alimento, con lo cual está muy protegido; hay muchos intereses económicos detrás de estas drogas legales. En las ilegales entramos ya en el tráfico de estupefacientes; en este sentido, la lucha tiene que centrarse en la coordinación entre las policías, la judicatura, la Sanidad y las entidades que trabajan en este entorno tanto local como europeo. El impacto es tremendo porque no solo afecta al consumidor sino a toda la sociedad.
Un encendido debate actual es si ilegalizar o no el cannabis. ¿Qué opina?
Si lo legalizas evitas todas las consecuencias que conlleva el tráfico ilegal, que son tremendas; hemos estado reunidos con el Gobierno de Uruguay para saber cómo lo regularon, porque hay mil maneras. Ellos lo hicieron de tal forma que para consumirlo te tenías que registrar en un censo de consumidor, ir a la farmacia. No es como en España con el alcohol que vas a un supermercado y lo tienes al alcance de la mano. Por otro lado, en Uruguay no nos acaban de decir si ha aumentado o disminuido el consumo; parece que al principio podría haber aumentado. Sin embargo, luego habría que empezar a regularlo como el tabaco. Es cierto que evitas las consecuencias del tráfico ilegal o del mundo violento y que haya tráfico de estas sustancias, que provoca que los chicos y las chicas dejen de estudiar y queden desprotegidos para toda su vida porque tienen dinero fácil. En Euskadi desde el año 96 tenemos una Ley de Adicción propia; la última que se aprobó en el 2016 conllevó que se equiparara el cigarrillo electrónico al tabaco normal, que se restringiera el consumo de alcohol en zonas deportivas, que tuvo aquí grandes repercusiones porque en los palcos de campos de fútbol se deben de hacer grandes negocios y el no beber es un problema. Sigue habiendo un vacío legal con los clubs de cannabis y probablemente habría que desarrollar ese decreto a ese nivel, pero no hay que confundir con la legalización del cannabis.
¿Cuántas personas sufren alguna adicción patológica en el Estado?
Hay dos encuestas en el Plan Nacional y nosotros tenemos dos paralelas que se hacen en Euskadi. Hay cifras, pero definir en la sociedad quién es adicto o no es bastante complicado. En nuestro entorno, con una población de dos millones cien mil personas, a lo largo de 2020, cerca de 1.100 personas iniciaron un tratamiento por alguna adicción En este sentido, ha disminuido mucho el inicio de tratamiento por heroína. Otra fuente de información que es interesante para datos epidemiológicos es la de las aguas residuales. En ellas se estudia todo aquello que ingerimos y luego se metaboliza y hay un metabolito testigo que se puede identificar. Aquí en Euskadi se vio que había un consumo mayor que en el resto del Estado en anfetaminas; en Galicia prevalece la cocaína, hay variaciones regionales. Lo que ha subido sobre todo han sido los inicios por tratamientos por cannabis y la disminución más espectacular de inicios de tratamiento es la heroína, lo que indica que los patrones de consumo van cambiando.
¿La juventud se droga de otra forma?
Se observa un cambio de tendencia en los jóvenes que comienzan a usar psicofármacos; son fáciles de conseguir porque, aunque no te lo receten a ti, puede que sí a un familiar. Pero hay que distinguir cuando están bien prescritos o cuando se usan para el ocio. Llama la atención que hasta ahora las drogas que usaban los jóvenes eran las anfetaminas que les ayudaban ser más activos; sin embargo, parece que ahora prefieren los psicofármacos que les dejan más planitos. Aunque esto todavía no lo hemos visto reflejado en ninguna encuesta, sí son percepciones que tienen quienes tratan con jóvenes.
