El sector sanitario tiene un importante papel en este grave problema de salud pública y, dentro del sector, hay que destacar el protagonismo de la Atención Primaria. La implementación efectiva de medidas concretas, el establecimiento de protocolos accesibles y rápidos, adaptados al medio dista mucho…
El sector sanitario tiene un importante papel en este grave problema de salud pública y, dentro del sector, hay que destacar el protagonismo de la Atención Primaria. La implementación efectiva de medidas concretas, el establecimiento de protocolos accesibles y rápidos, adaptados al medio dista mucho de ser una realidad.
Necesitamos dar un paso adelante y participar en la forma que este gran problema nos exige. Los profesionales sanitarios podemos ser las únicas personas a las que la mujer pida ayuda y con frecuencia acude a nuestras consultas por síntomas y signos como consecuencia de la violencia, por lo que tenemos una oportunidad única y la responsabilidad de intervenir.
La violencia contra la mujer es considerada desde hace años por organizaciones internacionales y gobiernos un problema de salud pública de primer orden. Para su abordaje se requiere de una voluntad no solo política para establecer objetivos y estrategias eficaces para su prevención, se necesita también un seguimiento constante de cada acción, de cada medida tomada. Pero las políticas al respecto, las declaraciones oficiales y las buenas intenciones no son suficientes: es necesaria la implicación de toda la sociedad, ya que todas las medidas puestas en marcha hasta ahora no evidencian los resultados deseados, los objetivos no se han conseguido y, si lo han hecho, han sido de forma insignificante, ya que la violencia contra la mujer no ha disminuido en términos generales.
Los datos oficiales corroboran esto, ya que a lo largo de los años no se produce un descenso en las cifras. Las estimaciones de prevalencia de la violencia de pareja oscilan entre el 23,2% en los países de ingresos altos y el 24,6% en la región del Pacífico Occidental, 37% en la región del Mediterráneo Oriental y 37,7% en la región de Asia Sudoriental. Es de destacar que el 38% de los feminicidios que se cometen en el mundo son perpetrados por la pareja; la violencia de pareja puede considerarse prácticamente en su totalidad cometida por el hombre contra la mujer.
El sector sanitario, desde todos sus ámbitos, tiene un importante papel en este grave problema de salud pública y, dentro del sector, hay que destacar el protagonismo de la Atención Primaria. Esto, escrito de esta forma, se ha dicho muchas veces, se dice y se repite continuamente, pero la implementación efectiva de medidas concretas, el establecimiento de protocolos accesibles y rápidos, adaptados al medio, a las condiciones y la problemática que tenemos en la Atención Primaria, dista mucho de ser una realidad. Necesitamos dar un paso adelante y participar en la forma que este gran problema nos exige.
No podemos poner excusas para actuar, aunque el peso de la realidad para desenvolver nuestro trabajo en la Atención Primaria sea a veces un hándicap. Son muchos y variados los problemas que actualmente sufrimos y que dificultan la puesta en marcha de cualquier iniciativa, pero, a pesar de ello, podemos conseguirlo. Este frágil sector de la sociedad, como es el de las mujeres maltratadas o con posibilidad de sufrir maltrato, nos lo exige y nuestro deber ético es trabajar intensamente en uno de los campos donde nuestra actuación puede ser más efectiva, como es el aspecto de la detección y del diagnóstico en las fases iniciales. De igual forma nuestra participación puede ser muy relevante en la prevención y el seguimiento continuado del proceso.
Los factores de riesgo de violencia contra la mujer son múltiples. Los hay de carácter individual, familiar, comunitario, social, ideológico. Los comportamientos sexistas, que aparecen cada vez en personas más jóvenes, son en ocasiones el germen de la violencia.
La violencia contra la mujer -sea física, sexual y emocional- afecta no solo a su salud, también afecta a su participación en su vida social y familiar. Conocer bien esta problemática, sobre todo la percepción de los posibles riesgos y sus consecuencias, podría modificar, por medio de acciones preventivas, la hoja de ruta a la que están condenadas muchas de la mujeres.
Las consecuencias de la violencia para la salud de la mujer afectan a una gran esfera sintomática. No son solo los problemas físicos directos: ocasiona graves problemas de salud mental, sexual y reproductiva, a corto y a largo plazo, y en cualquier etapa de su vida, dato este último importante de resaltar.
El proceso de actuación del médico de Atención Primaria no está exento de dificultades:
- El desconocimiento del tema y la falta de práctica dificultan que desarrolle intuición y perspicacia para detectar situaciones potencialmente de riesgo.
- El que no existe un perfil de mujer que sufre violencia, la variabilidad sintomática es múltiple, así como sus formas de manifestarse.
- La actuación del médico de Atención Primaria en un proceso de violencia, en ocasiones, sobrepasa el ámbito exclusivamente sanitario, también puede ocasionar responsabilidades legales, lo que conlleva dificultades añadidas, ya que esto puede reducir el grado de implicación del profesional, ante el escaso apoyo que recibimos de nuestras autoridades en el asesoramiento legal cuando lo necesitamos.