El educador diabetológico debe ser un profesional formado sobre la patología, tanto la tipo 1 como la tipo 2, que sea capaz de transmitir al paciente diabético sus conocimientos con las palabras precisas y adecuadas, de modo que el paciente sea capaz de entenderle y motivarse en el autocuidado de su enfermedad. En la mayoría de los casos este papel lo asumen los médicos de atención primaria y las enfermeras del centro de salud. Pero el grupo de educación en diabetes debería ser multidisciplinar compuesto por diferentes profesionales, como médico de familia, enfermera, nutricionista, psicólogo, trabajador social, educador de actividad física, especialista en endocrino y paciente experto. Cada uno de ellos aportará sus conocimientos y sus habilidades para formar de manera óptima al paciente diabético, y entre todos elaborarán un protocolo de educación, aprendizaje, seguimiento y evaluación de resultados que permita individualizar el autocuidado en cada caso concreto.
La atención a los pacientes crónicos es compleja, por lo que se recomienda pasar del equipo interdisciplinar al equipo transdisciplinar, que se caracteriza por una sucesión de relaciones interdisciplinarias integradas. La educación en diabetes debe incluir una combinación de conocimientos: cuidados clínicos, terapia nutricional, métodos pedagógicos, estrategias para el aprendizaje y modificaciones de conducta o comportamiento para mejorar el autocontrol.
Las funciones del educador en diabetes son transmitir al paciente de forma clara e individualizada sus conocimientos sobre en qué consiste su enfermedad, sus manifestaciones clínicas y su pronóstico y complicaciones en caso de mal control de glucemias. Además, hay que formar e implicar al paciente en el convencimiento de que el control de la glucemia y al hemoglobina glicada son básicos para asegurarse una buena calidad de vida. Hay que hacerle ver la importancia de la modificación de su conducta y su estilo de vida, transmitiéndole los conocimientos básicos sobre la seguridad y la eficacia de los fármacos disponibles y sus efectos adversos. Para ello, se puede realizar un plan de aprendizaje interactivo que le permita fomentar los autocuidados y convencerle de que el autocontrol es el mejor método para evitar complicaciones en diabetes, transmitirle información sobre la gestión de ayudas sobre dependencia, discapacidad, prestaciones sociales, ayudas a padres con niños diabéticos,...
Seguimiento
El educador diabetológico es un educador con conocimientos para seguir un conjunto de algoritmos de tratamiento detallados específicos de la diabetes, donde tenga cabida la promoción de la salud, con la prevención de la diabetes y otros factores de riesgo cardiovascular.
En este contexto, las modificaciones del estilo de vida, fomentando las capacidades para desarrollar un plan de alimentación saludable y las recomendaciones generales sobre actividad física adecuadas a la edad del paciente son claves.
El educador debe poder manejar las técnicas de comunicación que posibiliten la educación individual o grupal de pacientes con diabetes y valorar las necesidades/patrones, prestando especial atención a conocer la heterogeneidad interindividual para establecer empatía y adecuar la información a cada paciente.
Conicidad
El apoyo para que el paciente se adapte la nueva situación es importante. Debe ayudar a los pacientes con diabetes y a los familiares a tomar conciencia de la cronicidad de la diabetes y favorecer la participación activa en el manejo de la misma.
También es imprescindible educar a los pacientes en su autocuidado, con la valoración de los posibles efectos secundarios (hipoglucemias), dar consejo sobre las zonas de inyección, enseñar el control de glucemia capilar (autoanálisis) e inyección de insulina. Aquí debe ofrecer información sobre las agujas, jeringas, lancetas, eliminación de residuos… Además, el paciente debe saber interpretar los resultados de su autocontrol y e ser consciente de la importancia de una buena adherencia terapéutica.
A la hora de llevar a cabo la educación diabetológica hay que considerar que los principales factores de riesgo para desarrollar esta enfermedad son la obesidad y la inactividad física. Este hecho se constata con el porcentaje del 50% de prevalencia de obesidad en personas diabéticas frente a una prevalencia de 23% en personas normoglucémicas mayores de 18 años. Dicho patrón se repite con la obesidad abdominal que se presenta en el 68,1% de los diabéticos en comparación con los normoglucemicos, que tienen un porcentaje de 33,1%.