¿Qué suponen para los sistemas de salud pública las adicciones? (presión asistencial, fármacos, cronicidad…)
Suponen una carga importante de enfermedad. Por ejemplo, el tabaco lleva al cáncer de pulmón, a enfermedades cardiovasculares y aparte del cáncer produce bronquitis; a ello añadamos el impacto en la salud mental, con la adicción más la enfermedad física. Los psiquiatras ahora lo llaman la patología dual; su duda es si una persona patológica consume para estar mejor o el consumo les produce la patología. Son enfermedades crónicas que requieren un gran esfuerzo no solo en el sistema sanitario, sino también en el sistema de atención sociosanitaria.
La adicción siempre es un problema de salud mental. ¿Tiene cura definitiva? ¿o un alcohólico/un jugador/un fumador será fisiológicamente un adicto toda su vida, aunque se controle?
Puedes dejar de consumir, pero curar la acción no me atrevo a afirmarlo. Tal y como lo planteas siempre serás un adicto en potencia. No serás igual que una persona que ha sabido controlar esa adicción, que ha sabido gestionar su vida para no ser adicta y que puede hacer a veces un consumo moderado del alcohol; porque también hay consumidores sociales, pero el adicto no entra en este colectivo. El cigarrillo, por ejemplo, siempre es malo desde el primero, pero el impacto que tiene sobre la salud está muy relacionado con la cantidad.
¿Cómo afectan estas adicciones al mundo educativo, laboral, de relaciones familiares, en la salud mental de la población?
Las adicciones tienen un impacto en el sentido de que se desestructura la persona y su entorno; en el mundo laboral con frecuencia se producen accidentes por el hecho de consumir; además, son trabajadores que van a tener problemas físicos y mentales. En el mundo familiar una persona adicta produce una destrucción de la convivencia en los padres y madres, en los hermanos. En consecuencia, los programas de tratamiento incluyen, por lo general, no solo al paciente, sino también a la familia, porque son procesos de larga duración, duros y con recaídas. Por eso hay que aconsejar a las familias para que sepan cómo reaccionar a la hora de una recaída, porque los tratamientos de adicciones son muy largos. El mayor problema de las adicciones en los escolares es que están directamente relacionados con el fracaso escolar; al final son chavales y chavalas problemáticos, porque los afecta al ritmo de la clase. Sabemos que hay estudiantes que fuman cannabis antes de entrar a clase y que es grave el impacto de las adicciones en el fracaso escolar. Por eso les decimos que el estudiar es en sí mismo una protección, tanto por el nivel de conocimiento que adquieren como por las posibilidades que les abre en su vida. Así que hacemos especial hincapié en los programas que tenemos en todas las comunidades para mantener a los adolescentes en las escuelas porque son los más efectivos, sobre todo en chavales vulnerables.
Mal en mayores, pero extraordinariamente preocupante en menores. ¿Funcionan en ellos los programas específicos contra el tabaco, el alcohol…?
Si, en Euskadi y en otras comunidades también los tienen. Aquí disponemos de dos programas, uno Euskadi libre del humo de tabaco, que es como una estrategia. Y luego un programa que hicimos de menores sobre alcohol. En los proyectos preventivos se actúa en el ámbito escolar, familiar, comunitario y luego se suele intentar entrar en el espacio de ocio. Solemos instalar unas carpas para que los chicos y chicas se acerquen y hagan el juego de la alcoholimetría y se les da un breve consejo. En el ámbito escolar hemos puesto en marcha el programa
Mimarte, de prevención universal, dirigido al alumnado de la ESO y bachillerato, que utiliza el mimo, la magia y el humor para incentivar la participación del alumnado y propiciar la reflexión sobre el consumo de alcohol. Se realiza con adolescentes mayores, donde se lleva a cabo un debate para hablar sobre el alcohol y el
feed back que nos llega es que en los centros escolares lo solicitan con mucha frecuencia.
¿Cómo se estructuran estos programas?
