Existen distintas técnicas quirúrgicas para llevar a cabo una prostatectomía radical en pacientes con cáncer de próstata. Las características del paciente y la destreza del cirujano marcan la elección de la intervención
La prostatectomía radical se lleva a cabo cuando existe cáncer de próstata localizado, y se debe hacer en pacientes que estén bien informados sobre su patología, bien sea de bajo riesgo, riesgo intermedio y riesgo alto. Hay que ofrecerles las diferentes opciones terapéuticas, como son…
La prostatectomía radical se lleva a cabo cuando existe cáncer de próstata localizado, y se debe hacer en pacientes que estén bien informados sobre su patología, bien sea de bajo riesgo, riesgo intermedio y riesgo alto. Hay que ofrecerles las diferentes opciones terapéuticas, como son la radioterapia externa o la braquiterapia, según el grupo de riesgo en el que se encuentren. Se requiere confirmación anatomopatológica y, en algunas ocasiones, un estudio de extensión para confirmar la ausencia de enfermedad extraprostática con TAC abdomino pélvico, resonancia prostática multiparamétrica y/o gammagrafía ósea. Normalmente, en paciente joven, la opción suele ser quirúrgica.
Menos invasiva
La prostatectomía que se realiza debe estar adaptada a los antecedentes del paciente, y cuanto menos invasiva es mejor. Por eso, la robótica es la mejor opción, a ser posible, y en su defecto la vía laparoscópica. Si no pudieran realizarse estas dos, se debe recurrir a la cirugía abierta. Pero los resultados oncológicos y funcionales dependen de las destrezas de los cirujanos.
A la hora de plantear la cirugía, hay que tener en cuenta que los resultados oncológicos son comparables con las distintas opciones, y que las técnicas menos invasivas disminuyen el dolor y la estancia hospitalaria. Si el paciente tiene antecedentes de cirugías abdominales abiertas, se opta por el acceso abierto, aunque depende siempre de la experiencia del centro y del cirujano.
Secuelas
Las secuelas más importantes de la prostatectomía radical son la disfunción eréctil, que se da en un 60-70 por ciento, y la incontinencia de orina, que puede aparecer en un 20-30 por ciento, ambas en manos especializadas. Con menor frecuencia los pacientes pueden presentar sangrado, lesiones de órganos vecinos, como el recto, asas intestinales, y linfoceles, en caso de realizar linfadenectomía.
También puede aparecer, aunque en casos muy determinados, estenosis uretrovesical y menos frecuente aún fístula uretro-rectal, fundamentalmente en los casos con lesión rectal intraquirúrgica.
Incontinencia urinaria
Después de la prostatectomía radical, la incontinencia urinaria puede persistir en el tiempo. Ese periodo depende de múltiples factores, como son la agresividad de la cirugía, la edad del paciente, el índice de masa corporal y tono muscular previo a la cirugía, entre otros. Generalmente, la mayoría de los pacientes se ha recuperado a los tres meses de la intervención. Hay que tener en cuenta que la incontinencia grave no supera el 5 por ciento de los pacientes intervenidos, mientras que la leve se sitúa en el 25 por ciento.
No obstante, la edad y el peso, tal y como se ha comentado, son determinantes. En algunos casos, el paciente puede no llegará a recuperarse hasta un año después de la cirugía. Es importante centrarse en la rehabilitación, porque el grado de incontinencia que quede al año suele ser el que se le puede tener el paciente para el resto de la vida si no se toman medidas terapéuticas adecuadas. Por eso, para rehabilitar se recomienda ejercicios para fortalecer el suelo pélvico, como son los ejercicios de Kegel, tanto antes como después de la cirugía, y los resultados son mucho mejores cuando se realizan asesorados por médicos rehabilitadores y/o fisioterapeutas especializados en Suelo Pélvico.