Pérdida de peso
La mayoría de personas con DM2 tienen sobrepeso u obesidad, y la pérdida de peso es una estrategia de tratamiento recomendada. Una revisión sistemática con metaanálisis ha puesto de manifiesto que la pérdida de peso para ser efectiva requiere intervenciones intensas y con contacto frecuente con los profesionales de la salud. Así, las líneas estratégicas pasarían por disminuir la prevalencia de sobrepeso y obesidad en población infantil y adulta, incrementar el consumo de fruta y verdura aumentar progresivamente el porcentaje de población que realiza actividad física y mejorar entre la población general el conocimiento sobre DM y los factores de riesgo implicados y su prevención, priorizando las intervenciones que se centren en la disminución del gradiente social en relación a la prevención de esta enfermedad.
Plan pactado con el paciente
Se debe llegar a un plan terapéutico pactado con el paciente que permita los mejores resultados analíticos posibles, con la mejor calidad de vida y el menor número de complicaciones y efectos adversos. Se debe empatizar con el paciente para que adquiera la misma certeza que tiene el educador de las consecuencias graves que tendrá el abandono de la dieta y el tratamiento, y de que los beneficios siempre compensan a las molestias que conlleva. Hay que entrenar al paciente en la autoadministración de la insulina si la precisa, procurando que sea él mismo y no la familia quien se haga cargo de la medicación, Además, hay que reevaluar estos resultados periódicamente con el paciente, valorando no sólo los resultados analíticos sino también el estado de confort del paciente con su medicación.
Grupos poblacionales
En ciertos grupos de población se exige gran empatía y habilidad pedagógica del educador, concretamente del médico y/o enfermera en el diabético tipo 1 joven o adolescente, que en muchas ocasiones son malos cumplidores del tratamiento y los controles analíticos, y transgresores en cuanto a la dieta, el ejercicio físico y, en ocasiones, el consumo de tóxicos, mostrando además total indiferencia a las posibles complicaciones. En estos casos, haría falta un control más exhaustivo, tanto personal como telefónico, del educador en diabetes y también un apoyo la familia.
Con el adulto de mediana edad suele ocurrir lo mismo, sobre todo si es varón. Este tipo de población suele tener más factores de riesgo cardiovascular, lo que supone un problema en el autocontrol y el cumplimiento de la dieta, los autocuidados y en la aceptación de las complicaciones de la enfermedad. Se precisa una mayor habilidad pedagógica para conseguir la implicación del paciente y su autonomía en los controles.
Otro grupo poblacional que presenta dificultades para el control de la diabetes es el anciano pluripatológico con enfermedad de larga evolución, dependiente para algunas actividades de la vida diaria y, en ocasiones, con problema de aislamiento social añadido, que es incapaz de realizar su autocontrol de glucemia por falta de destreza manual o deterioro cognitivo, así como de cumplir el solo con el tratamiento pautado o de entender las indicaciones dadas. Asimismo, se complica la situación si el paciente precisa insulinoterapia, ya que se precisa un familiar dispuesto a hacerse cargo de la administración de insulina y de los controles.
Recomendaciones
Para que la educación en diabetes consiga mejores resultados se podrían mejorar algunos aspectos como puede ser una formación gratuita de educadores en diabetes dentro de los diferentes estamentos que tratan esta patología en cuestiones relativas a pedagogía y estrategias de aprendizaje. Se debería realizar un trabajo en equipo donde cada profesional lleve a cabo la parte de la educación para la diabetes que corresponda. También se pueden utilizar formatos como el teléfono o la telemedicina y disponer de un espacio físico adecuado para realizar esta labor.
De esta forma, se puede informar de la enfermedad tanto al paciente como a su entorno (pareja, familia), aumentar el conocimiento del paciente sobre su enfermedad y la capacidad de autocontrol, confiar en el nivel de motivación del paciente para reajustar hábitos de vida, alcanzar acuerdos profesional-paciente entorno al tratamiento terapéutico y seguimiento del mismo, calcular el riesgo cardiovascular del paciente y supervisarlo a lo largo de las consultas y fortalecer la capacidad incentivadora de la educación sanitaria hacia los pacientes.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Laura Cid de Diego Domingo, Nuria Andrés García, Antonio Morillo Gil, Mª Concepción Mora Bresó y Rosario Saiz Lozano, de Valencia.
Un equipo transdiciplinar debe llevar a cabo la educación diabetológica
Clara Simón
23 de octubre 2018. 9:35 am