Hasta ahora pensábamos que al ámbito escolar había que llevar programas preventivos frente al alcohol, al tabaco, al juego, pero hemos visto que los que nos aportan solo información sobre los daños, no funcionan. Las intervenciones que están funcionando, según las evidencias que tenemos, son las que controlan las emociones o el desarrollo de las actividades sociales personales; un abordaje más hacia las habilidades personales para que no caigan en las drogas legales, para que hagan una dieta saludable. Programas destinados a recordar las habilidades personales y de relación. Para los grupos más vulnerables los proyectos que mejor funcionan son los de mantener a los niños y niñas en los centros escolares, que no estén en la calle. Luego hay otros programas que identifican vulnerabilidades y son más personalizados. Para chicos y chicas que tienen algo de riesgo, que no son consumidores fuertes, pero ya se trabaja con ellos o con grupos más pequeños.
¿Son eficaces las prohibiciones o abogaría más por los programas preventivos persuasivos/educacionales o una combinación? ¿Por ejemplo en las escuelas?
La información en los centros escolares tiene poco impacto a la hora de la prevención de las adicciones, porque cuando tienes 15 años que te digan que puedes desarrollar un cáncer te suena a chino. Está muy lejano. En las escuelas los programas por los que hay que apostar son por los que fortalecen las habilidades de las personas. Por otro lado, hay un enfoque que empieza a coger mucha fuerza que se llama el enfoque ambiental, entendiendo por ambiente el medio social y físico. Son intervenciones que intentan cambiar esos factores sociales o del entorno comunitario en el que vives y que favorecen las adicciones. Dentro de esos factores, las políticas regulatorias que serían a nivel de gobierno que son las que mejor funcionan. Con la ley del tabaco se produjo un descenso del consumo del tabaco super significativo, eso es lo que mejor funciona. Luego entramos en el ámbito de la libertad individual. Hay que buscar un equilibrio. También hay que trabajar a escala de barrio intentando cambiar los entornos, buscando la salud comunitaria, lo que se llaman los activos de salud; ver que las personas que están allí valoren como positivo que eso es bueno para la salud. No se trata solo de evitar lo negativo, sino que sea bueno para la salud. Actuar en la juventud y adolescencia es importante para evitar que de adultos sean adictos, pero estos trabajos también hay que realizarlos con mayores que también sean adictos. Las mujeres mayores consumen muchos psicofármacos y un porcentaje importante de hombres mayores beben, por lo que ha de trabajarse en el ámbito comunitario con la población y con las políticas regulatorias que funcionan bien.
¿Nos podemos mirar en el espejo de otros países?
Para reflexionar sobre esto nos vale el ejemplo de Islandia, donde tenían el toque de queda que prohibía a niños y jóvenes estar por la calle en invierno a partir de las 10 de la noche. Pero están también los valores y las diferentes culturas de cada país. No se puede extrapolar para nosotros un modelo de Islandia de 300.000 habitantes con muchos grados bajo cero. Por otro lado, en la lucha contra las adicciones también funcionan los aumentos de las tasas; cuando sube el precio se consume menos, pero no podemos obviar que es injusto, porque quienes tienen dinero seguirán consumiendo y los pobres no podrán. Se vio también que la crisis del 2008 que aquí llegó un poco más tarde disminuyó el acceso a todas las sustancias. El tema económico también cuenta.
La Ley del Tabaco dio sus frutos, sin embargo, con el alcohol no ha dado resultado. ¿Cómo se evalúan las acciones de prevención frente a este tema? ¿La prioridad está en la Ley de Alcohol y Menores como estrategia para abordar este consumo?
Hay una ley estatal que no acaba de arrancar porque genera mucho conflicto social. Yo sería partidaria de regular más cosas. No cabe duda de que cuando regulas y limitas se consume menos, pero también hay que tener en cuenta la forma de consumir. Por ejemplo, en los países nórdicos está muy regulado, el alcohol se vende en lugares específicos, pero hay más consumo solitario en las casas que es peor que el consumo social. Por esto creo que antes de llevar a cabo actuaciones como las de Islandia u otros países habría que realizar algunos estudios para saber cómo afectarían a distintos sectores. Donde sí nos queda amplia área de mejora es en hacer cumplir bien la legislación. Porque tenemos muchísimas leyes y muy buenas, no solo en adicciones, sino también en enfermedad, pero luego es difícil cumplirlas. Hay que combinar esas políticas regulatorias con los trabajos de sensibilización y fortalecer las habilidades de las personas, mejorar los entornos cercanos, sociales. También hay que intervenir intraútero, en las mujeres embarazadas, porque hay evidencias de que trabajar con esas mujeres con riesgo de exclusión funciona bien para que luego puedan criar y educar a sus niños/as y que sean libres de consumos. En las adicciones es importante actuar en lo individual, en el entorno cercano y en lo estructural junto con el ámbito regulatorio, poniendo especial énfasis en los grupos más vulnerables.
¿Las políticas públicas actuales de prevención de adicciones se adaptan a la realidad? ¿Cómo “combatir” la normalización social del consumo de sustancias adictivas?
Está muy normalizado el alcohol, el cannabis y el tabaco, el resto no tanto; por su parte el tabaco produce dependencia psicológica y física, pero no altera como las otras las conductas. Ante ellas, las políticas públicas sí se adaptan, porque solo con políticas de prevención de adicciones no es suficiente. Tenemos en Euskadi una Dirección de Juego que funciona bien, pero en el otro platillo de la balanza están todos los impuestos que se ganan. Para el nuevo Plan de Adicciones hemos hecho una revisión exhaustiva de los programas de prevención que mejor funcionan, si son efectivas o no. En el área de adicciones hay una apuesta fuerte y se invierto mucho dinero, pero hay actores con los que no se puede luchar y hay que intervenir de otra manera. Sí, las políticas públicas sí se adaptan a la realidad, los problemas están identificados, los puntos de actuación también, pero llegamos hasta donde se puede llegar.
¿Cuáles son los retos estratégicos del Plan Nacional Sobre Drogas en estos años de postpandemia hasta 2024?
Hay una apuesta fuerte por la prevención ambiental y la atención integral de la persona, de forma que cuando lo necesite tenga un tratamiento biopsicosocial y le aborden los problemas físicos, psicológicos y sociales. El otro tema es la atención sociosanitaria, ese interín entre lo social y lo sociosanitario, donde a veces hay lagunas cuando derivas de un sitio a otro. Diseñamos itinerarios para que cuando una persona sale de un tratamiento de una entidad sanitaria o no sanitaria sepa qué camino seguir. Entre los retos está la coordinación entre niveles, mejorar y trabajar sobre las evidencias, sobre lo que funciona y no funciona. En el mundo sanitario se hacen estudios rigurosos para saber si un fármaco es mejor que el otro, en las adicciones es más complicado. Genera satisfacción poner un programa en marcha, pero lo importante es hacer el mejor seguimiento a lo largo de los años para saber si funciona o no. Otro reto es mejorar el conocimiento a través de la investigación para ir avanzando en la legislación regulatoria. Un tema crucial a perseguir es la publicidad; por la noche todo es publicidad de juego. También hay que mejorar la cooperación internacional con estrategias de comunicación a la población. Y por último, la calidad y la evaluación de lo que hacemos son los retos en los que trabajamos.
El Plan Nacional Sobre Drogas incluye la perspectiva de género en prevención de adicciones, ¿qué significa y qué consecuencias prácticas tiene?
Hay diferencias biológicas entre hombres y mujeres. Por ejemplo, en el alcohol, las mujeres lo metabolizamos peor; en consecuencia, al establecer los límites de riesgo, a nosotras nos tienen que poner menos cantidad. Por otro lado, las motivaciones para consumir o cómo hacerlo también son diferentes; se ha visto con estudios cualitativos que los hombres tienen un consumo de tabaco más social, mientras que las mujeres lo asocian más a cuando han acabado una tarea y fuman. Por otro lado, las mujeres están más estigmatizadas, porque de alguna manera han trasgredido mandatos de género mientras que a los hombres se les dice que no tienen que ser nenazas, lo que les hace más propensos al riesgo del consumo. Así, el juego es más frecuente en hombres y las mujeres más en redes. Además, ellas tienen peor acceso a los servicios porque han sido diseñados más para hombres, están masculinizados. Por eso es clave en todas las políticas introducir la perspectiva de género.
¿En mujeres maltratadas hay más adicciones?
Lo que está claro es que las mujeres adictas reciben maltrato casi todas; el maltrato es con frecuencia una consecuencia del consumo, está muy relacionado en consumidoras. Esto sin contar las terribles situaciones que viven las mujeres adictas en situaciones de exclusión; hay experiencias que se te encoge el corazón.
Si hablamos de las nuevas adicciones, ¿a qué nos referiríamos?
Diría que a las nuevas tecnologías y en cuanto a sustancias, los psicofármacos que aumentan. En el mundo de las drogas ilegales es imparable la aparición de nuevas sustancias que se producen en una cocina de casa, que son de producción química en un laboratorio cutre y que los principios activos son cada vez más peligrosos para el cerebro. Sobre el principio activo del cannabis dicen que tiene cuatro veces más concentración ahora que antes un porro. Las metanfetaminas son peligrosísimas porque tienen un efecto tremendo y bestial produciendo psicosis; son las nuevas sustancias psicoactivas. Hay otras nuevas adicciones sin sustancia que las normativas de intervención no contemplan aún, como la adicción al
shopping y al sexo. En la nueva ley las nombramos, pero como en otros servicios de salud, no hemos empezado a intervenir. La gente que tiene esos problemas se va a otros centros y no tengo constancia de que haya personas demandando atención sobre estas adicciones.
Redes sociales y juego, ejemplos de nuevas adicciones galopantes in crescendo entre la juventud. El 18 por ciento de adolescentes y jóvenes de 14 a 18 años hace un uso abusivo de las tecnologías de la información y la comunicación. Un 0,9 por ciento de la población española son jugadores patológicos, ¿qué hacer para enfrentarse a estas adicciones sin sustancia física de por medio?
Habría que distinguir el juego de las tecnologías; lo digo porque en el Plan de Salud en el que estoy colaborando, a algunos especialistas no les gusta que se diga que el uso de las tecnologías es una adicción. Pero está claro que puede reunir la definición que entendemos por adicción. En las TIC hay que insistir y hacer programas de uso adecuado y para qué usarlas. En el juego se puede decir que no se tiene que jugar nada, pero en el uso de las tecnologías no, porque en la escuela son buenas herramientas. Así que hay fomentar su uso correcto, al tiempo que educarles a que eviten perder el tiempo que les roba de hacer cosas buenas. En los colegios se dice que los chicos se duermen en clase porque han estado toda la noche con juegos o en las redes. Tenemos programas para intervenir con familias, que es importante, pero los
influencers son cruciales; les decimos que han de tener voluntad o la claridad de saber lo que es bueno o malo, pero los bombardeo de los
influencers les dicen todo lo contrario.
España continúa siendo el segundo país consumidor de cocaína de toda Europa. En 2020, el 39 por ciento de los ingresos en distintos centros fue a causa de la cocaína, ¿cómo reducir estas cifras?
En el ranking nosotros lo que más consumimos es el alcohol y luego la cocaína; en las mujeres, las sustancias más en alza son los psicofármacos y el alcohol. El problema es que no se reduce la oferta y que las drogas legales no se pueden regular, no están prohibidas. España es la puerta de entrada a Europa de la cocaína y si la disponibilidad es alta habrá consumo; se puede luchar contra su tráfico, teniendo en cuenta que no está asociada especialmente a poblaciones vulnerables ni es específica de los pobres, sino que va ligada al ocio. Trabajamos para que las personas adquiramos habilidades para no necesitar consumir y luchar mejor contra el tráfico